Laura
Roger y Thalía se acercan en mi dirección. Él lleva un peluche en la mano, parece que tienen algo muy fuerte cuando le compra esos regalos. Pensé que nos pasarían por al lado, pero para mi sorpresa se quedan acompañándonos. Roger se me acerca y me pide hablar, lo ignoro y no le respondo. Vuelve a insistir después de unos cinco minutos y acepto, quiero escucharlo todo de su boca.Vamos a un lugar más tranquilo, un poco apartado del ruido de las personas y la música. Nos detenemos debajo de un árbol de la calle. Lo que me pregunto ahora es por qué Thalía no sujeta su oso y lo hace él, a menos que...
–Laura, toma–extiende su mano y eso hace que mi corazón se ablande. Es un pequeño león rosado.
–¿Y ya? Así resuelves todo–trato de poner carácter, porque no sé lo que pasó realmente.
–Bueno tiene una tarjeta de esas también–señala y al leer se me forma un nudo en la garganta–Oye, yo no tengo nada con ella, hasta me ayudó a comprar el peluche–me sorprende,no parece mentir–Ella está muerta con Darío–me río.
–Tú casa está cerca de aquí. Por qué no vamos un rato–Y no puedo creer que dije eso.
–¿Estás segura?–asiento y él camina.
Por el camino me comenta un poco sobre la personalidad de Darío, que no tiene relaciones estables y además siempre traiciona. Me explica que sus padres están ahogados, les pide dinero para mantener sus vicios: tatuajes, bebida y cigarros. Yo le cuento que Thalía a pesar de todo es muy sensible y que dudo mucho que eso valla a funcionar. Ambos coincidimos en que son muy distintos para ligar y mantener algo serio. Le explico la poca suerte de mi amiga en el amor.
–Pero bueno, antes yo era diferente–me dice pícaro.
–Pero no igual–le devuelvo la mirada.
Abre la portería de su casa y la cierra con candado. Seguidamente la puerta, enciende sólo la luz del cuarto y le pido que mejor encienda la de la sala. Todo esto me parece muy gracioso, no sé qué estamos haciendo la verdad. En su cuarto ya, pone el equipo de música con volumen medio. Por la puerta entra un poco de luz. Dejo mi peluche en la mesita de noche. Él está sentado en su cama y yo al frente recostada a la pared. Se empieza a quitar los zapatos y yo me quedo en mi lugar. Una vez se los quita, los acomoda a un lado y me observa.
–Qué haces–le pregunto sin saber otra cosa que decir.
–Me quito los zapatos para estar más cómodo.
–¿Por qué?
–Bueno nunca tuve sexo con zapatos–la palabra hace que mi estómago de vueltas, entonces se pone de pie y me da un beso, le sigo el ritmo mientras mi corazón se acelera.
Me siento en la cama y mientras mira mis pies pregunta–¿Quieres que te ayude?
Recuerdo aquella vez que en la playa, cuando éramos niños y me ayudó a buscar mis gafas de sol. Quién iba a pensar que hoy estaríamos aquí, de esta manera. Ese recuerdo es el que me hace decir:
–Sí, pero antes quería decirte que es mi primera vez y no me gustaría tener sexo. Llamarlo así es horrible. Mi primera vez es más como–trago en seco–hacer el amor.
–Eso no tienes ni que decirlo–sonríe–Conmigo estás segura, confía en mí–No puedo evitar pensar que en muchos libros y películas el hombre dice siempre lo mismo.
Me baja el cierre de los zapatos y los pone al lado de los suyos. En el fondo suena una vez más Sebastián Yatra, al parecer le gusta. Estoy muy nerviosa ahora. Me pongo de pie y nuevamente soy pequeña frente a él. Me besa con suavidad en el cuello y levanta mi pequeña blusa, dejando mi piel descubierta. Hago lo mismo con su camisa, botón por botón, me libro de ella. El roce de nuestras pieles hace que tiemble. Se aferra a mi cintura y espalda mientras sus besos van quedando por mi cuerpo. Parte por parte, sus labios rozan cada lugar provocando un calor interno e inigualable. Una corriente recorre mi estómago y dejo escapar un gemido, sus labios están muy cerca del pantalón, lo desabrocha y baja con delicadeza. Luego se quita el suyo y no puedo evitar sonrojarme porque es la primera vez que veo a un chico así. Jamás tuve nada con nadie, nada tan íntimo. Su cuerpo desnudo es una obra de arte, una escultura, decir lo contrario sería mentir. Tiene un físico atleta con excelente cuidado, además está muy bien repartido. Se acerca para levantarme en el aire y cargarme. Inconscientemente abrazo su cuerpo con mis piernas y me acuesta en la cama.
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Eres el amor de mi vida.
Genç KurguEsta es la historia de una muchacha cubana, desde su niñez hasta su juventud. Su vida sufre un cambio cuando el amor de su vida reaparece...