Capítulo 25 - I Hear Angels Sing

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Capítulo 25 - Oigo cantar a los ángeles.

Martes.

Martes. Ciento noventa días desde que Camila me habló por primera vez. En ese momento me quejé de la vida sin saber que la maldita (la vida) podría empeorar y empeoraría. Y luego fue empeorando gradualmente de dos maneras. Primero fue peor para mejor, no mucho mejor. Fue entonces cuando Camila Cabello y yo nos acercamos y las cosas pasaron... intensamente, así lo definiremos. Y en segundo lugar, fue peor para peor que cuando fue peor para mejor. Es eso mismo. Si repites la frase, puedes encontrarle sentido. De todos modos, la segunda parte es este momento que estoy viviendo ahora mismo.

—No entendí. ¿Debo invitarlo o debo comentar sobre el baile de graduación y esperar a que el mismo me invite?

—Comentar. —Dije.

—Invitarlo. —Dinah y Normani me contradijeron.

—Me están confundiendo. Necesito decidir pronto si...

—¡Adivinen lo que conseguí ayer! —Camila emergió emocionada, interrumpiendo nuestra conversación.

Éramos, Dinah, Allyson, Normani y yo, sentadas en la mesa de la cafetería, tratando de ayudar a Allyson a resolver el dilema de su vida actual: si pedirle o no al chico que le gustaba ir al baile. Pero Camila, que hasta ese momento no se había presentado, obstaculizó nuestro razonamiento.

Por cierto, ¿por qué tardó tanto en aparecer?

—¿Qué? —Normani cuestionó.

Apoyé la barbilla en las manos y miré hacia la cocina de la cafetería.

—Adivinen qué.

—¡Espera! ¡Déjanos pensar! —Pidió Allyson.

A las tres realmente les encantaba ese acertijo, pero yo no me sometería a una broma tonta como esa. Seguí ignorando su presencia. Ver a la mujer revolviendo la comida con una cuchara enorme en la olla gigante parecía más interesante. Realmente interesante y ¿sabes por qué? Porque nunca como esta comida de la escuela secundaria. ¿Alguna vez has notado cuánto sudan los cocineros? ¡Cielos! ¿Y si, por casualidad, el sabor salado no es exactamente la sal, sino el sudor? ¡Puaj! Prefiero prevenirme.

—Lauren, ¿estás tratando de adivinar? —Preguntó con calma, tomando asiento a mi lado, pero juro que sentí la ironía en su voz.

¿De verdad cree que puede burlarse de mí después de lo que hizo ayer? ¡No! ¡Camila no puede hablar conmigo después de que accedió a ir al baile con el imbécil!

Desvergonzadamente le mostré mi dedo medio, pero la chica rápidamente me dio una palmada en el dedo medio.

—¡Auch! —Agité mi mano en el aire. —¡Eso duele, Camila!

—Ya te dije que no hagas ese gesto feo a los demás, ¡Menos a mí!

¿Qué? ¿Eres especial por casualidad? No, no quiero una respuesta.

—¡Y ya te dije que odio adivinar! —Y no me gusta Mahone.

—Eso no justifica un gesto feo.

—El gesto feo justifica mucho.

—¿Qué? ¿Que te estás volviendo una persona enojada sin una causa?

—¿Sin una causa? —¡Cállate! Tengo causas para todo.

—¿La tienes? Entonces explícame cuál fue el gesto feo.

—No. —Crucé los brazos y negué con la cabeza, horizontalmente, de lado a lado.

—¿Por qué?

Parece más fácil en las películasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora