Llego a casa, estaciono la moto y entro. Me recibe la casa oscura y el silencio. Me siento en el sofá, agotado por el shock y el llanto. ¿Cómo pudo hacerme algo así? No lo entiendo. Mientras más trato de pensar en sus razones menos la entiendo. Tengo una hija. Mierda. CON SOL. ¿Cómo pudo ocultármelo? Dios. No lo puedo creer. No tardo en dejar un par de lágrimas caer nuevamente. Me siento traicionado. Hizo que mi hermano me mintiera. Mis viejos... Mierda, mis viejos. Mis sollozos son lo único que rompe el silencio de la casa.
Era obvio que era mi hija, como pude ser tan ciego y boludo. Es igual a Sol en algunas cosas, en muchas la verdad, pero tiene mi carácter, su pelo es más rizado que el de Sol. Es como el mío y las fechas coinciden. Me recuesto en el sofá un rato para calmarme.
El sonido del teléfono interrumpe mis pensamientos. Miro la pantalla: Lucía. Cuando veo su nombre termino de caer en que dormí con Sol. Me acosté con ella a no más de unas semanas de dormir con Lucía. Lo que pasó con Sol no fue planificado, fue resultado de lo que los dos sentíamos en el momento y llevábamos tanto tiempo sintiendo. El día que Sol me vio con Lucía yo todavía no decidía qué quería conseguir con ella después de que volvió. No sabía si quería ser su amigo o si quería recuperar lo que teníamos, así que seguí comportándome igual que siempre con Lucía. Soy un pelotudo.
Lucía se convirtió en una buena amiga cuando Sol se marchó. Ella me acompañó y me ayudó a superar el mal trago por meses. Yo sabía que ella sentía algo más por mí por eso siempre fui honesto con mis propios sentimientos e intenciones. Decido contestar la llamada
– Hola – Digo con el tono más normal que soy capaz de evocar entre todo el llanto
– ¿Estabas con ella? – Parece estar llorando – Fui a tu casa ayer y no estabas – Suspiro.
– ¿Estás bien? – Pregunto antes de responder para asegurarme.
– Respóndeme – Exige.
– Quiero saber si estás bien Lucía, decime. – Le pido con amabilidad.
– ¿Te parece que estoy bien? ¿Me escuchas cómo si estuviera bien? No, no estoy bien, León. No te hagas el que se preocupa. Estabas con ella ¿verdad? – Me increpa y yo suspiro.
– Sí, Lu, estaba con Sol – Respondo cansado, no tengo fuerzas para esto ahora.
– ¿Cómo pudiste hacerme esto? – Solloza
– Lu, vos y yo hablamos las cosas... – Empiezo – No había nada serio entre nosotros y yo me ocupé de que tuviéramos esa conversación hace tiempo. Acordamos que no había exclusividad. – Le recuerdo
– ¿Y ella sabe? – pregunta con dolor
– Sí. – Algo así, pero no es quién para encararme por mis mentiras con las que ella ha dicho.
– ¿La amas todavía? – Después de todo lo que ha pasado... ya no sé. Guardo silencio – Todo estaba tan bien ¿por qué tenía que volver ahora? Precisamente ahora
– Ella tenía asuntos que solucionar acá, conmigo. – Una hija que revelarme.
– ¿Qué va a pasar ahora? – Su voz desborda dolor y aunque me da lástima pensar en lo que ella está sufriendo, hice todo lo que tenía a mi alcance para que la cosas quedaran claras. Tal vez yo debí simplemente no involucrarme con ella.
– No sé, Lu. Hay cosas que yo tengo que aclarar todavía. – Soy honesto
– ¿Y si yo te pido que te quedes conmigo? Si te pido que me elijas a mí – Pregunta con cautela
– ¿Por qué te hacés esto, Lu? – Trato de no ser cruel, pero sé que no importa lo que haga, le dolerá igual.
– ¿Por qué no, León? – Porque a pesar de todo no sos Sol. Pienso.

ESTÁS LEYENDO
Nunca es tarde
Romance"Sé que soy culpable del tiempo perdido y que mi promesa se fue con una canción al montarme en ese avión y hoy vuelvo a encontrarte..." Morat A veces el amor no es suficiente. A veces no es ni el momento ni el lugar, pero sí es la persona. Se dice q...