2 de diciembre de 2014
–... Pero lo habíamos hablado antes, León – Miré los ojos de León que me miraban con culpa y remordimiento.
– ¿Pensás que no lo tengo claro, Sol? – Replicó con frustración pasando una mano por su largo cabello negro. Era temprano por la mañana y aún estaba oscuro afuera. La luz del portátil frente a mí iluminaba mi rostro que, poco a poco, cambiaba su expresión. Me estaba dando cuenta que desde ese momento estaría sola. – Me estás pidiendo que deje esto – Estiró sus brazos para señalar nuestra casa, y con ella, nuestra vida – Estamos bien aquí, este es nuestro hogar.
– Palermo también era nuestro hogar. – Argumenté – Vinimos aquí porque era tu gran oportunidad, pero ahora que la oportunidad es mía ¿tú quieres quedarte?
– No seas injusta, Sol. No son así las cosas. – Frunció el entrecejo con dolor por mi acusación.
– ¿Cómo son entonces? explícame porque no entiendo. – Luché con las ganas de llorar. Estaba viendo todo lo que habíamos construido derrumbarse frente a mí.
– En Palermo no estábamos ni la mitad de bien de lo que estamos aquí. – Me miró fijamente mientras nos mirábamos él y yo, desafiándonos. Suspiró. – Tengo que irme. Hablemos cuando vuelva, por favor. – Tomó mi mano y aunque yo quería sostener su agarre, lo solté de a poco.
– Vas a llegar tarde. Anda. – No fui capaz de mirarlo, pero él tomó mi mentón entre sus dedos para alzar mi mirada. Me dolía el pecho, sabía lo que tenía que hacer y me mataba mirarlo a los ojos.
– Te amo – Cerré mis ojos y lo dejé besarme, me envolví en ese beso, como si del último se tratara porque entendí que así sería.
– Yo te amo también – Le dije con completa sinceridad al separar nuestros labios y lo miré a los ojos. Los tenía de un color marrón profundo los memoricé en una mirada. – Anda, no llegues tarde. Adiós. – Dije sabiendo realmente lo que significaba esa palabra. Había tomado mi decisión. Ese día hice mis maletas y compré los boletos de avión.
15 de enero de 2022
Un movimiento me despierta. La asistente de vuelo me mira con una sonrisa.
– Estamos prontos a aterrizar. – Asiento con la cabeza aún medio dormida sabiendo que debía acomodar el respaldo de la silla. Me muevo y miro a la silla de mi lado.
– Luz, hija, despierta. – Mi pequeña aprieta sus ojitos antes de abrirlos y mirarme soñolienta. – Ya vamos a llegar, déjame que acomodo tu asiento.
– Mami tengo mucho sue-ño – Me dice frotando sus ojos y bostezando.
– Lo sé cariño, pero vas a poder dormir en lo de la abuela ¿Sí? – Asiente con su cabeza y bosteza.
Es por ella que regreso, es por ella que estoy aquí, me digo mientras camino de la mano con mi pequeña por el aeropuerto Arturo Merino Benítez de Santiago de Chile. La última vez que estuve en este lugar lloraba, desesperada porque había tomado la decisión más difícil de mi vida. Dejar a León, el amor de mi vida. Él escogió este lugar antes que elegirnos a nosotros. Me tomó años entender que su decisión no fue algo personal y que, así como yo, que al escoger mi crecimiento profesional no significó ni de lejos que no lo amaba, él al escoger su estabilidad y comodidad tampoco fue una señal de que no me amaba a mí. Esas cosas pasan. La vida pasa.
Poco tiempo después de irme me enteré que estaba embarazada. Decidí que no le diría a León, no quería que pareciera que trataba de convencerlo de cambiar su decisión, no quería que modificara su vida por un hijo si eso no era lo que él quería. Siempre quise que sus elecciones fueran libres, proporcionales a sus sentimientos. No quería forzarlo.

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Nunca es tarde
Romance"Sé que soy culpable del tiempo perdido y que mi promesa se fue con una canción al montarme en ese avión y hoy vuelvo a encontrarte..." Morat A veces el amor no es suficiente. A veces no es ni el momento ni el lugar, pero sí es la persona. Se dice q...