8|Una larga noche

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«A veces, solo a veces, es necesario dejarse llevar».

♡♡♡

—Puedes dormir conmigo Elizabeth, pero solo esta noche. No te acostumbres —voy a decir algo cuando siento sus dedos entrelazados a los míos. Lleva la delantera, marcando el ritmo de los pasos hasta alcanzar la moto que había estacionado a las afueras de la residencia.

Peina un poco mi cabello antes de ajustar el casco, sin perder la conexión de las miradas. Me ayuda a subir y susurra un «agárrate fuerte» antes de acelerar e ir rumbo contrario a la universidad, alejándose cada vez más, conforme pasan los minutos.

Me sorprende el hecho de que haya decidido llevarme a su departamento, con lo reservado que es, podría esperar cualquier cosa menos eso. Me siento ansiosa y al mismo tiempo; quisiera que el reloj se detuviese justo ahora. No estoy preparada para cruzar la puerta de su casa, para estar a solas otra vez con él.

Presiento que tendré que callar a mi orgullo, el mismo que grita «¡engreído!» y por dentro, lo desea. No sé si pueda ser capaz de contenerme, porque si lo tenga cerca, estas ganas terminarán por explotar de mil formas distintas. «Liz, que te perdemos».

Para distraerme de esos pensamientos, que no hacen más que un torbellino en mi cabeza, me pongo a ver la agradable vista de la ciudad en la noche. Dejamos el centro de Londres, todo iluminado y hermoso para tomar rumbo a un barrio que, definitivamente, no conocía. Pasamos por un complejo de apartamentos bastante descuidado, paredes de ladrillos desgastadas, humedades por doquier, alcantarillados y callejones que no daban buena espina. El arte callejero es predominante. Los artistas dejan su huella en los muros. Espontaneidad vista desde una forma oscura, carente de matiz.

Una fragancia entre hierba y nicotina forma parte del ambiente. Nunca antes visité esta parte de la ciudad. Ahora entiendo el porqué, el silencio sobrecoge mi corazón que intenta parecer sereno, cuando mis brazos se aferran con más fuerza, cada que avanzamos, a su cintura.

Llegamos a lo que antes mis ojos, parece ser un edificio abandonado. En mi mente pasan mil situaciones por pulsación y en todas, la misma imagen eclipsa cualquier pensamiento de miedo, cualquier indicio de peligro... es, precisamente, los ojos de Nicholas.

No hallo explicación para el por qué su mirada me transmitía tanta paz, emanaba protección en cada destello dorado que mis ojos percibían. Noto, muy a mi pesar, el pulso acelerado. Debo calmarme, lo último que quisiera es demostrarle cuán nerviosa me pone este lugar. «Y su presencia, un detalle importante Liz».

Deja la moto estacionada y me indica que suba. Camino detrás, vigilando cada paso en silencio. Mentiría si dijera que tener su vista clavada en mi cuerpo mientras subo algún escalón no envía corrientes eléctricas por todo mi ser. Sentirlo así... tan cerca, solo hace que arda con más intensidad.

Me detiene en el tercer piso frente a una de las tres puertas. Saca sus llaves y no puedo evitar sentirme distraída por la oscuridad, solo una lámpara funcionaba en aquel pasillo y la luz era muy suave, alumbrando solo el perfil de Nicholas abriendo su apartamento.

Escucho el ruido de la puerta de al lado abriéndose y sale un chico de piel morena, cabello negro que, solo remarcaba más sus rasgos, despidiéndose de una chica —que a mí parecer, no pretendía irse—

Ante esa escena miro de reojo a Nicholas quien seguía inexpresivo.

«Parece estar más que acostumbrado a situaciones así».

La chica voluptuosa de cabellera negra se marcha con el labial corrido, consecuencia de dicha sesión de besos de despedida que tuvo lugar a dos metros de distancia del departamento dónde iba a dormir. «¡Vaya noche llevo!»

Voces del Otoño © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora