Ignorantes

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Luego de comer seguimos hablando de todo un poco haciendo sobremesa. Me siento cómoda y las cosas que me cuenta me mantienen la mente ocupada.

León se queda otra vez a dormir, lo que agradezco, y se queda junto a mí hasta que me duermo.

Domingo 5 de junio

Nos levantamos para tomar desayuno. Luego de comer y ordenar, me siento en la cocina con él.

– Yo creo que ya estoy lista para estar con Luz otra vez, la extraño – Digo en susurro honesto.

– Dejáme que llamo a tu hermana para ir a buscarla. – Se pone de pie, aprieta mi mano rápidamente y con el celular sale de la cocina para hablar. Intento escuchar lo que dicen, pero no entiendo nada. – Ché – León se asoma en el umbral de la puerta – ¿Querés ir a patinar en hielo con Luz? Invito yo. – La pregunta me toma tan por sorpresa que no reacciono. – Sí, hija, vamos. Te vamos a buscar con mami en diez minutos. Yo también. Ella también, chau. – León se despide y me mira con una sonrisa. – Vestite, nos vamos a patinar en hielo – Niego con la cabeza – Dale ortiva, no seas así. Necesitás salir. – Su emoción me hace fallar al intentar ocultar una sonrisa. Ruedo los ojos rendida al cabo de un momento.

– Bueno, vamos. – Me preparo para ir. Me pongo linda porque una parte de mí ama la atención que estoy recibiendo de León y quiere más. Estar con él me ayuda a sentir menos el duelo. Bajo con ropa abrigada porque el invierno ya se hace notar, pero linda y maquillada lo suficiente para que se note una diferencia entre la que subió a arreglarse y la que bajó. León, que me espera sentado en el sofá, se pone de pie al verme y su expresión pasa de sorpresa, a incredulidad y a diversión. Se muerde el labio para reprimir una sonrisa muy amplia y niega con la cabeza divertido.

– Sos ¿Eh? – No logra ocultar la sonrisa exitosamente ni el brillo de diversión en sus ojos.

– ¿Qué? – Finjo demencia. Rueda los ojos y se ríe ligeramente.

– Vamos – Le lanzo las llaves de mi coche. León las alcanza con rapidez y me mira con curiosidad

– Me gusta cuando manejas tú – Digo y salgo con rapidez para no enfrentarme a su reacción. Coquetearle es una buena forma de mantener mis pensamientos en un espacio positivo, que es justamente lo que necesito ahora. Además me siento más confiada de hacerlo después de los días que hemos estado juntos.

Llegamos a buscar a Luz, que nos recibe con alegría.

– ¿Ya estás mejor mami? – Me pregunta con inocencia y preocupación

– Sí, mi vida. – Le aseguro con un abrazo

– ¿Papi ayudó? – Lo mira hablar con Diana a la distancia

– Sí, hija. Papi siempre me ayuda a estar mejor – Luz sonríe – Pero no le digas porque después se cree demasiado. Es un secreto – Le guiño un ojo y Luz se tapa la boca asintiendo con la cabeza.

La preparamos en el coche entre León y yo. Su apoyo dentro de esta semana hizo que algo cambiara, la atmósfera no es tensa, no en el sentido que era desde que se enteró de Luz, es distinto, es como cuando éramos amigos, antes de todo lo que nos pasó. Estamos muy cerca de pronto mientras pongo el cinturón de seguridad de la silla de Luz y cuando me pongo derecha tocó su torso con el mío, una descarga eléctrica recorre mi cuerpo y doy un salto atrás

– Boluda, sacá la pata del cable pelado – Dice riéndose y sin darle demasiada importancia.

Antes que nos demos cuenta estamos en el centro comercial de Maipú haciendo la fila para entrar a la pista de hielo.

– ¿Es muy tarde para decir que no tengo idea de cómo patinar? – Le pregunto a León en un susurro

– Sí. – Responde divertido – Yo tampoco sé en todo caso, vos sabés, no te hagás la que no sabe, boluda. – Me río ligeramente en respuesta. Cuando éramos novios fuimos a patinar en hielo y dimos pena, pero fue lindo. Una parte de mí se pregunta si hizo esto a propósito para recordar viejos momentos, y otra se burla porque soy yo la que quiero que así sea. – ¿Nunca aprendiste? – Niego con la cabeza. Estamos a punto de entrar.

Nunca es tardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora