Capítulo 03

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—No puedo creer que no tengas nada bonito aquí —dice Jasmine sumergida en mi armario, rebuscando entre mi ropa. Ha creado una montaña en mi cama y otra en el suelo. Parece un tornado.

Me quedo sentado en la silla de mi peinador, mirando fijamente hacia donde se supone que está. Solo puedo ver las prendas salir volando.

—Soy un chico de diecisiete y me gustan los unicornios, no me culpes por eso.

—Ughh, eso explica por qué tienes esta cosa tan horrible —emite al tiempo que una sudadera celeste vuela por los aires—. Deberías superar la etapa de My Little Ponny.

Tiene el cuerpo de un unicornio realzado y los cabellos multicolores de su cola también. Me levanto, alarmado, y la recojo para colocarla extendida en mi edredón.

—¿Qué? A mí me parece bonita. —Pero la verdad es que es espantosa, es la cosa más fea que he visto después de mi gorro de hamburguesa con doble queso. Si la sigo guardando es porque me trae buenos recuerdos, mi padre me la dio cuando cumplí quince.

—Luego de la fiesta renovaremos tu aburrido armario, Fluke. —exclama sin ganas. —Nos tocará hacer maravillas con lo que tienes. 

Al final, los dos nos vestimos y, a pesar de que le aseguro que puedo hacerlo por mi cuenta, me mira con ojos de borrego a medio morir pues quiere hacerme un favor de amigos. No es que no quiera, es que Jas es un poco exagerada y no quiero parecer payaso.

No tengo muchas esperanzas de pasar el rato con Ohm, no después de verlo junto a Hannah en el restaurante; pero ella dice que igual debo verme bonito por si las moscas deciden planear con sus manos maquiavélicas algo a mi favor.

Una hora después estamos listos. Jas se puso un vestido rojo que combina con su labial y su mueca de picardía. Sí, le gusta hacer gestos en el espejo para comprobar que luce bien haciendo cualquier cara. ¡Maldita loca!

La verdad es que no quedé tan mal, me veo bastante bien, y me gusta muchísimo lo que hizo Jas con mi cabello.

Mi madre insiste en llevarnos para conocer el lugar donde pasaremos el rato. Todo el camino se la pasa parloteando sobre lo lindos que nos vemos. Llegamos a la casa llena de jóvenes. Jas sale del auto, voy a hacer lo mismo, pero escucho su voz.

—Cuídate, cariño, y por favor llámame cuando Greg ya vaya a llevarte a casa. Sabes que me pongo nerviosa.

—De acuerdo —le digo sonriendo—. Te quiero, mamá.

Jasmine se despide de mi madre antes de que emprendamos el camino a la entrada. La música resuena a todo volumen, los gritos eufóricos se escuchan desde el exterior. ¡Oh, sí, quiero mover el cuerpito!

Un chico está en la puerta como si fuera guardia de seguridad, luce realmente amenazante. Algo así como King Kong queriendo machacarme.

—Venimos con Greg. —dice mi mejor amiga alzando la voz.

Al escuchar el nombre, el grandote sonríe y se hace a un lado. Sin embargo, antes de que podamos entrar, nos extiende una pecera llena de billetes y monedas. Lo miramos sin comprender qué quiere. ¿A caso me está ofreciendo dinero? ¿Este es un milagro?

—El alcohol y los condones cuestan. —La morena bufa y saca de su bolso dos dólares.

—No hay más.

Nos deja pasar, pero mi mente todavía está dándole vueltas a sus palabras.

—¿Condones? —pregunto, atónito.

—¡Oh, vamos! En cualquier fiesta hay de esos globitos. Camina. —Me jala del brazo para obligarme a entrar.

La oscuridad es impresionante, hay muchos cuerpos moviéndose al ritmo de una canción electrónica que no conozco. Greg se nos une y le da un apasionado beso a su novia, me saluda con un «Hola, chico hamburguesa». Nos acerca a su grupo de amigos ruidosos, quienes están jugando a ver quién bebe más alcohol.

Miradas Azucaradas - OhmFlukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora