Paro el coche frente al portón, me bajo y camino hacia León. Lo miro detenidamente. No tengo que estar en buenos términos para disfrutar la vista. Lleva puesta una chaqueta de cuero negro sobre una camiseta blanca al más típico estilo Bad boy de película cutre del 2010 o de los 80's.
– ¿Puedes mover tu moto? Quiero entrar a mi casa. – Le digo con sequedad y fingiendo completo desagrado – ¿Qué haces aquí?
– Vine a hablar con vos. ¿Me dejás meter la moto? – Me pregunta conciliador.
– Curioso, porque yo no tengo nada que hablar contigo. – ¿Segura? Porque me parece que precisamente acabas de dejar en casa de tu hermano lo más importante que tienes que hablar con él
– Bueno, yo sí tengo mucho que hablar con vos, así que – Saca una botella de vino de detrás de su espalda. No me había fijado que tenía un mano detrás de él. Lo quedo mirando unos segundos. No lo sé...
– Bueno, para que una conversación exista tiene que haber un intercambio entre emisor y receptor además de un mensaje. Y yo no tengo ganas ni de ser emisor, ni de ser receptor. Además, no tengo ningún mensaje. – Finjo una sonrisa.
– Qué ortiva que te pusiste en España, Sol. Dale que se calienta el vino. Quiero conversar nada más, de preferencia adentro, para que no escuchen los vecinos chusmas. – Me sonríe y me derrito de a poco. Podría ser un buen momento para decirlo todo. Suspiro.
– Bueno, porque soy morbosa y me da curiosidad que tienes que decir. – Respondí entrecerrando los ojos. – Y un rato nada más porque estoy cansada. – Me sonríe triunfante y yo ruedo los ojos. Abro el portón de la casa dejándolo entrar en su moto y yo entro detrás de él. Me pregunto qué es lo que quiere conversar ¿Explicarse más sobre su besito con Lucía? Haber aparecido aquí con un vino y tanta confianza es tan raro, tan fuera de lo que León era cuando lo conocí. En nuestra relación siempre fui yo la más extrovertida, la más propensa a dar el primer paso. Supongo que mucho ha cambiado en estos ocho años.
Abro la puerta y siento su presencia detrás de mí, cerca. Me odio a mí misma por lo mucho que deseo a León y me reprendo por los pensamientos descarriados que me invaden la mente. Entramos y yo me dirijo directamente a la cocina.
– Ponte cómodo – Digo antes de entrar. El estómago me pesa y el corazón me golpea el pecho. Vamos Sol, no eres una cría, tienes treinta y cinco años, compórtate como tal. Para distraerme enciendo el hervidor eléctrico.
– Che ¿cómo es la cosa? yo traigo vino y vos ponés la pava. – Bromea con una risa, tratando de hacerse el simpático.
– ¿Me has preguntado si yo quiero vino? ¿Qué tal si yo quiero café? – Lo enfrento
– Vos siempre querés café. ¿Tenés para abrir esto? – Levanta la botella. Asiento con la cabeza, busco el destapador entre los cajones y se lo paso al encontrarlo. Lo toma y por un milisegundo su dedo toca mi piel. Una corriente me recorre todo el cuerpo. Mierda Sol, compórtate. – ¿Por qué no te relajás? estás re dura, y de paso sacás la pata del cable pelado, que es como la centésima vez que me das la corriente. – Me dice dejando claro que tampoco es inmune al contacto.
– ¿Sabes por qué no me relajo, León? – Le pregunto sin mirarlo una vez el agua está hervida y me preparo el café dándole la espalda
– ¿Por qué a ver? – Me provoca y yo pienso en la primera razón que me entre en la cabeza para no decir que lo que me tiene tensa, lo que me tiene enfadada son las ganas de acortar nuestra distancia y mi deseo por él.
– Porque en horario de trabajo dejas en mi escritorio notitas y cosas para comer, porque luego te consigues mi número de no sé dónde y me mensajeas en medio de la noche, porque después vienes a MI casa supuestamente a hablar y luego intentas besarme mientras MI hija está en la otra habitación. – Me aferro a estas razones y a todas las que se me ocurran antes que admitir lo que realmente me molesta. Me volteo para mirarlo – Todo esto mientras tienes una chica en casa. Creí que hace años habíamos dejado bien claro que no íbamos a intentar besar al otro MIENTRAS ESTAMOS DE NOVIOS CON OTROS, porque te recuerdo que lo intentaste una vez y no resultó muy bien. – Me mira incrédulo – No sería agradable que a mis treinta y cinco tenga que recibir un cachetazo de una chica, mucho menos de una novia tuya. OTRA VEZ.
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Nunca es tarde
Romansa"Sé que soy culpable del tiempo perdido y que mi promesa se fue con una canción al montarme en ese avión y hoy vuelvo a encontrarte..." Morat A veces el amor no es suficiente. A veces no es ni el momento ni el lugar, pero sí es la persona. Se dice q...