Resfriado

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29 de mayo del 2033
Francia
Aposentos reales
04:15 AM

Los escalofríos despertaron a Ben.

Irónicamente, no era él quien estaba temblando, sino su esposa.

—Mal —le puso una mano en la frente, comprobando su temperatura.

Como suponía, ella estaba hirviendo en fiebre.

—Mal, mi amor —la sacudió levemente por el hombro, tratando de despertarla.

—Uuhm —murmuró ella, con voz débil.

—Tienes fiebre, debes tomar algo.

Mal se envolvió aún más en las cobijas, sin dejar de temblar.

—No.

Ben puso los ojos en blanco, algo molesto por la necedad de su esposa. La negativa de Mal a tomar medicinas no era algo nuevo, ella podía estar ardiendo en fiebre y aún así seguir insistiendo en que no estaba enferma.

Y que fuera costumbre lidiar con la gripe durante esa época del año, no ayudaba en lo absoluto.

No iba a seguir discutiendo con ella, era una perdida de tiempo, en especial porque probablemente ni siquiera era consciente de lo que decía.

Se dirigió al baño, donde tenían un botiquín bien surtido con medicamentos para esas ocasiones. Tomó una pastilla y un termómetro, queriendo saber qué tan alta era su fiebre.

Cuando volvió a la habitación, vió que su esposa se había envuelto completamente en el edredón, tratando de aliviar el frío de debía estar sintiendo.

—Mali —dijo, con un tono más suave esta vez, porque en serio deseaba que aceptara la pastilla—, ten, mi vida.

Ella se revolvió un poco en su lugar, pero por suerte se volteó y trató de enderezarse.

Aunque, también era una mala señal, por debía sentirse muy miserable para aceptar la medicación de inmediato.

—Ay —se quejo ella, llevándose una mano a la cabeza.

—¿Te duele? —preguntó por puro instinto.

Mal le lanzó una mirada molesta, probablemente contemplando la idea de hechizarlo.

—¿Tú qué crees? —dijo con voz rasposa.

Le sonrió a modo de disculpa, optando por entregarle la pastilla y el vaso de agua que estaba en su mesa de noche en vez de responder.

Mal arrugó la nariz con disgusto al tragar la pastilla.

—Gracias.

Ben le quitó el vaso de la mano, notando que volvería a dormirse pronto. Sin perder el tiempo, maniobró hasta lograr ponerle el termómetro bajo el brazo.

—Está frío —farfulló.

—Lo sé, lo sé —murmuró, consolándola mientras la ayudaba a acomodarse.

Mal se tapó con las cobijas hasta el cuello, haciendo un puchero a modo de protesta por tener que soportar la sensación del termómetro.

Pronto se escuchó un pitido, avisando que ya había terminado de medir su temperatura, Ben lo retiró con cuidado para no incomodarla más y frunció el ceño al notar que tenía cuarenta grados de fiebre.

Esperaba que le bajara pronto.

—Descansa, mon amour.

Le dió un beso en la frente.

Relatos de una familia real (Primera versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora