Lo quedo mirando, hoy anda casual. Tiene puestos unos jeans oscuros apretados, de esos que marcan todo y que, por lo general, algunos hombres evitan por inseguridad. Lleva una camiseta blanca con una camisa a cuadros de tonos otoñales sobre ella con los botones desabrochados y las mangas recogidas hasta el antebrazo. Me sonríe mientras está de brazos cruzados apoyado en la delantera del auto.
– ¿Vamos? – Dice poniéndose derecho.
– ¿Tú no tienes moto? – Soy grosera sin intención, pero no parece importarle porque se ríe con humor.
– Sí, pero vos y yo tenemos mucho de qué hablar y quiero aprovechar cada segundo. – Trato de no sonreír. A pesar de todo, aún logra hacerme olvidar todo. La rabia que le tenía como profesor se desvaneció en cuanto lo vi sonreír. Los nervios por decirle de Luz ya no están ahora que ya sabe. Algo me hace sentir que todo saldría bien si le dijera.
– Bueno, súbete – Ruedo los ojos. No quiero comportarme grosera, pero es como si usara la hostilidad como método de defensa.
Nos subimos al coche y me quedo en silencio, cuando enciendo el motor mi teléfono se empareja inmediatamente y en los parlantes suenan las cuerdas de una canción de Morat.
"Cuando te vi, solo podía pensar en todo el tiempo que perdí porque mi vida cambió de repente y lo entendí cuando te vi"[1]
– Todavía te gusta Morat – Lo escucho decir por lo bajo.
– Sí, siempre, aunque ahora es más por Luz. Ella los ama. – Explico sin mirarlo, es extraño hablar de mi hija con él... Nuestra hija...
– De tal palo... – Me rio con ternura. Supieras. Creí que sería fácil hablar con él, pero no. Estoy nerviosa, tensa, no sé de qué hablar. Ha pasado tanto que no sé si tendremos tema de conversación. Las cosas pueden cambiar, él puede ser otro hoy así como yo soy otra, – Sol, Relajáte che, estas re dura, parece que tuvieras un fierro metido en el culo – No sé si son los nervios u otra cosa, pero exploto en risas con lo que dice y pronto él se ríe también. – Extrañaba escucharte reír. – Mi corazón se salta un latido. – Te pusiste roja. – Lo miro, aprovechando que llegamos a un semáforo en rojo.
"Yo pierdo la cabeza, pierdo el sueño, yo pierdo la razón, pierdo mi voz, pero no sé qué ganas con robarme el corazón. Te vas y no das tiempo de extrañarte y ocultas tu intención de regresar. Yo siempre he sido un blanco vulnerable y nunca vi que eras culpable de saber dónde apuntar"
Nos quedamos mirando al otro mientras Morat canta lo que, en mi interior, imagino que siente León. La bocina de un auto detrás de nosotros nos asusta y sigo conduciendo.
– Y te rendiste con el auto – Puntualiza, para hacer conversación.
– Sí, era necesario – Me río derrotada. – Gastaba mucho en taxis y ubers. Además, ya sabes cómo es mi mamá le encanta insistir. – Él se ríe en respuesta. Yo también extrañaba escucharlo reír así. Lo extrañaba y punto. – Hablando de, tengo que llamarla si no te molesta. – Niega con la cabeza. Marco el teléfono en el próximo semáforo y lo pongo en altavoz.
– Hola hija ¿cómo estás? – Dice con alegría.
– No muy bien la verdad, estoy algo molesta. – Soy honesta. Miro el camino con el entrecejo fruncido.
– ¿Qué pasó? – La preocupación en su voz es tal que pareciera que se va a salir del parlante para examinarme
– ¿Le has dicho a Luz que si alguien la molestaba debía recurrir a los golpes? – Silencio – Mamá... Hoy ha golpeado a una compañerita y me han llamado a la oficina de la directora. Se salvó de una suspensión por un pelo.

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Nunca es tarde
Romance"Sé que soy culpable del tiempo perdido y que mi promesa se fue con una canción al montarme en ese avión y hoy vuelvo a encontrarte..." Morat A veces el amor no es suficiente. A veces no es ni el momento ni el lugar, pero sí es la persona. Se dice q...