20|Te deseo

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«No te engañes, los monstruos también se enamoran».

♡♡♡

Nicholas:

—¿Te vas a quedar ahí mirando como un salido o piensas decirme dónde dormiré? —Suelta con aire autoritario y una mirada seductora que me descoloca completamente.

—En mi cuarto, yo me quedo con el sofá —Respondo intentando mantenerme sereno.

—Bien —da media vuelta y camina contorneando las caderas mientras se recoge el pelo.

«Dios, dame paciencia»

—Elizabeth...

—¿Sí...?

—Toma —Le brindó una de mis camisas que le cubren hasta los muslos y la mira de arriba abajo como si no supiese porque... una sonrisa maliciosa aparece en su hermoso rostro —Póntela —Exijo ante su evidente vacilación.

Comienza a desabrochar su body y tengo que frenarla, aunque no quiera. Debo mantener mi mente fría para así no perder el control que, con ella, cada vez me parece más imposible.

—Por encima, Elizabeth.

—Como quieras —Se encoge de hombros y termina de pasar sus brazos por las mangas.

Giro en busca del sofá —mi nueva cama temporal— que incluso he llegado a cogerle cariño, y se acerca, captando mi total atención al recorrer sus pequeños bracitos los moretones de los golpes desde las muñecas hasta uno en la mejilla.

—Nico, déjame verte —Demanda, sin entender completamente a lo que se refiere. Mi cara de confusión es más que notable y continúa con un breve énfasis —Levanta la camisa.

Debo admitir que me sorprendió bastante el hecho de ver a Liz de esta forma tan segura, en otras circunstancias se habría sonrojado, pero no está vez, sus ojos reflejaban preocupación.

—Pero dame unos besitos o algo primero... —Suelto para aflojar el ambiente.

Se ríe y me da un golpe en el estómago —Tonto— el dolor se clava nuevamente en el mismo sitio y hago una mueca de la que parece percatarse.

«Bueno, al menos conseguí que se riera»

—A ver.

—No creo que...

—He dicho que a ver —Terca, decidida, mandona, puedo asegurar que son de las cosas que más me gustan de ella.

Levanto la camisa lentamente y termina de pasarla por mis brazos.

Sus dedos fríos hacen contacto con mi piel y bordea el lugar de los golpes. Un escalofrío recorre mi espina dorsal y no puedo evitar erizarme ante aquel inocente roce.

—Esto pasó por mi culpa —Confiesa mientras no deja de observar los morados en mi piel.

—No digas eso, sabes que no es cierto.

—Si yo no te hubiese distraído no tendrías ningún golpe —Se sincera y logro sentirme una basura.

No fue su maldita culpa el que yo estuviese en ese lugar, que por mucho que tratara salir siempre estaré cogido por los huevos y no puedo poner en peligro a ella y a mi madre. No puedo perder a las dos únicas personas que me importan.

—Me duele más otras cosas Elizabeth, el golpe es lo de menos.

Me duele perderla, me duele aceptar que me importa tanto como para, después de mostrar una parte de mí y mi pasado, quiera retenerla. Poder explicarle tantas cosas. Me duele ser el maldito egoísta que soy a su lado, que no la merece. Me duele que no confíe en mí, que aun sabiendo que ella es mi mundo, no lo ve o no lo quiere ver. Desearía tanto poder decirle todo esto de frente; sin embargo, no tengo el valor suficiente. Mientras por cobarde me arriesgo a perderla, el silencio ríe y el corazón se cierra de dolor.

Voces del Otoño © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora