Psicoanálisis

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<<Para que un beta pueda cesar un contrato de unión alfa-beta, necesita la aprobación y la firma de su alfa. Por contraparte, un alfa puede cesar dicho contrato cuando y como quiera, y la intervención del beta es innecesaria.>>



Ymir acabó comprando un chalet a nombre de Pieck Finger y otro a nombre de Petra Ral. Ninguna deseaba verdaderamente irse de su lado, pero fue la alfa quien las sacó de la mansión y cortó el contrato sin pedirles permiso. Pieck la visitaba de vez en cuando, pues sus sentimientos hacia ella iban a una amistad consolidada, sin embargo Petra, que intentó también acercarse, fue vetada de toda la villa y obligada a estar con una orden de alejamiento. Eso no había impedido que la alfa acabara sucumbiendo a un torbellino de placeres por doquier, que aunque ya no incluyera el desmadre en fiestas, sí que incluía de vez en cuando el sexo desenfrenado con otras mujeres que le parecían atractivas. Pero como venía siendo una asquerosa costumbre en su vida, siempre que acababa, no se sentía mejor, sino un poco más vacía. Poco a poco esa también se convirtió en una costumbre perdida.

Hange, Erwin, Reiner, Eren y otros alfas influyentes acabaron hablando del tema a sus espaldas, aunque Reiner se lo acababa cotilleando todo a su amiga y simpre entre risas. Era complicado estar sola, sólo a merced del trabajo y del peso de los recuerdos. Cuando Historia se vio en la tesitura de decirle que iban a ser madres, Ymir modificó todo el plan de sanidad que Historia tenía. La rubia no osó contradecirla: era la primera interesada en que aquel bebé creciera y naciera perfectamente sano, así que los mejores médicos y ginecólogos estuvieron a su disposición en las clínicas donde sólo los betas de los alfas más influyentes tenían cabida. A la ex beta no le hacía mucha gracia que existieran clínicas exclusivas para tratar a esos bebés, futuros alfas, que perpetuarían la maldita condena de la que ella había conseguido salir, pero no escatimaría en nada si se trataba de la vida de su hijo y de que el alumbramiento fuera lo más seguro posible. Como era de esperar, todos los resultados de análisis, ecografías, estudios preliminares al parto y las mismísimas charlas que el ginecólogo mantenía con Historia, eran enviadas con rigurosa exactitud a Ymir. Historia tampoco le quitaría ese derecho a Ymir... aunque, por su parte...

Se había dado cuenta, hablando de la actitud de Ymir a su psicóloga, que la mente de la alfa era un desastre emocional y afectivo, y esa sed de amor que muchas veces había traducido en maltratos físicos era muy difícil de quitar: el individuo egoísta siempre quería más y mejor, y debido a los celos, solían ser expertos manipuladores. Aquel tipo de personas tenían una férrea creencia de superioridad cuando habían sido criados desde tan pequeños como alfas autoritarios, una creencia que no se salvaba por tener dos momentos de debilidad como había tenido con Historia el día del funeral. Ymir tenía muchas cosas por arreglar y uno de los principales miedos de la rubia era que sabía perfectamente que su ex no recurriría a ningún psicólogo. Se creía capaz de dominar ese lado oscuro que tanto odiaba. Se creía capaz de amar de forma sana, sin embargo, todos los hechos apuntaban a una mentalidad quebrada y peligrosa que en cualquier momento podía repercutir de nuevo en ella, de manera posesiva. El hecho de haber tenido el control sobre su vida, su mente y su cuerpo, y haberla dejado embarazada, en condiciones normales de jerarquización alfa convertían a Historia un objeto propiedad de Ymir, pues estaba marcada. El niño, que encima era alfa, era legalmente más de Ymir que de Historia. Y lo único que tenía Historia para defenderlo era su propio cuerpo. Cuando lo pariera podrían empezar los problemas. Su temor era que Ymir deseara quitárselo en algún momento, en cualquier tipo de discusión que tuvieran. Era un miedo normal.

Bertholdt tampoco ayudó mucho a reconfortarla. El alfa de su hermana Frieda, quien tenía un excelente dominio de las emociones y de la manipulación, sabía cómo caer bien a todo el mundo. Con Ymir no podía fingir, eso estaba claro, pero dado que Ymir había afectado varios negocios de su propiedad por ganar dinero, ya se la tenía jurada y poco le interesaba que supiera sus planes. Después de todo, Historia no iba a creerla. Bertholdt tenía una amiga muy peligrosa, familia de Ymir, quien había estado intentando mover sus hilos para sacar de quicio a la pecosa, pero las cosas se le habían torcido con la marcha de Historia. Así que era el moreno quien tenía que poner un poco de empeño en engañarla.

Viviendo con un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora