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Mientras esperaba a que Sae regresara con la comida, Jiyeong se sentía observada, como si alguien la estuviera mirando. Y no estaba equivocada. Allí estaba Haneul, mirándola con una sonrisa.

El corazón de Jiyeong se aceleró, temiendo que esa chica desquiciada le hiciera daño.

—¡Hola, bonita! —exclamó la de mechas azules mientras se sentaba frente a ella y le entregaba un ramo de flores rojas.

Jiyeong abrió los ojos sorprendida. ¿Por qué demonios Sae se había ido justo en ese momento? Claro, Haneul había aprovechado la oportunidad al verla sola.

La de cabello corto aceptó las flores con dudas y miró a Haneul con enojo.

—¿Qué haces aquí? Saebyeok te dijo que nos dejaras en paz. —se puso a la defensiva y la miró con rabia.

Haneul se sentó tranquilamente y le sonrió.

—Vengo en son de paz, no quiero hacerte daño ni a Sae. —volvió a sonreír. ¿No se cansaba de sonreír de esa manera?

Jiyeong la miró incómoda.

—¿Y qué quieres? Si no tienes nada que decir, vete.

—Ah, claro, solo quería verte una última vez.

—¿Una última vez? —preguntó asombrada, pero feliz. ¡Por fin dejaría de verla!

Iba a responder, pero Sae, visiblemente molesta, se acercaba con la comida a la mesa. Jiyeong ansiaba que llegara y lograra que Haneul se fuera.

Sae dejó bruscamente las cosas en la mesa y miró a Haneul con una mirada amenazante.

—¿Qué demonios haces aquí? ¡Solo estamos tratando de disfrutar un día! ¡Deja de arruinarlo todo! —gritó Sae.

Haneul hizo una mueca triste, lo que era una novedad, ya que siempre la veía sonreír.

—VOY A ROMPERTE LA CARA SI NO TE VAS AHORA MISMO.

—Estoy aquí en son de paz, por favor, cálmate Sae... —levantó las manos, indicando que no tenía intención de hacer daño.

La de pecas bajó la guardia y miró a Haneul, esperando una explicación.

—Quería despedirme de tí, hoy me iré a Canadá.

—Pobre de los canadienses... —murmuró Jiyeong entre dientes.

—Y como no las veré en mucho tiempo, me gustaría que termináramos esto de una buena manera.

¿Cómo diablos podía terminar bien después de todo?

Saebyeok la miró de arriba abajo.

—Es cierto, prometo no meterme con Jiyeong ni contigo, no intentaré nada desde hoy... —prometió la pelinegra.

—Genial, ahora vete, por favor, que te vaya bien. Ojalá no se caiga el avión... —murmuró Saebyeok.

Antes de que pudiera hacer algo para evitarlo, Haneul abrazó con fuerza a Kang. Jiyeong se sentía como si le saliera humo por las orejas al ver cómo su chica le devolvía el abrazo a su amiga de la infancia.

She ; JibyeokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora