Islandia

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Dormitorio de Historia



Otra maldita noche sin dormir. Por la hora a la que el coche de Pixis arrancó para marcharse, supo que aquel encuentro sexual había durado más de tres horas. Tres malditas horas. Las paredes de la mansión eran tan gruesas y las habitaciones tan separadas las unas de las otras, que la intimidad era total, y supuso que así debía ser la casa de cualquier alfa respetable. Donde nadie supiera qué ocurría en la habitación contigua. Cuando supo que aquel vejestorio se había ido, se sintió más calmada. Se sentó en el asiento del alféizar que tenía su ventanal y miró hacia el exterior. Fuera estaba Pieck charlando con Petra y con Mina, parecía haber cierta alteración entre ellas. Nifa, que no andaba muy lejos, caminaba tocándose la barriga como si se encontrara mal. 


Su puerta sonó y desvió la atención, preocupada.


—Nikolo...


—Historia, te he traído la cena... ¿estás bien?


—Fuera —una tercera voz retumbó e hizo que ambos dejaran de sonreír. La más bajita dejó de mirar en esa dirección y fingió que era la ventana lo más interesante de aquel cuarto. Nikolo se fue dejando la bandeja de comida y a ellas dos a solas. Ymir se quedó de pie mirándola... pero no a los ojos. La rubia no sabía ya cómo hablar con ella.


—No quiero hablar contigo.


Ymir apretó la mandíbula. Esa criaja no tenía ni idea de lo que suponía la escena que habían vivido antes en su dormitorio.


—Uno de los guardias del cobertizo me ha dicho que has estado usando el equipo de maniobras tridimensionales —murmuró, cambiando de tema. Historia sintió un pellizco molesto en las cervicales, como si ser pillada en aquel asunto le diera algo de temor.


—Siempre he querido aprender.


La alta mujer contuvo la respiración y acabó por destensar la mandíbula. Se humedeció la boca y habló en un tono de voz más bajo que invitó a Historia a mirarla.


—¿Y por qué no quieres hablar conmigo?


—Porque te... odio. Te odio. —Elevó los hombros al inspirar y soltó el aire de repente. Cuando movió la cabeza hacia Ymir se dio un susto al tenerla tan cerca, se pegó al cristal. Ymir arqueó las cejas.

—¿Tan horrible soy?

Historia se frotó la mitad del rostro, soltando una risa estúpida por los nervios. Estaba cansada. Y agobiada. Comprimió lentamente sus labios y centró sus ojos en los de ella. Se quedaron mirando largos segundos, se paró el tiempo. Pero de repente Ymir se acuclilló e Historia se abrazó las piernas, echándose hacia el otro lado. Sintió una suave presión en su brazo izquierdo y dirigió la mirada a la morena.

—Si me hubieras expuesto a eso... puedes estar segura, me habría quitado la vida. Quizá no hoy, pero muy pronto. —Ymir dejó caer las manos desalentada al escucharla, no dijo nada. —¿Por qué lo hiciste? —preguntó. Si va a sincerarse, este es el momento. Historia deseaba saber si de verdad Ymir la quería.

Viviendo con un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora