-¿A quién se le ocurre correr por unas escaleras con estos zapatos y embutida en esa falda?- me dice Marco mientras me lleva en brazos. Si. Mi jefe me está llevando en brazos al coche porque me he torcido el tobillo.
- Lo siento de verdad, es que soy muy patosa lo siento.- digo intentando no morir de la vergüenza.
- Quien iba a decir que iba a acabar cogiéndote en brazos.- se ríe él mientras menea la cabeza. Se para a esperar el coche conmigo en brazos aún. Me remuevo incómoda y noto como sus dedos presionan en la parte baja de mi muslo. Uh... Me lo imagino como si estuviera dándome estocadas mientras me clava sus dedos en los muslos...
- Bájame.- pido antes de que me ponga más cachonda.
- No puedes apoyar el pie.
- Si, ya estoy bien.- digo con una sonrisa falsa. Me baja y al pisar el suelo hago una mueca del dolor. Noto como se ríe por lo bajito al montarnos en el coche y hacer que ande unos pasos. Llegamos a nuestra empresa y bajamos del coche.
- Puedes irte ya a tu casa Marlena, gracias.- me da un beso en la mejilla y se dirige a la puerta.
Cojeo hasta el metro, y cuando llego a la casa, todo está en silencio. Me cambio a una camiseta de tirantes blancos y unas mallas con agujeros (a ver, es que tienen ya sus años). Cojo una bolsa de Cheetos y me tiro al sofá. Al rato, Carlos se presenta en casa con todo el papeleo del crucero.
-¿Cómo es que te puedes zampar todos esos Cheetos y no engordar?- me gruñe Carlos sentado en una silla.
- No lo sé.- digo con la boca llena. Era verdad. Últimamente con la depresión comía a tope, y a pesar de eso, sigo delgada.
- Bueno tía, crucero por el Mediterráneo. ¿Qué te parece?- me dice enseñándome folios con paisajes de Italia y Grecia.
- Caro.
- ¿Desde cuando te importa el dinero a ti?- dice divertido.
- Desde que cobro una mierda y vivo con mis dos amigas en una habitación sin ventilación.- digo con el ceño fruncido.
- ¿Por qué no le pides un adelanto al jefe?- me dice dejando los folios sobre la mesa.
- Porque no puedo Carlos. ¿Qué le digo? ¿Qué quiero irme de crucero?- veo como sus dos ojos se abren de par en par.- No, miedo me da lo que pasa por esa cabeza...
- ¿Y si filtreas con él?
- No Carlos, no.
- OIOIOIOI, ¡IDEÓN!- grita dando palmadas. Se levanta y va hasta mi habitación.- Ven, que te vamos a poner putona.
Pongo los ojos en blanco y voy hasta donde Carlos mira mi armario con brillantina en los ojos. Escoge un vestido blanco con aro O con abertura ajustado, y unas plataformas blancas. Me eligió unos aros plateados grandes, y una trenza alta.
-Se supone que me había torcido un tobillo Carlos...- le digo mientras vamos a la puerta.
- Pues ya se te ha pasado. Venga, tírale que quiero que vengas al crucero.- salimos a la calle y nos montamos en su Nissan de color negro, y vamos hasta mi empresa.
- Carlos que vergüenza por dios...- digo cuando aparcamos en la puerta.
- Toma, una ayudita.- abre la guantera y saca una botellita de Larios en miniatura. Me la tiende, y me la bebo del tirón. Hago una mueca de asco y salgo del coche.
Saludo a las recepcionistas y me dirijo al despacho de Marco. Cuando su voz me da paso, lo veo con la camisa medio desabrochada y con los codos apoyados en el escritorio y la vista en el ordenador. Cuando me mira, sus ojos se abren de par en par y le sale una sonrisa de lado. Su mirada se para en mis pechos, que gracias al escote, se ven más enormes y respingones.
-¿Qué le trae por aquí señorita Fernández?
- Bueno, venía a pedirle un favor.- me siento en el sillón de en frente y tiro de mi escote hacía arriba, ya que no despegaba su mirada.- Ya llega el verano.
- Ajá.
- Y pues me iré de vacaciones a un crucero. Pues con lo que tengo ahora, no me da. ¿Le importaría darme un adelanto?- estudio su cara con atención y veo como se echa atrás en su silla.
- ¿Y por qué razones te debería dar el adelanto?- sus cejas se alzan y se deja caer totalmente en la silla.
- Soy una buena secretaria. Hago todo lo que me pide...
- ¿Todo?- dice con una mueca oscura. Lo miro y caigo en lo que se refiere. Vale, quiero ir al crucero. Marlena, solo será un revolcón venga...
- ¡Tíratelo!- dice un Carlos imaginario vestido de demonio en mi hombro.
- ¡No eres una puta cualquiera!- me riñe una Bea vestida de ángel en el otro lado.
Vuelvo a mirar a Marco, y me echo hacía delante.
-Todo.- digo lentamente. Marco se levanta y cierra la puerta con pestillo.
Se coloca frente a mi, y cuando me levanto, atrapa mi cara entre sus manos, y me besa en los labios. Le sigo el rollo, y rodeo su cuello con mis brazos. Me coge en brazos y me sube sobre su escritorio. Le termino de desabotonar la camisa, y la tiro al suelo. Él me sube el vestido, y me quita el tanga de encaje blanco. Mientras nos besamos, el mueve su pulgar sobre mi clítoris, mientras yo le desabrocho los pantalones, y saco todo su miembro moviéndolo entre mi mano. Coge un envoltorio de su cajón y se lo coloca rápido. Me recoloca en el filo del escritorio, y de un golpe en seco, se cuela en mi. Empieza a darme estocadas rápidas y nuestros jadeos y gemidos, llenan el despacho. Acabo gritando sobre su boca, y arañándole toda la espalda. Él da los últimos empeñones, y se recuesta en mi hombro recuperando el aliento. Nos incorporamos, y nos ponemos todo en nuestro sitio. Intento retocarme, mientras Marco me mira intentando ponerse la corbata. Me acerco y le ayudo.
-Te daré el adelanto Marlena.- dice con sus dos ojos sobre los míos.
- Vale.- digo cabizbaja. Me sentía fatal. Como una puta que había vendido su cuerpo a cambio de un crucero. Salgo del despacho, y mientras bajo, me llega un mensaje de Marco.
Marco Ortiz
¿Quedamos esta noche?
Ha sido una despedida muy amarga.
Voy hasta el coche, donde Carlos está hablando por el teléfono. Cuando me siento a su lado y le miro, suelta una risotada.
-Se te nota a kilómetros que has follado.- me miro en el retrovisor, y veo que tengo el maquillaje un poco corrido, y estoy despeinada.
- Vamos a casa por favor.- Carlos me da un beso en la mejilla y me lleva hasta mi casa.
Al abrir veo a Bea con una olla de macarrones al pesto en la mano, y una sonrisa enorme.
-¿Os lo ha contado Carlos, verdad?- digo al ver sus caras de cotillas.
- Cuenta.- sueltan a la vez.
- Quiere volver a quedar está noche, pero para cenar.- digo tras contarles todo.
- ¿Y?
- Pues que no sé que decirle.- digo confusa en el sofá tirada.
- Venga Marlena, ¿hace cuanto no sales a cenar con un tío por la noche?- me dice Martina poniendo los platos.
- Hace 2 meses con su compañero del club, que por cierto tienes que dejar.- responde Bea.
- Le diré que si. Y también llamaré al club.- mis amigas empiezan a chillar y pongo los ojos en blanco.
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Lo que nos devolvió el mar. (2)
Teen FictionSegunda parte de 'Lo que se llevó el mar'. Ellos dijeron que su historia de amor se la llevó el mar aquella noche. Pero lo que ellos no saben es que toda ola regresa a su orilla, y con ellas las palabras que creían estar sumergidas. Con sus nuevas...