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AVISO: ¡¡¡La 1ra temporada terminará a los 30 capítulos y habrá una 2da temporada!!!!

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Pasaron tres años.

Tres años en los que Felix todavía no se arrepentía de haberse ido de casa. Su mamá con suerte lo había visitado veinte veces en el corto período de tres años.

Ahora tenía veinte años. Había perdido contacto con su psicólogo, con sus demás familiares, más con sus padres, amigos. La promesa de continuar con el contacto había quedado suspendida en el aire. Rota.

Durante ese tiempo, no tuvo ningún interés en nadie. Sólo se ocupaba de su estudio, de su futura carrera, de sus gustos, intereses, su comida favorita.

Pasaba mucho tiempo con su tía, jugaban, salían a pasear, incluso las amigas de su tía ya lo habían recibido en el grupo y juraba que no había relación más sincera y bonita que la que ellos tenían entre sí.

Su tía había aparecido realmente para salvarlo, y dentro de ese mundo de mierda, ella había sido la persona que le estiró la mano cuando sintió que se iba a caer.

El cabello de Lix ahora era azul.
Y era su tía la que se lo había teñido. Ese día había sido muy memorable, pues el rostro de Felix quedó como el de un avatar, y las risas no faltaron.

Lee se había decidido por estudiar psicología. Su tía siempre le remarcaba lo orgullosa que estaba por el futuro que su niño eligió. Así es, su niño.

Felix cursaba el segundo año de la universidad, y le iba más que bien. A veces debía organizar actividades e invitar a las personas a completar tests para llegar a la conclusión de sus trabajos finales.

Y aunque realmente la psicología abarcaba bastante, Felix estaba encantado con ello. Lo mejoró como persona, desarrolló su habilidad mental, sus capacidades y su experiencia.

Por otra parte, también iba consiguiendo un buen sueldo por cubrir en varias ocasiones a otros trabajadores, aprendiendo siempre un poco de cada cosa. Aumentaba su nivel de motivación e interés.

Sabía que no era necesario, pero Lix quería ganar su propio dinero, y no depender únicamente del que su tía tenía, quería demostrarle que podía ser un gran sobrino trabajador con objetivos y un muy buen desempeño.

—Tía— llamó el peliazul. — ¿Quieres ir de compras hoy?

—iEso ni se pregunta, Lixie!

—Estuve ahorrando para que salgamos juntos a comprar— le dijo, sonriendo mientras inclinaba su cabeza— ¿Haremos nuestro gran día?

—Claro que sí. Vístete, yo me preparo y salimos.

Con "gran día" se refería a que todos los fines de semana solían salir a caminar en la noche y disfrutar de toda la gente que vagaba por las calles, con tiendas artesanales, luces cálidas, un ambiente cómodo. Los dos tenían ese gusto en común, que disfrutaban de la brisa que refrescaba las noches y de la gente que salía a comer o a ver tiendas.

Además, siempre se detenían en una cafetería cuando daban las doce de la noche, y de allí tomaban un postre con un café para luego ir a la casa con el fin de descansar.

Felix adoraba los brownies, y eso no había cambiado. Por eso, también adoraba salir con su tía a la cafetería, pedirse el mejor brownie con un café, e irse a la cama con el estómago satisfecho.

—¡Lix! ¿Ya estás listo? ¿Le decimos a Hoyeon que venga?

Su tía gritaba desde las escaleras, vistiendo un hermoso vestido negro, sencillo pero elegante.

—iYa bajo!— gritó y sus pasos empezaron a escucharse desde las escaleras hasta hacerse visible—. Claro, ¿dónde está ella?

—Ahora vuelvo— La mujer se acercó a la puerta del baño y dio tres toques.

Hoyeon era una chica de dieciocho años, sobrina también de su tía, pero viniendo de otro lado de la familia. Había venido a su casa por unos días porque luego debía viajar a otra ciudad por sus sesiones fotográficas.

Era una modelo demasiado solicitada, y Felix sabía eso, porque a pesar de su corta edad, siempre recibía llamadas de aquí para allá con trabajos pendientes y propuestas a futuro.

Además, él pensaba que la chica era hermosa. Alta, delgada, con cabello corto y despeinado, dando la apariencia de un corte de lobo, mirada que te perforaba, y pecas naturales.

Lo bueno es que también se habían hecho cercanos y de vez en cuando ella le daba consejos de vestir. En gran parte, había mejorado su vestimenta y apariencia gracias a su buen conocimiento de la moda, y de hecho, la idea de su cabello teñido de azul también fue de la jovencita.

—Hoyeon, cariño, ¿vas a venir?— le preguntó melosa su tía.

Hubo un silencio de aproximadamente diez segundos y se escuchó la traba de la puerta, dándole paso a salir a la chica que ya estaba preparada.

Sus ojos estaban ligeramente maquillados y sus labios pintados de un color mate, le quedaba precioso, es lo que Felix pensaba.

Su vestimenta consistía en una polera larga hasta los talones, negra, ajustada con un cinturón marrón y por la parte de arriba una camisa negra. Las medias eran marrones también y llevaba zapatos de charol oscuros también.

—Claro, ya estoy lista.

Partieron del hogar felizmente. Los tres caminaban cada uno metido en su propio mundo, a excepción de que a veces la más mayor tomaba charla con Hoyeon para preguntarle acerca de su carrera como modelo, y conversaban de distintos tipos de ropa.

Felix estaba ajeno a toda la conversación. Sus manos descansaban dentro de sus bolsillos y su mirada se perdía por la gente que pasaba caminando o los autos que venían estacionándose, las tiendas...

El camino poco a poco comenzó a hacerse más grande y más habitado.

Ya estaban llegando al centro, el lugar preferido de ellos. Era literalmente como un shopping, pero mucho mejor, porque estaba todo al aire libre, habían arbustos, flores alrededor y bancos para descansar un poco.

No hacía mucho frío, por suerte, era una noche con una brisa cálida y honesta.

El peliazul sintió su corazón acelerarse cuando, en una de las vidrieras, visualizó una camisa negra, transparente, con mangas cortas. En el maniquí se veía precioso, pero quería probarlo en su cuerpo. En esos tres años, había dejado de comprar ropa colorida; le empezó a interesar las prendas oscuras y elegantes, queriendo tener un porte extravagante.

Debajo de la camisa negra puesta en el maniquí, había una camiseta con mangas largas y cuello de tortuga marrón.
—Lix, ¿quieres probarte eso?— le dijo la jovencita.

Felix movió su cabeza de lado a lado, ruborizado por haber sido descubierto observando aquella prenda por mucho tiempo.

—De hecho, pensaba que era lindo pero...

—Pruébalo. Te quedará muy bien.

—No combina con mi cabello— hizo una mueca.

Hoyeon soltó una risa y apoyó su mano en el hombro del mayor.
Y a pesar de que era mayor que ella, la chica era mucho más alta, casi diez centímetros más.

—No pienses en eso. En todo caso, si no te convence, puedes comprarte la camiseta de abajo en otro color, o sólo la camisa negra. No pierdes nada con intentarlo.

—Mamá estaría orgullosa ahora que compro esta clase de prendas—. Dijo.— Como si fueran dignas de un hombre.

La de cabellos cortos suspiró, sabiendo de la historia, puesto a que en una tarde donde ambos habían salido juntos, Lee le había contado todo. —Pero tu mamá está en otra ciudad y puedes comprar lo que desees con tu dinero, ésto lo ganaste tú— hizo un ademán frotando sus dedos para referirse a los billetes—. Así que si te gusta, pruébalo.

Su tía observaba enternecida la escena.

Felix se animó a adelantarse unos pasos, entrando a la tienda.

Todos los días que iba de compras para adquirir outfits nuevos, con paletas de colores cálidos, se acordaba del Felix del pasado. No tenían nada en parecido; incluso cuando eran la misma persona.

En tres años todo había cambiado bruscamente. Felix ya no vestía colorido, sus cabellos ya no eran rubios, su aura no era de alegría, pero estaba plena de elegancia. No le gustaba ser desordenado, ahora no se saltaba sus comidas frecuentemente y parecía hasta disfrutar de sus estudios, no como antes, que era una tortura, pero igual siempre se había mantenido como el alumno perfecto con la esperanza de enorgullecer a sus padres.

Y un corto período tiempo como fue el que tuvo con el psicólogo Hwang, con el que no volvió a cruzar palabras nunca más, con el que se obligó a retener las ganas de contestarle y siempre ignoró sus mensajes, no quería verlo, porque le recordaba a su pasado, y Felix se había ido para dejar atrás todo lo que le atormentaba o lo que se relacionaba con ello.

Hyunjin era parte de su pasado. Y había sido sólo su psicólogo por dos meses.

No es como si fuera la persona más importante de su planeta, o su ser amado.

Así pensaba Felix.

Lix no lo vio con otros ojos, pero sí se seguía sintiendo extraño después de haberlo besado, siendo uno de sus pecados mayores. Y en el día de hoy, le dejaba mal sabor en la boca.

Felix en un futuro quería ser un psicólogo ejemplar, y no encariñarse con sus pacientes. La regla principal de la psicología, si querías verlo de una perspectiva profesional.

Felix pasaba sus dedos por las telas finas, de marca, examinando con los ojos lo que le llamaba la atención.

Los precios eran elevados. Pero para eso, Lee se había encargado de ahorrar con los regalos que recibía de vez en cuando y con el sueldo que se le era entregado por participar como ayudante en varias ocasiones. Lo suficiente para sus tiendas favoritas.

Un aroma fuerte, varonil y abundante había invadido sus fosas nasales y la voz gruesa de otro chico lo hizo estremecerse.

Porque esa voz la conocía.

-Hola, Felix.

psicólogo -hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora