No voy a deprimirme, no voy a deprimirme, no voy a deprimirme.
Piensa en caritas felices, Fluke, en cosas divertidas como Frank pegando sus mocos debajo de la mesa.
Eso me digo mientras camino por el supermercado con pasos apretados y la mente hecha un caos. Ayer por la noche Ohm me marcó un montón de veces, no me atreví a contestar porque no podía dejar de pensar en lo que había dicho Hannah. Él se iba a dar cuenta de que algo ocurría, y la verdad no tengo ganas de ser yo el que le diga que su crush se ha dado cuenta de que lo quiere.
No... no resistiría escuchar cómo babea del otro lado del teléfono.
Quiere recuperarlo como si yo lo tuviera amarrado a la pata de la cama, eso no suena tan mal pensándolo bien, de hecho se escucha muy interesante y tentador. Podría raptarlo, llevarlo a Alaska para que solo pueda hablar conmigo y los pingüinos.
No puedo evitar preguntarme qué hará, ¿le dirá directamente sus sentimientos? ¿Ohm ya lo sabe? ¿Por eso me llamaba? Quizá quería mandarme a la mierda para irse con esa chica.
Apresuro el paso debido al enojo y me interno en el pasillo cinco, los estantes llenos de tintes me saludan, las modelos en las tapas sonríen demasiado, ¿será divertido que le tomen fotografías a tu pelo?
No tengo idea de qué marca es buena y cuál no lo es. Hago como siempre, elijo el que tiene la caja que más llama mi atención, es de color verde y tiene a una rubia sonriendo en la portada, si se divierte tanto seguramente es porque su tinte le gustó... o tal vez es como yo y prefiere reír a llorar, no lo sé.
Lanzo un suspiro melancólico y me encamino a la panadería, tomo una charola metálica y unas pinzas. Hay mucha gente alrededor, así que tengo que ponerme de puntitas para encontrar el pan favorito de mamá: es un pastelillo con piña en medio, la he visto atragantarse con esos muchas veces.
La verdad es que tenía planeado algo súper genial para regalarle en este día, pero después de lo que pasó ayer con Hannah, me convertí en un zombie y olvidé que se acercaba el día de las madres. Escuché a papá hablando por teléfono con la florería esta mañana, ahí fue cuando mi mente hizo conexión y recordé que se me había olvidado hacer el regalo. ¡Alto! ¡No se atrevan a preguntar por qué mi padre hablaba con la florería y pedía un ramo enorme de rosas! Mucho menos pregunten por qué daba la dirección de casa, hice como si no hubiera escuchado nada, deberían hacer lo mismo, descarados.
Encuentro los pastelillos, arrugo el rostro como una pasa al ver que solo quedan cuatro, quería llevarle seis. De pronto, veo a una niña que se acerca justo a ese lugar, ¡oh no! ¡Que no se le ocurra tomar mis panes! Me apresuro, esquivando a la gente que no se da cuenta de que está a punto de robarme los pasteles.
Ella extiende la pinza, pero se le cae al suelo, casi quiero saltar de la felicidad. Me acerco y deposito rápidamente todos los panes en la charola. Mi mirada cae en la pequeña niña que observa con los ojos llorosos todo el suceso, me mira como si fuera un monstruo malvado.
Diablos no, ¿va a llorar?
Primero soy un brabucón de rubias con complejo de Rosita fresita y ahora ataco a niñas inocentes roba pastelillos.
Sus grandes ojos observan el estante y luego me miran, su boca hace un puchero; ya, necesito hacer algo para que no se ponga toda histérica.
—No llores, te he salvado, ¿sabías que estos pastelillos tienen mucha azúcar? Te he rescatado de que las hormigas se suban a tu cuerpo y te piquen los ojos, deberías agradecerme.
Su frente se arruga, el puchero se pronuncia, está a punto de hacer un berrinche. Mierda, ¿qué hago? No puedo dejar que todos se den cuenta de que le he quitado los panes a la niña, aunque yo los haya visto primero.
—Piénsalo, no creo que te guste quedarte sin ojos, son azules, seguro muchos chicos van a amarlos cuando seas grande y tengas gomitas en la delantera. —Creo que estoy diciendo muchas tonterías al mismo tiempo.
—Papi... —lloriquea. Abre la boca, por alguna razón creo que va a gritar, algo hace que me sienta mal, así que me adelanto agachándome y llamando su atención.
—¿Quieres los panes para tu mamá? —pregunto, la pequeña sorbe por la nariz y asiente—. ¿Me prometes que vas a dejar que se los coma todos porque es su día? Nadie debe comerse los pasteles de mamá.
—Te lo prometo —murmura.
Y, con todo el dolor de mi corazón, le doy mi charola. Ella la toma con una sonrisa y se da la vuelta para irse a un carrito. Siento que hice lo correcto.
Sin más opción me dirijo a pagar lanzando un suspiro profundo, pago el tinte después de veinte minutos, afuera tomo el autobús que me dejará a unas cuantas calles de casa. En mi asiento pego en la caja el moñito rosa que compré.
Al descender del transporte público empiezo a ponerme nervioso, la verdad es que la extraño. Extraño los desayunos de mamá y que siempre me reciba en las tardes con un plato lleno de comida, que me despierte muy temprano por las mañanas de los domingos para limpiar la cocina pues al final siempre me da una bola de helado de fresa. Extraño que me haga bromas con Cecile acerca de Ohm, para luego burlarnos juntas de mi hermana por su flechazo con su mejor amigo. Extraño verla bailar mientras trapea el suelo, y que nos quite el control remoto para ver su serie favorita.
Podré quejarme un montón, enojarme otro tanto; pero al final del día ella seguirá siendo mi mamá, y yo la seguiré amando.
Me detengo frente a la puerta de la casa, desde el exterior puedo escuchar los gritos histéricos de Frank y las carcajadas de mi hermana, no quiero imaginar qué es lo que está ocurriendo.
Saco mi juego de llaves y abro, camino hacia la sala de estar y veo a Cecile trepada en el sillón cogiendo la cabeza de mi hermano para mantenerlo lejos y que no se le acerque.
—Le voy a decir a mamá que tienes fotos de Beyoncé en traje de baño. —Frank grita y se sacude, intentando llegar hasta su tableta electrónica—. ¡Mamá, a Frank le gustan las ancianas!
Suelto una risita que hace que detengan la pelea, mi hermana lleva un vestido negro que la hace ver como una bruja, su cabello largo está suelto y tiene pintura negra debajo de los ojos, si no supiera que es maquillaje pensaría que alguien le dio un puñetazo. Se me quedan mirando, después bajan del sillón, sincronizados.
Trago saliva cuando Cecile me arrastra para abrazarme, le regreso el abrazo.
—Lo siento, chico unicornio, fui un poco ruda, pero sabes que te quiero aunque a veces me den ganas de sacudirte. —Sonrío y le saco la lengua a Frank, quien no deja de observarnos.
—Yo también te quiero, chica vampiro —susurro de vuelta.
—¡¿Pero por qué mis hijas se están abrazando sin invitar a su madre?! Es mi día, ¿hola? —La voz de mamá me hace reír, ella se aproxima y nos abraza a los dos, extiende una mano hacia Frank—. Ven, cariño.
Entonces los cuatro nos abrazamos, esto es lo que somos.
Le entrego la caja del tinte, mamá la toma y me da un beso en la sien, no hace ningún comentario acerca de mi patético regalo. Veo el ramo de rosas en el comedor, hay una tarjeta en la cima, pero no me atrevo a indagar qué es lo que dice, no entiendo un carajo a mis padres, por lo que decido dejar de quebrarme la cabeza antes de que me explote. Comemos juntos, vemos películas y reímos.
Observo de reojo el cabello azulado de mamá, mis comisuras tiemblan. Nunca me he puesto a pensar en todo el esfuerzo que hace por mis hermanos y por mí. Sin quejarse ha aguantado las travesuras de Frank, los cambios de humor de Cecile y mis tonterías, todo eso mientras hace que nuestro hogar funcione y lidia con sus problemas personales, ¿cómo lo hace? Es decir, yo quiero cortarme las venas con galletas de animalitos cuando no puedo contestar una pregunta del examen de matemáticas.
Mi mamá es genial.
Lanzo una carcajada pues el dibujo animado de la televisión dice una estupidez, el timbre suena, por lo que me levanto y voy a la entrada repitiendo en mi mente el chiste de la película. Mi sonrisa se borra cuando veo a la persona del otro lado de la puerta.
¿Por qué Ohm tiene que aparecer justo ahora?
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Miradas Azucaradas - OhmFluke
FanfictionA lo largo del día pasan muchas cosas en la vida de Fluke: pelea con esos odiosos trolls a los que llama hermanos pues lo molestan porque le gustan los unicornios, se quiebra la cabeza en la clase de matemáticas, hace como si no le importara el divo...