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Los rayos del sol asomaban por la única ventana que Felix poseía en su habitación, provocando que los ojos de éstos comenzaran a abrirse lentamente, despertando de aquel sueño profundo que había tomado la noche anterior gracias a horas y horas de llanto.

Se sentó levemente en la cama, apoyando sus brazos e intentando reaccionar para poder despabilarse. Estaba seguro de que sus ojos se verían rojos e hinchados en abundancia, mientras que sus labios estaban también algo rojizos, pues se los habría mordido muchas veces por la tensión y los nervios.

Se levantó de manera lenta para después frotar sus manos en sus ojos, los cuales le picaban un poco. Su madre de repente entró en la habitación, ganando toda la atención de Felix.

-Que bien que te has despertado, cariño.

Felix la miró unos segundos y luego bajó su mirada, empezando por jugar con sus manos. Ella tomó cercanía a su hijo y tomó sus manos cuidadosamente.

-Lo siento. Tienes que ir a primera hora al...

-Psicólogo, lo sé -. Interrumpió, sintiendo después la cálida mano de su madre acariciar su mejilla.

-Cariño, no sé realmente por qué, pero no puedo contradecir a tu padre -. Felix tomó la mano y la retiró de su mejilla, mirándola después por unos segundos y alejándose para ir a buscar ropa en su armario.

Él estaba molesto, y su madre aún no podía aceptar que su hijo fuera gay, que su hijo fuera solo capaz de enamorarse de un chico, y que lo haya descubierto a temprana edad. Se llenaba la cabeza de preguntas, si es que acaso su pequeño haya tenido encuentros con hombres y eso le daba mucho miedo, pues podría acabar en quién sabe dónde, y quién sabe cómo.

Más aún le lastimaba la forma en que su mente era cerrada y en la que su padre lo maltrataba. Pero esque no podía contradecerse a sí misma y a su propia educación. Todo era diferente en sus tiempos y todo siempre lo verá de la misma forma. Ella estaba triste, pero a la vez consciente del daño que le causaban a su propio y único hijo, Felix. Y eso, eso era lo que más le dolía a este último nombrado.


[...]


Transcurrió un tiempo hasta que Felix ya se encontraba en el auto, en aquel día horrible y lluvioso, dirigiéndose a donde el psicólogo estaba, un centro privado de Seoul que era como una pequeña casa. Vería como transcurrían esas charlas y si todo venía bien, podrían haber mejores tratos y aumento de paga.

¿Por qué? Felix se sentía como un objeto el cual debía ser devuelto en ciertos tiempos, el cual se usaba solo para "reparar" algo irreparable. Él sabía que el psicólogo no le afectaría ni ayudaría en nada. Era una pérdida de tiempo en su vida. Solo charlas, o al menos eso pensaba. Se imaginaba un hombre de 40 años que cuestionaba cada cosa que se te daba por decir y hacer.

Pero, todo resultó siendo lo contrario.

Apenas llegó, su madre lo acompañó hasta la entrada de recepción, donde el chico fue guiado hasta la oficina de quien sería de ahora en adelante su psicólogo. Temeroso caminó, por todos los lados miró, y debido a los nervios, con sus manos jugó.

Hasta que la puerta se abrió suavemente, dejando ver una silueta masculina más grande que la de Felix, quién rápidamente escondió sus manos en las mangas de su suéter, nervioso.

psicólogo -hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora