«Cuando intentamos esconder nuestros demonios, estos salen y con mucha más fuerza».
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Un año pasó desapercibido, en las sombras de los pasillos murmurantes de la facultad.
Doce meses, ocultándose detrás de sus gafas, perdido en los libros, ajeno de lo que acontece a su alrededor. La capucha de la sudadera disimulaba sus audífonos en clase y se convertía en su barrera social.
Trescientos sesenta y cinco días de aparentar ser el típico nerd de notas perfectas y vida aburrida.
Nicholas Gray es ese chico que se sentaba al final del salón, invisible ante los ojos de todos, incluso a los míos... hasta ese día.
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Septiembre, 12
-Liz deja de mirar ya al rarito o por lo menos disimula un poco -dijo Natalia mientras daba un sorbo a su bebida.
Nicholas está sentado en el rincón más oscuro y apartado del salón de la fraternidad. Mantiene una postura rígida -como de costumbre- con las piernas cruzadas y la mirada perdida, pareciese incluso inamovible. Para mi sorpresa, sostiene un trago quien sabe de qué y con su otra mano un libro. Los segundos pasan y él solo acaricia las páginas como si su vida dependiese de ello. Lo observo; sin embargo, no consigo ver más allá de su actitud indiferente. No es más que un extraño para mí.
Por mucho que alguien intente mantenerse en el anonimato, rumores, especulaciones, siempre rondan a su alrededor. Nicholas no es la excepción.
No me creo toda esa fachada tan perfecta, debe haber algo detrás, estoy segura.
«Ni que fueras detective».
¡Cállate conciencia!
Solo tengo la seguridad de que despertó algo en mí. ¿Atracción? ¿Curiosidad? Da igual, en cualquiera de los casos, nada cambia el hecho de que se volvió mi maldita obsesión.
Hago caso omiso a las palabras de Natalia, ya lleva alrededor de siete tragos. De un tirón me lleva hasta la pista de baile, rodeada de universitarios borrachos y en menos de lo que mis ojos pueden percatar, me hallo sola. Mi amiga encontró, fácilmente, un cuerpo al que rozarse el resto de la noche. La habitación la percibo cada vez más grande y yo estoy aquí, bailando -o algo por el estilo- para una multitud de ojos observadores.
Entre tanta oscuridad, está él. Sus profundos ojos dorados se encuentran pendientes de cada movimiento de mis caderas. Se acomoda en el sofá, regocijándose y saboreando el alcohol que baja lentamente por su garganta.
«¿Solo piensas mirar, Nicholas Gray?»
Consigo dejarme llevar por la música. Muevo mi cuerpo con la sensualidad correspondiente, al fin y al cabo, la mayoría están demasiado ebrios como para notar mi falta de experiencia.
«You Can Leave Your Hat On», de Joe Cocker hace vibrar las paredes de la fraternidad. Miro desafiante a Nicholas y una sonrisa pervertida aparece en su rostro. Esa fue mi luz verde para comenzar a bailar.
Me sumerjo completamente en la canción. La seguridad -que tantas veces huye de mi-, logro encontrarla al cerrar mis ojos. En cada tempo me siento más libre. ¡Amo esa sensación!
A mitad de la música siento unas manos fuertes apoderarse de mis caderas, haciéndome girar. Busco donde sostenerme para no perder el equilibrio y abro los ojos. Mi mente me juega una mala pasada al deducir que se trataba de él; pero no, Nicholas no se arriesgaría a dar de qué hablar. La decepción cambia de lleno mi expresión.
Alexander Blakewood -mejor conocido como Alex- es el mariscal del equipo de fútbol rugby. Disfruta de un cuerpo atlético que pareciese esculpido a mano y unas facciones griegas en perfecta sintonía con su iris azul. Además, tiene a medio campus detrás de su trasero, no solo por sus dotes físicos; sino por ser el hijo único de Richard Blakewood. ¡Todo un partidazo mi ex novio!
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Voces del Otoño © [✓]
Storie d'amoreBilogía "Entre equinoccios" [Libro #1] ... Él esconde un secreto. Ella pone en riesgo su vida por descubrirlo. Enamorarse no es una alternativa; pero cuando el deseo es más fuerte, el pasado es devastador. ... Nicholas se encargó de construir una fa...