Cambio de roles

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Historia necesitó cuatro días para que le dieran el alta. Con un dolor inmenso en la entrepierna a medio curar y un buen listado de medicinas, le recomendaron no moverse de la cama en lo que restaba de mes, unas tres semanas. Ymir insistió por activa y por pasiva para que pasara ese tiempo en la mansión, donde el único primo que se había quedado para las obras en el cultivar había sido el único que no parecía caer bien a sus hermanos, el más callado y distraído que no parecía interesado siquiera en ser un alfa de renombre. Historia aceptó porque sabía que, incluso tras los últimos acontecimientos, la vigilancia sería más rápida y eficaz en la gran villa y no había más espacio en su casa. No se separó en ningún momento de su criatura y apenas dejó que Ymir tuviera contacto con él. Ésta no se quejó ni una vez, consciente de que se jugaba mucho si Historia decidía finalmente irse. Otra cosa que le había molestado fue la expresión que puso la morena al escuchar que debía estar más de tres meses sin mantener relaciones sexuales con ella. Ymir le parecía egoísta en todos los ámbitos que una persona podía serlo, y ahora que había un hijo de por medio, tenía que tomar cartas en el asunto.

No podía permitirse ser la misma chica inocente que entró el primer día como beta

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No podía permitirse ser la misma chica inocente que entró el primer día como beta. En el momento que empezara a ceder lo más mínimo frente a Ymir, estaría perdida. Tenía que ser fuerte por su hijo. Él... lo era todo para ella. Era su mundo. Sabía que iba a amarlo mucho antes de que naciera, pero en cuanto lo tuvo en brazos el sentimiento dejó de ser explicable. Era una extensión de ella, no había más. Daría la vida por él sin dudarlo. Ymir perdería valor en su cabeza si el niño salía perjudicado lo más mínimo.

Ymir...

Sí, te quiero. Como una estúpida. Pero le quiero más a él. Ya... no eres mi mundo.



Mansión


Ymir ayudó a subir todas las pertenencias del bebé a su habitación, ya con todo el mobiliario preparado. Dejó el capazo con Marcos durmiendo cerca de la cuna y ayudó a Historia a llegar hasta la habitación, le costaba caminar y subir los peldaños con las nuevas suturas en su entrepierna.

—¿Quieres algo? ¿Una almohada, o algo de comer? ¿Te sientes bien?

—Tráeme a Marcos, solamente.

—Descansa un poco, yo lo duermo —murmuró y curvó una sonrisa, pero Historia suspiró cansada. El llanto del bebé se escuchó, desgañitado de repente.

—Tráeme al niño, por favor.

La morena asintió contagiada por su seriedad y fue directa a la habitación del bebé. Marcos estaba rojo de llorar, tenía unos pulmones increíbles. A Ymir se le formó una sonrisita un poco tonta al pasar las manos por su cuerpecito, vestido con un uniforme similar al de Mario Bros, y lo alzó despacio del capazo hasta acunarlo en los brazos. Lo tomó con mucho cuidado y se incorporó con él, llevándolo hasta el cuarto de matrimonio. Cuando se lo entregó, a Historia se le iluminó el rostro. También le costaba imaginarse que ese cuerpecito tan bien formado y tan grandote había salido de ella. Ymir se acuclilló y los miró a los dos, sonriendo.

Viviendo con un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora