Punto y aparte

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Ymir aguardó en el exterior fumándose otro cigarrillo, con las manos temblorosas al principio, pero con una progresiva sensación de abandono con el paso de los cuartos de hora. Todos los periodistas salieron primero, luego los parientes más lejanos, y finalmente la familia Reiss también abandonó la capilla, entre otro sinfín de palabras de aliento, abrazos y llantos varios. Ymir se quedó sentada en un saliente de roca que bordeaba la entrada al aparcamiento subterráneo, pero por el lado de fuera, así veía como todo el mundo se marchaba en sus coches. Subió la mirada a Pieck cuando la vio pasar y a ella sí la paró, asomando medio brazo por la pared y entregándole las llaves del Bentley.

—No pasaré la noche en casa hoy. Llévatelo. —Pieck no preguntó nada más. Ymir volvió a sentarse en el borde.

La siguiente en pasar que reparó en Ymir fue la periodista rubia y de ojos claros que hacía una hora se había follado en el aseo. La chica le dedicó una sonrisa de lado y se paró frente a ella, tendiéndole la mano. Ymir la ignoró por completo hasta el punto que la mujer acabó sintiéndose ridícula y se fue cabreada hacia su vehículo. Parecía que no habría segundo asalto, una pena.

Finalmente, Historia y Bertholdt salieron hasta los aparcamientos. Historia paró a mirar alrededor, no veía a Ymir, y aquí la morena suspiró hondo preguntándose si de verdad quería enfrentar una verdad como aquella. Se sentía muy estúpida, además de desplazada e ignorada. Estaba convencida de que el hijo no era suyo. Pero no tenía derecho a sentirse así. Se lo había hecho pasar muy mal a Historia. Y se sentía patética por haberse follado a la periodista. Lo que la rabia la hacía hacer era descomunal, tóxico para ella, Historia tenía razón.

Pero me ha pedido que la espere y dije que sí. No la seguiré decepcionando. Se puso en pie despacio y salió del paredón, acortando distancias con la familia Reiss. Frieda parecía haber captado por fin la atención de su alfa, por lo que Bertholdt estaría sin entrometerse. Todo un alivio. Alma sonrió al ver que su hija pequeña se reunía con Ymir en privado en una de las esquinas, eso significaba que había asuntos sin resolver. Historia se llevó a Ymir al otro lado de la pared para que nadie pudiera verlas ni escucharlas.



—Ha sido una misa bastante larga... —comentó Ymir.

Historia sonrió dulcemente, y llevó la mano a su mejilla. Dejó de sonreír al ver que Ymir fruncía el ceño y apartaba la cara, cosa que la hizo bajarla. Ya no parecía estar tan receptiva.

—Ymir... escucha... esto me cuesta muchísimo de contar. No quería que nadie se enterara. —Suspiró y volvió a bajarse la cremallera del abrigo, hasta abrir las solapas. Atrajo una mano de Ymir y la pegó a su bajovientre, en la zona donde más tensa estaba su curvatura. La morena sintió que le volvía a ascender un nudo por la garganta, pero no volvería a llorar frente a ella. No entendía por qué la hacía sentir aquello, sólo supo que al ver que Historia ascendía sus enormes ojos hacia ella y le sonrió se sintió aliviada sin motivo.

—No sé cómo puedes pensar que es de otra persona... —susurró en un hilo de voz, haciendo que Ymir borrara estupefacta cualquier expresión del rostro.

—¿Q-qué...?

Historia suspiró. Aquello definitivamente no iba a ser fácil. Se lo tenía que decir. Eso sí era relativamente fácil. Lo difícil sería acarrear con las consecuencias de decírselo. Ymir era muy imprevisible.

—Es tu bebé, Ymir. Nuestro bebé. —Le apretó la mano contra su vientre. Pero Ymir sólo la miraba a ella, parpadeando con los ojos cada vez más húmedos. —No llores, por favor... ¿estás feliz...?

Viviendo con un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora