Ocho

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13 de agosto del 2039
Francia
Sala de estar del castillo
02:45 PM

13 de agosto del 2039FranciaSala de estar del castillo02:45 PM

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La época de calificaciones en el castillo, siempre era caótica

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La época de calificaciones en el castillo, siempre era caótica. Por suerte, los chicos rara vez llevaban malas notas, pero eso no implicaba que estuvieran conformes con los resultados.

A Mal y Ben no les importaba mucho, con que  aprobaran todas las materias y aprendieran era suficiente, sabían que no siempre era posible ser el mejor de la clase —en especial Mal, quien aún no tenía ni idea de como había logrado graduarse de la universidad—, por lo que no los presionaban.

No era necesario, porque sus hijos ya se presionaban lo suficiente ellos solitos... En especial Scorpius.

Desde pequeño, todo se le hacía fácil, el chico tenía un intelecto privilegiado y debido a eso, se le hacía difícil lidiar con una nota por debajo del nueve, en especial cuando se trataba de una materia que él consideraba inferior, como educación física.

Mal no lo entendía, en lo absoluto.

—Siento que ese profesor me está robando nota —se quejó el chico, mirando con desagrado el boletín.

Ben se lo quitó de la mano, queriendo que dejara de discutir por eso.

—Sacaste ocho, dragón, esa es muy buena nota —le recordó con suavidad.

—Exacto, sobretodo teniendo en cuenta lo mal que te iba cuando eras más pequeño —dijo Mal, queriendo animarlo por su avance.

Scorpius, con catorce años, si bien no era un gran deportista, había mejorado mucho su rendimiento.

Sin embargo, su aporte no fue muy bien recibido, a juzgar por la mirada que le lanzó su marido.

—¡Me esforcé mucho, mamá!

—Y rindió frutos, hijo —fue Ben el que intentó calmarlo de nuevo.

Scorp se levantó de su asiento y empezó a caminar como un león enjaulado, se veía frustrado por la indulgencia de sus padres.

—¿Entienden que eso afecta a mi promedio? —cuestionó con brusquedad—, sería perfecto de no ser por esa materia.

—Es solo un ocho, Scorpi.

Notó que el ojo derecho de su hijo empezaba a parpadear de manera algo compulsiva, ella no tenía ni idea de dónde había sacado ese tic nervioso, pero estaba empezando a molestarle.

—Un ocho puesto de forma subjetiva —declaró—, ¿bajo qué criterios se evalúa en educación física?, ¡ni siquiera tuvimos un exámen o tareas! —lanzó los brazos al aire, estresado por no entender el método de evaluación.

¿Por qué debía tomarse todo tan a pecho?, un niño normal estaría feliz por aprobar todas sus materias.

Aunque su hijo no era precisamente normal.

—No es sano que te presiones tanto, bebé —le pasó la mano por el cabello, de la misma manera en que lo hacía para calmarlo cuando él era pequeño.

El príncipe sacudió la cabeza para que dejara de tocarlo.

—¡Ya no soy un bebé! —chilló, alejándose de ella.

Mal tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse por la ironía, esa situación le recordaba demasiado a los berrinches que hacía Scorpius cuando era pequeño.

Por lo general era un niño tan tranquilo, pero a veces las tonterías de sus hermanos lo hacían rabiar y entonces hacía un berrinche, eso era tan poco común que a Mal le daba risa cada vez que pasaba y eso, por supuesto, prvocaba que su hijo se enojara aún más.

Supuso que no era el momento adecuado para señalar que, en realidad, se estaba comportando como un bebé.

—Y debo presionarme —él siguió refunfuñando—, porque ustedes nunca lo hacen, es como si no les importara mi incompetencia.

Ben se volvió a ver a su esposa, estupefacto.

“¿Enserio dijo eso?”,  moduló sin hacer ruido, para que su hijo no lo notara.

En respuesta, Mal hizo girar un dedo cerca de su oreja, a modo de decir que Scorpius estaba loco.

—¿De qué incompetencia hablas? —cuestionó—, ¡eres más inteligente que nosotros!

Ben asintió de acuerdo.

Scorpius entrecerró los ojos, podía ver la forma en que respiraba con dificultad, tratando de mantener la paciencia.

—¿Saben qué? —murmuró—, me voy —se dió la vuelta, dirigiéndose a la puerta.

—¿A dónde?

—¡A donde sea! —gritó, dándoles la espalda—, ¡es imposible hablar contigo!

—¿Pero yo qué hice? —farfulló, mirando a su marido para que le explicara.

Ben se encogió de hombros, él tampoco entendía a su hijo.

—¡Nada, no hiciste nada! —se detuvo en el umbral de la puerta—, ¡eso es lo que me molesta!

—¡Pero...!

—¡No te entiendo, mujer! —se fue, discutiendo en voz baja.

—¡El sentimiento es totalmente recíproco! —le gritó, esperando que la escuchara.

Suspiró con molestia.

—¿Qué le pasa a este niño? —preguntó al aire.

Relatos de una familia real (Primera versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora