Mala suerte

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12 de junio del 2030
Isla de los perdidos
Palacio de Maléfica
05:11 PM

Cuando tienes niños bajo tu cuidado, el silencio es el ruido más aterrador del mundo

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Cuando tienes niños bajo tu cuidado, el silencio es el ruido más aterrador del mundo.

Hades había aprendido eso a las malas a lo largo de los años, en su defensa, sus nietos poseían una increíble habilidad para lucir como angelitos.

Pero no lo eran, por supuesto que no, eran hijos de Mal, pedir que fueran tranquilos era como pedirle peras a un olmo. Por eso, en cuanto se percató de que el bullicio había disminuído, dejó todo de lado para ir a revisar a los niños.

Era increíble la habilidad que había desarrollado para reconocer, incluso en la distancia, los ruidos que hacían cada uno de sus nietos, Perséfone insistía en que era imposible que él pudiera hacer eso, pero después de todas las trastadas provocadas anteriormente, bien podría tener un sexto sentido para vigilarlos. Guiado por su oído, se dirigió al sótano, donde los gemelos estaban jugando.

Abrió la puerta con cautela, sabiendo que de ellos podía esperarse cualquier cosa... Cualquier cosa excepto que ambos estuvieran de pie ante la vieja lavadora, con la boca abierta y pareciendo aterrados.

—¿¡Están bien!? —les preguntó alarmado.

Avanzó hacia ellos, sin ser consciente de su alrededor.

—¡Abuelo, detente!

—¿Qué pasa? —interrogó confundido.

Ambos señalaron el espacio que quedaba entre la lavadora y la pared, un rincón oscuro lleno de cables... No, no eran cables, parecían ser algo más.

Se acercó con cuidado, jalando de los niños para que estuvieran detrás de él por si acaso.

En cuanto sus ojos se adaptaron a la luz, pudo notar, con horror, que el rincón estaba lleno de serpientes.

¿Cómo es que ellos se las habían arreglado para toparse con un nido de serpientes? Hades se había asegurado de que fuera seguro antes de dejarlos jugar allí, probablemente habría notado algo así durante su inspección.

—Vamos, chicos —les empujó hacia la salida, sin quitarle la vista de encima a las serpientes, en caso de que alguna tratara de acercarse.

—¿Qué vamos a hacer, abuelo?

—Pedir ayuda —murmuró, buscando su teléfono en el bolsillo de la chaqueta que llevaba puesta.

No tenía ni idea de si alguien de su familia tenía algo que ver con la aparición de las serpientes, pero prefería no arriesgarse a usar sus poderes de dios en presencia de los niños.

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Con el paso de los años, Ben se había acostumbrado a encontrarse con situaciones inesperadas o raras al llegar a casa... Pero debía admitir que el camión de control animal apostado ante las puertas del palacio de las gangas lo había tomado por sorpresa.

Relatos de una familia real (Primera versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora