13|Pequeña detective

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«¨La curiosidad mató al gato¨, lo que él no sabía, es que tiene siete vidas».

♡♡♡

Otro día más recorriendo los interminables pasillos de la universidad, retando al tiempo para asistir puntual a las conferencias, yendo contra la racionalidad que me exige concentración; en cambio, me encuentro jugando con mis dedos pensando en un quizás.

La probabilidad de que mi subconsciente me falle, mi orgullo no sea quien hable y hacer callar a su sarcasmo con mi lenguaje corporal, nubla mis pensamientos.

Estoy distraída... aunque lo correcto sería decir «me tiene distraída»; ¿por qué resulta tan difícil sacar a alguien de tus pensamientos?

Solo lo pienso porque queda el ¨hubiera¨, quedan los deseos de tenerle. ¿Qué puede tener de especial un chico que finge ser una persona completamente diferente?

«Todo mi querida Liz»

No ayudas conciencia.

Estoy atada a su misterio. Es eso. Cuando descubra que esconde estoy segura que dejaré de obsesionarme con cada palabra que diga.

Antipático, sarcástico, engreído, egocéntrico, pervertido, todo ello detrás del envoltorio perfecto. La fachada perfecta para alejar las narices ajenas de sus asuntos.

Pero; ¿qué oculta para tomarse la molestia de engañar a todos?

«Deja de jugar a la Sherlock, no eres detective»

Debe ser algo muy fuerte como para tomarse tantas molestias en ocultarlo, ¿no crees?

«Elemental, mi querida Sherlock»

Cállate de una vez, no me concentro.

«Yo no tengo la culpa de eso, sino el rarito que investigas»

Yo no... agh, silencio.

«Silencio tú, que eres la loca que habla con su conciencia»

—Señorita Callen, ¿está usted prestando atención?

¡Mierda!

Alzo la vista rápidamente de mi cuaderno —que no tiene más que notas incoherentes, pues llevaba casi toda la clase con el lápiz en mis labios, supongo que para calmar la ansiedad— y me topo con los ojos del profesor, seguramente preguntándose qué hago tan interesante como para no atender una información que seguramente irá a examen.

—Mmm... yo

Riiiing...

¡Salvada por la campana!

Me levanto del asiento eufórica, tomo mi bolso, recojo los libros y salgo de ahí —sin mirar atrás— para no tener que encontrarme con la mirada acusatoria del profesor mientras me pide que me quede para la ¨charla¨.

Llego al pasillo principal y mi respiración se calma un tanto. Mi corazón acompasado al ritmo de mis pies, giro buscando el taller de escritura.

Ahí estaba, pero no abstraído en su lectura como de costumbre sino... ¿escribiendo?

Tenía la mandíbula apretada, no apartaba, ni un instante, sus ojos color del tiempo de aquella hoja de papel. Tenía un bolígrafo en su mano derecha y la cabeza la apoyaba en la izquierda. En un aire de frustración se remueve el pelo y acomoda los lentes cuando me dirige la mirada.

Ayer se fue, así sin más. Dejándome con los latidos tan acelerados que figuran un concierto dentro de mi cuerpo, a su lado KISS era solo música clásica.

Tuve que apartar la mirada, hace un ademán por hablarme, pero se corta así mismo enseguida, molesto —sin saber por qué— arranca una hoja de papel y la lanza al cesto, no cayó en el centro, pero poco le importó.

Voces del Otoño © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora