Tras la llamada le conté todo a Marco, y me fui a mi apartamento. Intenté llamar a Carlos o Bea, pero ninguno me lo cogió. Me acosté sin cenar, me levanté tarde, y ahora con una pequeña maleta me encuentro frente al portón que tantas veces visité.
-¡Marlena!- Concha con cara de asombro me abraza.- Hace años que no la veía. ¿Roma bien?
-Perfecta.- le digo con una sonrisa terriblemente falsa. Entro en la casa y me quedo en el hall.
No habían quitado ningún cuadro mío, al revés, diría que había más. Me adentro en el salón y veo a mis hermanos sentados en el gran sofá con unas maletitas en frente suya. Mi padre está sentado en su sillón como siempre con su vasito de whisky, y mi madre... No está.
-¡Enana!- exclama Bruno. Se levanta y me estrecha entre sus brazos alzándome un poco del suelo.
-Déjame que yo también quiero abrazarla.- se queja Enrique arrebatándome de los brazos de Bruno.- Estas guapísima.
-Gracias chicos.- me suelto y miro a Samuel quien me abre los brazos. Corro hasta él y lo aprieto contra mí.
-Sabía que ibas a venir.- susurra.
-Solo por ti.- me separo y le dedico una pequeña sonrisa. Miro a mi padre y camino hasta él.- Hola papá.
-Hola Mar.- intenta sonreír pero hace una mueca de dolor. Me fijo más y veo que su aspecto ha cambiado. Está más delgado, calvo del todo, y con unas ojeras profundas.- Estas muy guapa.
-Pero más lo va estar en la fiesta.- aclara una voz femenina. Me giro y veo a mi madre enfrascada en un vestido verde agua con florecitas rosas. Lleva el pelo más largo y ondulado por las puntas.- Hola hija, cuánto tiempo... Te hemos echado de menos.
Se inclina y me da un beso en la mejilla. Desde que saludé a papá, me he quedado en el mismo lugar. Veo como mi madre se sienta en el brazo del sillón donde papá está, y le acaricia el hombro. Algo me olía raro, muy raro.
-Bueno vamos que el jet nos está esperando.- dice Enrique poniéndose su americana. Los miro confundida y cojo mi maleta para seguirlos. A las a fueras de la casa, un jet privado negro con el logo de la empresa nos espera. Entro y coloco mi maleta. Me siento junto a una ventanilla y reposo la cabeza sobre la tela beige de cuero del asiento. Samuel se sienta a mi lado, y coloca una mano en mi muslo para avisarme. Mi padre sube con ayuda al jet acompañado de mi madre por detrás. Se sienta en el primer asiento con bombonas de oxígeno y unas pastillas ordenadas. Miro los movimientos de mi padre, lentos, y torpes.
-¿Está enfermo?- le digo a Samuel.
-Viejo.- espeta mirando al frente. Vuelvo a mirar a mi madre y veo como ¿llora? Coge un pañuelo y se seca débilmente los ojos. Miro a Samuel quien me mira de reojo.- No es nada tranquila, solo que le da pena la diferencia de edad.
-Vale.- cierro los ojos y me apoyo en mi hermano. A las 2 horas noto como los hombros me dan una sacudida grande. Abro los ojos de golpe y grito.- ¡¡¡Turbulencias!!! ¡¡¡Voy a moriiir!!!
-Marlena solo te ha agitado tu hermano, no seas escandalosa.- me gruñe mi madre antes de bajar por las escaleritas del jet. Miro a Samuel quien se está tronchando de risa y me mira colocándose sus gafas de sol.
-Idiota.- me levanto y me coloco las gafas. Abajo un hombre de negro nos espera con una limusina. Nos montamos sin mediar palabra y vamos así hasta llegar a nuestra casa.
Sí, tenemos una casa en Roma. Y en París también. Y en California también. Miro la casa y sonrío. Es enorme, con 4 pisos, de fachada blanca con plantas verdes trepando por ella, ventanales grandes, tejado color negro, y dos jardines (tanto delantero como trasero) enormes con piscina. Mi familia era de lujos, muchos lujos. Entramos y nos quedamos en el salón para escuchar las órdenes de mi madre. Las odiaba. El salón era como un piso de grande, con piano, chimenea, sillones, sofá, equipos de música...
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Lo que nos devolvió el mar. (2)
أدب المراهقينSegunda parte de 'Lo que se llevó el mar'. Ellos dijeron que su historia de amor se la llevó el mar aquella noche. Pero lo que ellos no saben es que toda ola regresa a su orilla, y con ellas las palabras que creían estar sumergidas. Con sus nuevas...