Capítulo 2.

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Daimon Wembley.

29 de marzo, 2048.

–¡Oye, Daimon! – exclama Kathleen, una compañera.

Me volteo a verla.

–¿Qué pasa? – pregunto preparando mis cosas para irme por dos semanas de descanso.

Mi grupo se las gano después ganar en un entrenamiento, así que como premio nos dieron dos semanas de descanso. Después de tres meses, finalmente podría ir a cas de forma más larga.

El entrenamiento es duro y aun no cumplo un año de este, es una suerte que logre adaptarme. No es un lugar del que quiera escapar.

–¿Sabías que el príncipe Nicholas se acaba de convertir en papá? – pregunta sonando impresionada.

–No lo sabía, gracias por esa información tan importante para mí – murmuro terminando de arreglar mi bolso.

–Idiota... – murmura. –Ni siquiera sabía que su novia estaba embarazada – se lanza en mi cama.

–¿Me dices todo esto por...? – pregunto.

–Intento que seas más comunicativo, hombre – rueda sus ojos.

Suelto un bufido.

–No vengo aquí a chismear sobre la realeza, Kathleen – espeto.

–¡Pero si eres el mejor amigo de Jennifer Middleton! – exclama.

Me tenso.

Joder, como detesto esas putas palabras.

–No soy el mejor amigo de nadie, Jenn y yo no hemos hablado en meses, no viene al caso lo que dices – digo indiferente.

–Oh... es que ella siempre habla de ti como su mejor amigo, entonces...

Claro que lo hace, he escuchado eso desde que la conozco, por eso mismo decidí alejarme de ella. Debía alejarme de ella para poder sacarla de mi cabeza.

Al final ambos salimos lastimados.

Ella sin darse cuenta me lastimaba y yo también la lastime.

Supongo que era lo más sano por hacer...

Dolorosamente sano.

–De igual modo, ella era mi amiga, no sus hermanos – murmuro tomando mi bolso para salir del lugar en el que duermo.

–¡Intento que hables conmigo! – exclama Kathleen saliendo detrás de mí. –Me perturba que no hables – exagera.

Ruedo mis ojos.

–Tengo amigos aquí, no sé de qué hablas – murmuro.

–Oh si, uno de ellos es mi hermanito – sonríe.

Asiento.

–Bueno... ¡No mentiré! – se detiene. –estudio psicología mientras hago este entrenamiento – divaga. –Así que no pude evitar analizarte y...

–No tengo tiempo para terapias, aun no la necesito – me despido de ella finalmente logrando salir de la central.

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–¡Daimon! – exclama mamá abrazándome.

Suelto una risa.

–Mamá... trabajas en el hospital militar, nos vemos todos los días – acoto dejando mi bolso en el suelo.

Ella palmea con más fuerza de la necesaria mi mejilla y entrecierra sus ojos.

–Recoge ese bolso en este mismo instante, hijo – ordena y me abraza. –Ve a tu habitación, tu padre me hablo de ese increíble trabajo que hicieron en equipo y que por eso te quedaras dos semanas en casa – sonríe.

Olvidando a la princesa [#6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora