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—¿Ya estás listo para irte entonces, Lixie?— habló su madre—. Tenías todo preparado desde antes— observó con cierta desilusión.

Su mamá contenía las lágrimas que amenazaban con salir.

—Sí, mamá, y sabes que no hay vuelta atrás— dijo mientras terminaba de guardar algunas prendas amarillas en su maleta celeste—. Además tendrás mucho dinero después de esto. Papá hizo bien en aceptar.

La última oración había hecho que el corazón de su madre se sintiera más triste que antes. Como si estuviera roto.

Quizá porque de ambos padres, ella era quien tenía más consciencia de todo el daño que le hacía a su pequeño, y por la dominancia de un hombre como el Sr Lee, no le interesaba más que sus riquezas y el buen poder o estatus económico.

—¿Estás seguro, cariño? Si te retractas en cualquier momento, nosotros estaremos siempre aquí, y no dudes en...

—No me retractaré—. Afirmó, con completa seguridad.

Felix estaba seguro de que no se arrepentiría de la decisión. La idea de vivir con su tía joven era mucho más emocionante.

El rubio terminó de poner algunas prendas sobre sus bolsos. Su tía estaba por llegar.


La madre de Felix visualizó una carpeta transparente en la cual Lee se llevaría muchas fotos de su infancia. Una familia de tres, totalmente felices, no había ningún desacuerdo en ese entonces y Lee creía que sus padres eran héroes.

En el momento de la foto, su hijo tenía siete añitos. Siete inocentes añitos. Y en ese entonces, nueve años después, casi diez, estaba yéndose de la casa más temprano de la mayoría de edad, a hacer una nueva vida con su hermana quien era la tía de Felix, y conocer gente nueva.

No verían a su único hijo por quién sabe cuánto. Con un poco de insistencia y suerte, su mamá pasaría a visitarlo al menos cinco veces por año. Sabían los dos perfectamente que su padre se negaría a visitar a su descendiente, ya que viviría en otra ciudad y estaría lejos de su alcance, pero si tanto dinero iban a tener, la Señora Lee cruzaría mil lagos con tal de ver a su hijo.

Pero debían respetar la decisión de Felix, que no quería verlos por un tiempo largo, y probar vivir alejado de ellos.

—Gracias por intentar en vano querer cambiarme— susurró con sarcasmo, mirándola a los ojos—. Pero nunca cambiaré. Y eso no es cuestión de que yo lo entienda, es cuestión de que ustedes lo entiendan.

Terminó de agarrar algunos bolsos y se los llevó a la puerta de la entrada.

Escuchó un motor a lo lejos y supo que se trataba de su tía.

Se fijó la hora en su celular y decidió admirarse un poco con ayuda de la cámara del dispositivo. Llevaba una camiseta de mangas largas color blanco, con un suéter celeste y unos pantalones cortos color beige. Por último, llevaba unas converse grises.

Pasaron unos pocos segundos más y ya el auto estaba estacionado frente a ellos, un señor de la segunda edad
bajó del mismo para tomar los bolsos y maletas del rubio. Los cargó al maletero y algunos en la parte de detrás.

—iHola, Lixie! Después de un tiempo, nos volvemos a ver—. Dijo ansiosa su tía.

Llevaba un vestido rojo y una coleta, sus labios estaban pintados también de un fuerte color rojizo. Su maquillaje se veía increíble, Felix admiraba eso. Y tenía uñas largas, puntiagudas, pintadas de blanco.

—Hola, tía— sonrió—. Luces radiante al igual que siempre.

Si había algo que era característico de la mujer, es que mantenía un aspecto natural y joven. Se cuidaba mucho la piel, el cabello, los rasgos faciales, tratamientos para la estética que hacían relucir el hecho de que se trataba de una jovencita con mucho dinero. Con una larga melena anaranjada, pestañas largas, piernas delgadas. Era una mujer que parecía tener rasgos occidentales.

Pero lo que le sorprendía a Felix, era que a pesar de tener mucho dinero, no era como la mayoría de las personas adineradas de su ciudad, y tenía un muy buen corazón. Una personalidad bondadosa, había participado de muchas donaciones, y todos los viernes visitaba una guardería de niños.

Una la cual Lee quería visitar hace rato. Su tía le había estado proponiendo ir juntos a la guardería para conocer a los niños de allí y darse la oportunidad de llevarse bien con ellos.

—Súbete al auto, Lix. Es hora de irnos—. Señaló la mujer de nombre Melanie Min.

Hasta su nombre era occidental. Más tarde le preguntaría acerca de ella y sus curiosidades.

Melanie se quedó hablando unos momentos con el padre y la madre del rubio, entregándoles un sobre blanco que tenía cierto grosor.
Felix pensó: —Seguro se trata de dinero, y se siente como si estuviera comprando mi libertad—.
Era doloroso escuchar a sus propios pensamientos.

Pero cuando se subió al auto, apoyó los audífonos sobre sus orejas y se dedicó a poner música, apoyar la cabeza sobre la ventana del auto y tranquilizarse durante el viaje que le esperaba hacia Daejeon.

Antes de que el viaje diera inicio por completo, y de quedarse dormido profundamente, en su cabeza pasó de forma fugaz la imagen de su psicólogo, al cual había visto por última vez hacia cinco días.


[...]



—Felix, despierta. Despierta, hemos llegado—. La tía lo llamaba, con una voz melosa.

—¿Hmm?— se removió, en su lugar, retirando los aparatos de sus oídos y frunciendo el ceño. Sus párpados no cooperaban y parecían querer cerrarse de nuevo.

—Llegamos a tu nueva casa— le susurró—. Como estas algo dormido todavía, le diré a mi empleado que nos ayude a llevar los bolsos. No te preocupes por eso, es tu primer día en Daejeon apenas.

Lee sonrió cuando vio a su tía Min sonreírle.

—Tienes una muy bonita casa—. Señaló cuando sus ojos dieron con una increíble construcción moderna. Y no podía creer que él sería quién estaría viviendo allí.

Se estiró unos segundos, y pronto salió del auto para sacar todas las maletas y bolsos restantes, los cuales eran más pequeños. Los más grandes habían sido llevados por aquél hombre alto de facciones filosas.

La vio hablar con el mismo señor y darle una cantidad de dinero determinada.

—Este es tu pago, John—. le sonrió— Gracias por tu arduo trabajo. Nos vemos mañana, a las siete de la mañana. Quiero que lo lleves a conocer su nueva escuela. Y su futura universidad.

Felix se rascó el antebrazo algo confundido y luego sonrió,
escondiendo sus manos en las mangas de su suéter.

—Tía— la llamó.

—¿Sí, cariño?

—Tengo hambre.

—Iremos inmediatamente a pedir algo—. le acarició la mejilla.

—¿De verdad?

—Sí, ya tendremos tiempo para cocinar, por eso no te preocupes.

—¿Entonces eres abogada como mis papás dicen?

Min asintió, terminando por cerrar la puerta, una chica de cabellos negros se acercó a los dos con un par de toallas.

—Señora, con permiso—. hizo una reverencia.

—Por favor, Amelie. Con confianza, aquí todos somos como una familia.
JiSung miró a la chica en frente suyo y la vio sonreír felizmente.

—Quería darle el aviso de que las toallas para el señorito Lee ya están listas, y todo su contenido de higiene ha sido ordenado.

Felix se puso rojo de repente.

—¿Mi, mi higiene?

—Así es.

—¿Y mi ropa... mi ropa interior?

—Eso también lo hemos organizado.

Lee se intentó esconder detrás de su tía cuando escuchó aquello, estaba muriéndose de verguenza.
Las dos mujeres soltaron una escandalosa risa.

—No debes sentirte así, Lixie. Todas en esta casa somos mujeres, pero eso no significa que debas avergonzarte por eso. Es para que no te hagas mucho problema, ya que debes estar cansado—. le dijo, reconfortándolo.

—Creo que comeré y subiré a dormir un rato.

—Está bien, probarás la cama entonces. Espero te sientas cómodo en ella.

Lee sonrió, y se dirigió hacia su pieza. Inspeccionó la habitación un momento, visualizando en su cabeza el cómo decoraría la misma para su estancia.

Estaba feliz, emocionado. Tenía un balcón, que daba perfecta vista hacia un bonito conjunto de hogares y luces callejeras que iluminaban de manera tenue las mismas. La brisa acariciaba su rostro y también las hojas de los árboles, junto con el ruido sordo de algunos caninos que ladraban en el fondo de otras casas.
Era anochecer. Y una sensación tan tranquilizante, cálida y abrasadora, lo estaba enrollando esa noche.
Tomó su teléfono, conectándose a la red de internet con ayuda de la contraseña que le había dado Min, en un pequeño papelito arrancado.
Entonces, entró a ver sus chats. Tenía el chat de la escuela con veintiséis mensajes. Suspiró, y mantuvo presionado el mismo para eliminar la conversación. Retirarse de la sala de chat.

Algunos ex compañeros de curso preguntaron por su estado al privado, pero el rubio no quiso responder.

Al único que sí se animó en verle el mensaje, fue a Hyunjin.

Su psicólogo.


Hyun:

¿Llegaste bien? ¿Cómo es allá?
Ten un buen provecho.
Buenas noches, Lix.
20:48

psicólogo -hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora