Hoseok era el chico del río. Se la pasaba flotando por horas y horas, solo viendo como el tiempo transcurría a su alrededor... Entonces en una de esas ocasiones le encontré, y fue inevitable el no sentir curiosidad por alguien como él.
Pero había un...
Aunque parecía que el día iba a tener un buen cierre, las estrellas comenzaron a desaparecer gracias a las nubes espesas que comenzaron a invadir el cielo.
¿Cómo podían llegar tan rápido? Parecía algo irreal.
—Creo que va a llover —me comentó, mientras se sentaba en el agua para luego ponerse de pie—. Ahora en serio deberías ir a casa.
Estuve dispuesta a negarme, pero cuando lo quise hacer, pequeñas gotas comenzaron a caer y el lugar se llenó del sonido de esas lágrimas del cielo. Tomé su mano para ponerme de pie y no caer, y tras ello llegamos hasta la orilla donde Hoseok soltó mi mano.
—Recuerda que no puedo salir...
Rayos, por un momento lo había olvidado. ¿Pero cómo le podía dejar en el río mientras yo me iba a resguardar en la cabaña? No sentía que fuera correcto por mucho que él perteneciera a ese medio.
Las gotas comenzaron a caer con mayor fuerza y si de por sí ya estaba con toda mi ropa húmeda, pasé a estar completamente mojada. El viento que comenzó a surgir tampoco era de ayuda, incluso ver se estaba volviendo difícil.
—Yo... Uh, traeré algo para resguardarnos. Debo tener una tienda de acampar o algo que se asemeje. Creo que vi una sombrilla...
—Jihae, solo vete tranquila. Yo estaré bien, ¿si?
¿Pero cómo iba a estar bien? Su figura en medio del río con toda esa agua cayendo... Se me apretó el corazón ante esa imagen. El dueño de esos ojos gentiles se había vuelto muy especial para mí, no podía imaginar que el viento y la lluvia siguieran en aumento y a la mañana siguiente no estuviera cuando le fuera a buscar.
Nos conocíamos hace tan poco, pero imaginar un mundo sin él me parecía mucho peor que aquel tiempo que amenazaba con volverse peor.
—No te preocupes tú. Estoy segura de que encontraré algo y regresaré para verte.
Los nervios los tenía al tope y torpemente me tropecé cuando me había dado la vuelta para correr hacia la cabaña. Mi caída tuvo que ser lo suficiente estruendosa para preocuparlo, cuando me di cuenta Hoseok ya tenía un pie fuera del río para ayudarme.
—¡Jihae!
No, no, no.
Ya había visto lo que pasaba cuando salía del río. No quería verlo desaparecer ante mis ojos.
—¡No vengas!
Me limpié las manos que se habían llenado de tierra mojada y me saqué lo mejor que pude todas las piedrecillas y ramitas que me había enterrado. Las rodillas me habían dolido por el golpe, pero no era momento para estar lamentándose. Menos para hacer drama de más. Había tenido peores caídas en mi vida.
Pero eso Hoseok no lo sabía, así que aunque le había dicho que no me ayudara, cuando me fui a levantar sus brazos ya estaban ayudándome para que me pusiera de pie.
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