los héroes sí existen.

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El rostro de sorpresa de Takemichi se deformó en una mueca nerviosa, no sabiendo si ponerse a reír o llorar de lo surrealista que era la situación. Sus labios temblaban, delatando una pequeña carcajada que terminó por ahogarse en lo profundo de su tráquea. Senju simplemente pasó de la confusión al completo desentendimiento. — ¿Por qué quieres derrotar a Mikey? — Preguntó primero Takemichi, jodidamente curioso de porqué alguien de Brahman había seguido sus mismos pasos y quería destruir el status quo creado en Tokyo.

Ambos estaban absortos de la realidad, sin importarles si interrumpían el camino de las personas por estar en medio de la calle, antes de cruzar el paso de cebra, ni si el semáforo había cambiado nuevamente de color.

Senju dejó de tensar los músculos, adoptando una postura más tranquila y menos errática. — Porque no estoy de acuerdo con sus ideales, si tiene unas, claro. — Frunció el ceño. — Es una pandilla agresiva y que no busca un fin concreto... Eso puede llegar a ser muy peligroso para Tokyo. — Luego de que las tres pandillas se formaran y consiguieran cierto reconocimiento, fue inevitable que peleas de territorios empezaran a surgir. Fue un caos para los tres bandos, por ende Brahman decidió llegar un acuerdo, uno que todavía seguía en pie y que se conocía como el famoso status quo de Tokyo. Se repartieron el territorio de dicha ciudad equitativamente y declararon un tiempo de paz para las tres pandillas.

Pero claro, Senju no era idiota, y sabía perfectamente que aquel acuerdo no duraría toda la vida. Alguna de las dos pandillas terminaría rompiendo el decreto por estar sedientos de guerra. No era una sorpresa para ella ni para nadie. Entonces le convenía, más de lo que uno pensaba, empezar a trazar un plan para desmantelar ambas pandillas, las cuales no aportaban actualmente ningún valor ético favorable como hizo Touman en algún momento. — Al contrario que Touman, Kanto Manji no aporta nada a Tokyo, solo caos y destrucción innecesarias. No pelean por diversión o por adrenalina, pelean para llegar a un punto más alto y romper la franja de la legalidad. — Desvió la mirada, oscureciéndola. — Si eso pasa, ya nadie podrá detenerlos.

Y tenía razón, Takemichi sabía de lo que estaba hablando, lo había vivido en carne propia once años al futuro.

En once años al futuro, al parecer, las tres pandillas conocidas como las Tres Deidades de Tokyo, terminarían fusionándose y formar una organización criminal llamada Bonten. Takemichi tenía que evitar que aquello sucediera a toda costa, y esta vez ya no solo para salvar a Mikey, si no también para ahora salvar a Senju, quien todavía, en el futuro, jamás había sido mencionada, dando a entender la posibilidad de que entre aquellos once años podía haber terminado muriendo. 

Aquel pensamiento erizó los vellos de Takemichi, no pudiendo entender como una chica como ella, fuerte, temible, con un aspecto elegante y con una personalidad infantil, pudiera ser capaz de desaparecer de la faz de la tierra en un pestañeo y ser olvidada tan fácilmente.

Jamás había escuchado su nombre en sus viajes en el tiempo, ¿Tan fácil podía uno olvidar a alguien? Mordió su labio inferior, impotente.

— Aunque he dicho la palabra "derrotar", tampoco es que quiera hacerlo tan exactamente. Simplemente quiero alejarlo de las bandas, porque es más que obvio que ese lugar no le hace bien. — Añadió, dándole otra esperanza a la que aferrarse a Takemichi. Brahman era una pandilla pacífica, una que le hacía volver a sus tiempos en Touman. Takemichi no pudo evitar sonreír nostálgicamente.

Los combates y peleas que habían tenido, sus victorias y derrotas, sus celebraciones y lamentaciones. Cosas como esas seguían grabadas en su retina, grabadas a fuego; ya formaban parte de él y estaban tatuadas en su memoria. Tanto las muertes como las vidas que presenció, cómo en un simple pestañeo podía perder a alguien y en otro derribar a tu enemigo. 

Inexorable. | TakemikeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora