Hoseok era el chico del río. Se la pasaba flotando por horas y horas, solo viendo como el tiempo transcurría a su alrededor... Entonces en una de esas ocasiones le encontré, y fue inevitable el no sentir curiosidad por alguien como él.
Pero había un...
—Algunos también son tristes, y normalmente no son tan húmedos, pero en general, sí. Suelen ser reconfortantes y se siente lindo.
Aunque tenía una figura delgada, sus brazos me envolvían con bastante fuerza. Posiblemente lo podría haber comparado con el abrazo de un ser amado, pero por alguna razón solo me hizo pensar en el abrazo que da un niño pequeño. Fuerte, travieso y a la vez con una delicadeza que de grande ya no se podía volver a sentir. Un confort que solo una criatura pequeña podía transmitir.
—Eres blandita. Aunque también me recuerdas un poco a la sensación del agua corriendo.
—¿Por qué?
—Porque sentir el agua acariciando mi piel me relaja al igual que el abrazo que me estás dando.
Di un respingo cuando sentí que apoyó su cabeza en mi hombro. No me incomodaba, pero me había tomado por sorpresa. Era un persona de piel y tocar a otros no me generaba algún rechazo, solo que... nos conocíamos hace muy poco y la confianza había crecido de una forma a la que no estaba acostumbrada. Ir abrazando a extraños no era necesariamente lo mío.
Pero que más daba. Estaba con un ser que posiblemente desaparecería si se salía del río. Ya nada podía ser más raro.
Levanté mis pies logrando que ojitos gentiles me afirmara por la cintura los escasos segundos que la superficie estuvo algo alejada para que no cayera o resbalara. Y comprobé que en verdad su figura delgada no significaba que no tuviera fuerza. Es más, luego él por su propia cuenta me levantó logrando que mi cuerpo ya no quedara sumergido como lo estaba anteriormente. Me sacó una risa cuando formó una mueca rara. Ese chico era todo un caso.
—¿Es divertido dónde vives?
¿Divertido? No, ese mundo lleno de responsabilidades, metas y sueños frustrados no me parecía para nada divertido.
—Hay sitios mejores —agarré su rostro, observando como se movía su cabello por la suave brisa—. Antes vivía con alguien y era algo divertido, pero las cosas no funcionaron. Luego mi mamá me dijo que buscara un hombre con dinero y tuviera un hijo para no sentirme sola y, bueno, yo no quiero nada de eso.
Él pareció comprender mis palabras y con delicadeza me fue bajando hasta que mis pies tocaron de nuevo las piedras del fondo. Solté su rostro y él me soltó la cintura para luego llevar una de sus manos a mi cabeza, ahí acarició mi cabello que de seguro al día siguiente amanecería algo ondulado por llevarlo tanto tiempo húmedo.
—¿Y qué quieres hacer para que tu mundo sea divertido?
—Viajar, conocer personas, vivir feliz. No sé, hay muchas cosas que pueden hacer que un día, y la vida en sí, sea algo feliz y divertida.
—Ya veo... Todo eso suena como algo bueno —y aunque lo dijo con una sonrisa, pude sentir algo de tristeza en sus palabras—. Mientras estés aquí haré todo lo posible para que seas muy, muy feliz y te diviertas.
Y le sonreí, pero en el fondo me sentí culpable. Por mucho que él quisiera no podía hacer todas las cosas que yo había mencionado. Tal vez había sido egoísta de mi parte decir aquello cuando ya me había comentado que su vida estaba destinada solo a pasar sus días en ese río.
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