Hoseok era el chico del río. Se la pasaba flotando por horas y horas, solo viendo como el tiempo transcurría a su alrededor... Entonces en una de esas ocasiones le encontré, y fue inevitable el no sentir curiosidad por alguien como él.
Pero había un...
Cielos. Si antes había estado nerviosa, verlo frente a mí en tierra firme iba a lograr que me diera un colapso.
—Regresa al río rápido —le tomé de los hombres casi empujándolo. Todavía no veía que alguna parte de su cuerpo desapareciera, pero no podía arriesgarme a descubrir cuánto demoraría para que sucediera.
Con suerte dimos unos pasos cuando se frenó provocando que casi cayera nuevamente.
—Creo que está todo bien.
—¿Qué? ¿De qué rayos hablas? Apresúrate para regresar al río.
Pero él no se dejó mover.
—Quiero decir, normalmente a este punto comienzo a desvanecerme, pero creo que gracias a la humedad del ambiente puedo estar fuera del río sin problemas.
Su conclusión no me convenció del todo, pero se veía tanta seguridad en sus ojos que terminé dejando mis brazos a mis costados. Esperaba no arrepentirme de darle la razón, él tan sonrió al ver que una parte de mí le creyó. Por eso mismo, no tardó ni díez segundos en rodearme con sus brazos para darme un gran abrazo.
—Vaya, estar en la tierra se siente raro. Es más seco que en el río, o bueno, aún sigue lloviendo, así que no es taaaan seco.
Cierto. La lluvia no paraba y seguíamos bajo ella mojándonos. ¿Podíamos ir a la cabaña? Lo dudaba bastante. Si la lluvia paraba el río no iba a estar lo suficiente cerca para que Hoseok se pudiera meter, pero pareció no importarle, o al menos eso me quedó claro cuando tomó mi mano para que fuéramos por el sendero que llevaba hasta el lugar donde también descansaba mi automóvil.
—Espera, Hobi, y si la lluvia se detiene... El río no estará tan cerca como para que alcances a sumergirte en el agua.
—No lo había pensado, pero por como se ve el cielo no creo que se detenga pronto. He estado toda mi vida aquí, y estoy seguro de que no me equivoco en lo que digo.
—¿Entonces ya habías salido en un día de lluvia?
—No tenía razones para salir, pero ahora las tengo por estar contigo, además, sería genial conocer la cabaña. La has mencionado tanto y yo solo me la puedo imaginar.
Sabía que podíamos estar cometiendo una estupidez, pero su rostro lleno de ilusión lograba hacer que el corazón se me derritiera. Aparentemente tenía la oportunidad de conocer parte del mundo, ¿y quién era yo para no permitirselo?
—Bien, te llevaré a conocer la cabaña, pero estaré pegada a la ventana y apenas vea que hay una gota menos te traeré al río volando si es necesario.
—Es un trato, o como se le diga.
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