Soy leal a mí mismo y nada más

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Capitulo XXIV

Soy leal a mí mismo y nada más

Emily Hunter

La ansiedad me carcomía. Después de haber curado mi herida, la cual requirió de suTura, empecé a evaluar la situación. Gabriel acercó la bandeja con comida que habían preparado para nosotros. Sabía lo que se venía y no sabía que hacer del todo.

—¿En qué tanto piensas?

—No sé qué hacer —solté automáticamente.

Al contrario de como pensé que reaccionaría, no me hizo sentir mal. Se sentó a mi lado en la cama, poso su mano en mi rodilla y me miró directamente. Mi ritmo cardiaco aumentó radicalmente, rogué al cielo que no se hubiera dado cuenta mientras seguía comiendo la fruta que mandaron.

Por un instante se apartó en busca de la mochila de viaje que trajo y extrajo de esta un paquete de galletas Oreo— Toma, sé que prefieres esto antes de lo que estás comiendo.

Sonreí. No pude evitarlo. A veces era un chico muy dulce. Alegremente tomé el paquete de galletas mientras él sacaba otro y lo ponía a mi lado— Gracias —murmuré.

—No hay de qué. Ahora, exactamente ¿qué es lo que te preocupa?

—Todo. No me gusta dejar a Mia en ese internado militar. No quiero involucrar a más gente en mis problemas, no debí haberme presentado en la base como lo hice. Pude haber contactado a salvador de otra manera. Los tenientes no tienen nada que ver en esto y los estoy poniendo en más peligro del que normalmente están. Clark tenía razón, soltar a Peter no era buena idea, yo sabía que era peligroso, sabía de lo que él era capaz. Ingenuamente pensé que el tiempo con Clark lo había hecho cambiar, el poco cariño que le tenía me hizo tomar esa decisión que puso en peligro a nuestra hija, a mí familia. Si concluimos esta alianza nos estaríamos echando al hombro más enemigos de los que ya tenemos. A parte, la decisión también recae en Alex, siendo ella la nueva líder de la mafia Miller-Black. A pesar de que Chris tenga autoridad aquí, jerárquicamente y por ley la ultima palabra la tenemos ella y yo sobre si hacer esto o no —hable tan rápido que no sé si entendió todo lo que dije.

Hizo lo que menos esperaba que hiciera, me dio un abrazo. Un abrazo que en verdad necesitaba. Quizá se extendió más de lo necesario, pero era reconfortante. En ese momento me quebré, dejé que todo lo que llevaba tanto tiempo guardando saliera. Me sentía segura con él, extrañamente me sentía segura con el chico más fastidioso que jamás conocí.

—Primero que nada, tranquila que no estás sola en esto, me tienes a mí, nunca te dejaré sola, lo prometo —lo miré a los ojos. En ellos se veía la sinceridad de sus palabras. Secó con su pulgar mis lágrimas en vano, pues salieron más—. Yo sé que tú puedes con todo, pero no con todo a la vez. Juntos iremos resolviendo poco a poco los problemas, pero necesito que te dejes ayudar. No te encierres más en tu dolor, no sirve de nada hacerlo.

Me sentía tan frágil y vulnerable. Jamás hubiera permitido que alguien me viera de esta manera, me he desahogado con Démeter, pero nunca llegué a este grado. El grado de no poder hablar por el llanto, de no poder respirar bien, de no importarme nada.

De alguna forma terminamos en una posición demasiado cómoda. Estaba sentada sobre sus piernas con las mías alrededor de su cintura y mi rostro escondido en su cuello. Él me abrazaba mientras repetía que estaba bien que llorara, que sacara todo lo que llevo tiempo guardando, que no me juzgaría. Fue tan reconfortante oír aquello.

Jamás había tenido ese tipo de intimidad con alguien. Estaba desnudando mi alma ante él sin ningún temor. Hemos compartido tantos momentos inolvidables.

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