Noche alocada y confesiones olvidadas

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Capítulo VIII

Noche alocada y confesiones olvidadas.

GABRIEL WEMBLEY

Esta noche esta deslumbrante. Preciosa como de costumbre, el vestido que trae me esta volviendo loco, más aún ese escote.

El día que la vi por primera vez no llevaba nada fuera de lo común, y aún así logro cautivarme con su belleza. Era, es y siempre será una Diosa. Claro, la había visto antes, pero no es lo mismo verla de noche, cuando apenas y distingues  a las personas, a verla con el sol dando a su cara, resaltando los ojos cafés con un ligero toque de verde. Su melena, en aquel entonces castaña con un deje de azul y su actitud me envolvieron, y desde ese día caí, lo peor, es que ni siquiera lo intentó.

Sabe que es hermosa y lo usa a su favor, baila en el centro de la pista, moviendo sus caderas al ritmo de Soltera. No puedo apartar mis ojos de ella. Baila sola, no deja que nadie se acerque, a menos que sea Iván.

La envidia se ve en los ojos de las chicas, que la reparan y la ven mal, ella es ajena a todas las miradas, incluyendo las de lujuria y morbo de los hombres que la acechan. Le es indiferente a todos, pero no a mi mirada.

Baila viéndome a los ojos, sonriendo coqueta. Me llevo el vaso de licor a mis labios sin dejar de observarla. Deja la pista de lado y viene directa a mi, o a la mesa, ya que simplemente viene por algo de tomar. Al no encontrar más me quita el mío de las manos.

—Vamos a bailar —sin dejarme responder toma mi mano y me arrastra a la pista de baile.

Empieza a moverse, está muy borracha, no ha parado de beber, ni yo. A Iván lo perdí de vista cuando se fue detrás de una rubia tetona. Poso mis manos en su cintura atrayendo la hacia mi, no se aparta, al contrario se mueve refregandose en mi.

Mi cuerpo empieza a reaccionar nuevamente, la sangre corre a un solo punto de mi cuerpo, algo que no debería. Me tenso completamente y me alejó bruscamente. Ella se desconcierta— ¿pasa algo? —muchas cosas, pero eso no se lo pienso decir, simplemente niego.

—¿Entonces porqué te ves así?

—¿Así cómo?

—No se, incomodo, tenso, hasta pareces enojado —me observa— ¿hice algo mal? O ¿algo que te molestara? —sus ojos se ven tristes.

—No, solo... yo no quiero bailar contigo —digo evitando mirarla, pero es como si mis ojos tuvieran vida propia y se giran directamente a ella. Joder, es tan preciosa.

—¿Porqué eres así? —me doy cuenta de que habíamos empezado a caminar hasta llegar nuevamente a la mesa, donde el ruido es menor y puedo distinguir como por un momento se le quiebra la voz— ¿Qué hice para merecer tu odio? A todos ignoras y tratas mal, pero conmigo es mayor tu actitud —reprocha.

—No es eso... es que —trato de explicar. Ella toma la botella que trajeron y se la empina bajandole un buen tanto de una sola vez.

—Entonces ¿porqué siempre eres una mierda conmigo? —dice apuntándome con su dedo— ¿Tanto me odias? Que yo recuerde nunca te hice nada malo  —se tambalea, esta muy borracha.

—¿De verdad quieres saberlo? —le digo, busca mis ojos y yo la evito.

—Si no quisiera saberlo no te lo preguntaría.

Siendo IdiotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora