Hoseok era el chico del río. Se la pasaba flotando por horas y horas, solo viendo como el tiempo transcurría a su alrededor... Entonces en una de esas ocasiones le encontré, y fue inevitable el no sentir curiosidad por alguien como él.
Pero había un...
Aquella noche tras sus palabras tan bonitas solo quise permanecer a su lado. Tal vez ojitos gentiles no podía salir del agua, pero yo tenía la forma de quedarme a su lado, puede que no fuera la forma más sana, sin embargo, por lo menos podía estar un rato más.
—Deberías dormir en la cabaña, Jihae.
—Quiero seguir a tu lado —le confesé sosteniendo su brazo con más fuerza.
—No me gustaría que te enfermes... —me observó con ojitos acusadores.
—Solo un poco más, por favor.
Supe que la idea no le había convencido del todo, pero terminó cediendo ante mi pequeña súplica. Mis encantos habían servido de algo, y lo suficiente para poder estar un poco más a su lado.
Por la tarde había encendido mi celular para ver si nos podíamos sacar una foto, pero los miles de mensajes que llegaron al aparato lograron hacer que me quedara un buen rato esperando a que terminaran de cargar. Había olvidado ese detalle que por un momento me hizo sentir que regresaba a mi vida tan monótona y aburrida.
Gracias al cielo ojitos gentiles estaba conmigo y rápidamente olvidé lo que estaba pasando en lo que podía llamar "vida normal".
—¿Me cumples un deseo?
Me giré hacia él estando algo extrañada. El ser que parecía de cuento de hadas era él, pero ante su tierna mirada asentí.
—Haré lo que pueda —no estaba segura de si podría hacer lo que me dijera, pero haría un esfuerzo si era necesario.
—¿Dirías mi nombre? Ya sabes... Por Hoseok, o bueno, por Hobi si es que mi nombre no te gusta del todo.
Mi mente enseguida se quiso poner a pensar en la razón por la cual quería que hiciera eso. Desde que había mencionado a esa persona con tanta nostalgia había comenzado a sentir más curiosidad por su pasado, pero no le quería incomodar con preguntas que podían no ser de su agrado.
Por mucho que se haya abierto a mí no significaba que podía indagar más allá.
—No hay problema. Lo puedo hacer —le sonreí. Sostuve su mano acariciándola suavemente—. Te quiero mucho, Hoseok.
Su rostro pareció iluminarse más que de costumbre y liberó su mano para acunar mi mejilla.
—Yo también te quiero, Jihae. Mucho, mucho. Desde lo alto de las montañas hasta las desembocaduras de los ríos en el mar.
Y fui tan feliz. Podía parecer un momento insignificante, pero había logrado llegar hasta el fondo de mi corazón.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
