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Varias muebles y cosas estaban dispersos en la casa del alemán. Estaba en medio de una limpieza profunda.

-Meksiko, no tienes que hacerlo.

-Quiero. Haber dime que hago.

-Hay que acomodar eso libros por allá.

Señaló un librero.

-¿En algún orden?

-No, como sea está bien.

Él sacude una mesa. Ella mira el librero, se sube a una silla. Se para de puntitas para alcanzar el nivel más alto. Alemania voltea a mirar.

-Ya está.

Coloca el libro. Su equilibrio se rompe y comienza a caer de espaldas. Cierra los ojos. Pero no golpea el suelo. Siente como algo le abraza. Ve como esta sobre Alemania.

-Ay dios, yo, Alemania, perdón.

-No te preocupes, ¿No te lastimaste?

-No, estoy bien.

Sus ojos se encuentran. Las manos del chico bajan de su espalda hasta las caderas de la chica. Esto le toma por un momento por sorpresa a la latina. Un leve rubor aparece en el alemán.

-Ey Ale, ¿Cómo es que tienes este lavadero?- pasa su mano por encima del abdomen del hombre. Este traga saliva. Desabotona la camisa mostrando los músculos del teutón.

-Voy, voy al gimnasio.

-En serio. Eres perfecto. Guapo, listo y con un cuerpo perfecto.

Con cada pausa ella deposita un beso en cada sección del abdomen.

-Mek...meksiko. Para. Por favor.

-hum? ¿Por qué?

-Meksiko, es en serio.

Le voltea, cambiando lugares. Sostiene sus manos por encima de la cabeza. Comienza a besarla apasionadamente, sujeta con una mano las muñecas y con la otra comienza a recorrer el cuerpo de la latina.

Ante la falta de aire separan sus labios. México jadea tratando de reponer el aire, en lo que él comienza a dar pequeño besos en la piel que estaba expuesta.

-Ale.

-Te dije que te detuvieras.

-suéltame.

- Nein.

-Por favor.

La mirada de la latina es suplicante. Alemania le suelta lentamente. Con suavidad continúa tocando cada centímetro de México. Ella le acaricia la amplia espalda. Se escucha el tocar de la puerta.

-Al....ale.

-Ignóralo.

-Pero Ale, puede...puede ser importante.

-Ug.

-Hermano, ya vine a ayudarte con la limpieza. –gritan desde la puerta. El acento ruso es inconfundible.

Alemania deja caer su cabeza en el pecho de México.

- Russland, voy a matarte por esto. –murmura.

México ríe.

-¿Interrumpo algo?-Rusia ingresa a la pieza. Observa como México está nerviosa y levemente roja.

-Nah, hay que apurarnos para terminar rápido.

Alemania coloca su mano en el hombro del eslavo.

-Gracias por no usar tu llave.

-Se me olvido. ¿Por qué tienes la camisa abierta?

-Tenía calor.

-Umm, calor eh. Creo que desde ahora olvidare mi llave.

La pareja desvía la mirada, totalmente carmesí.

Amorometro AlemexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora