Aquellas tres estrellas

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02 de enero del 2028
Francia
Palacio de Versalles
11:43 PM

02 de enero del 2028FranciaPalacio de Versalles11:43 PM

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Bella cerró los ojos y respiró profundamente, disfrutando de la serenidad que proporcionaban los jardines del palacio

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Bella cerró los ojos y respiró profundamente, disfrutando de la serenidad que proporcionaban los jardines del palacio.

Después de la bulliciosa fiesta de año nuevo, su familia siempre viajaba a Versalles para relajarse un poco, lejos de la ajetreada vida en la capital.

Myrcella estaba sentada en su regazo, observando el cielo con tranquilidad.

Apretó aún más la manta que las envolvía, temiendo que la niña pudiera enfermarse por el frío.

—¿Por qué esas tres estrellas están juntas? —preguntó la princesa, señalando los tres puntitos brillantes en el cielo oscuro.

Estaba a punto de empezar a hablarle a su nieta acerca de las diferentes constelaciones que se podían ver desde allí, sin embargo, de repente recordó lo que su madre le había dicho una noche, mientras observaban las estrellas.

Le sorprendió acordarse de esa conversación, era muy pequeña cuando murió su madre, no tenía muchos recuerdos de ella.

—Es porque son los reyes magos —susurró, tomando la manita de su nieta y señalando una por una a las estrellas—, Melchor, Gaspar y Baltazar.

Myrcella la miró asombrada.

—¿En serio? —preguntó, con algo de incredulidad.

Asintió, al tiempo que le acomodaba unos mechones de cabello rebeldes que le caían sobre los ojos.

—Así es —le aseguró— y por eso se mueven, todos los años lo hacen para simbolizar el recorrido que hicieron hasta Belén.

Wow —exclamó Myrcella.

Permaneció en silencio durante un rato, al parecer meditando acerca de lo que Bella le había contado.

Observó cómo se llevaba el dedo índice a la boca, pero después lo alejó sin que ella tuviera que pedírselo, probablemente recordando que sus padres le habían prohibido hace poco chuparse el dedo.

—Entonces, finalizan su recorrido el seis de enero y por eso nos traen regalos ese día, ¿verdad?

—Exacto.

—Ya falta poco —musitó—, pobres, deben estar cansados... Y sus camellos también —agregó después, como una ocurrencia tardía.

—Podríamos dejarles agua y comida para que repongan fuerzas —sugirió, notando lo preocupada que lucía su nieta.

—Sí —susurró algo adormilada— y mucho pasto para los camellos.

—Por supuesto —coincidió—, ahora, vamos a adentro, ya es hora de dormir.

—Bien —bostezó.

Tomó a Myrcella en brazos y se dirigió al interior del castillo, pensando en cómo explicarle a su hijo y nuera que ahora tendrían que dejar comida y agua para los reyes magos... Y los camellos, claro, no podían olvidar a los camellos.

Recuerdo que cuando yo era pequeña mi abuela me contó algo así, por suerte para ella, yo nunca fui tan preguntona como Myrcella

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Recuerdo que cuando yo era pequeña mi abuela me contó algo así, por suerte para ella, yo nunca fui tan preguntona como Myrcella.

Relatos de una familia real (Primera versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora