La cita Pt 2

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Encuentro su auto y me apoyo. Intento verme despreocupado antes de que llegue, me acomodo de distintas formas como cinco veces. Das vergüenza boludo, dale ponele onda. La veo a lo lejos despidiéndose de su hija y su hermana que se la lleva. Se ve tan linda que no puedo evitar sonreírle.

– ¿Vamos? – Le digo poniéndome derecho cuando llega

– ¿Tú no tienes moto? – Re ortiva[1], me río para aliviar los nervios.

– Sí, pero vos y yo tenemos mucho de lo que hablar y quiero aprovechar cada segundo. – Le explico y veo como un ligero rubor se le sube a las mejillas. Se muerde la mejilla como para evitar sonreír.

– Bueno, súbete – Pone los ojos blancos, qué maleducada.

Nos subimos al auto y casi inmediatamente empieza a sonar Morat

"cuando te vi, solo podía pensar en todo el tiempo que perdí porque mi vida cambió de repente y lo entendí cuando te vi"

– Todavía te gusta Morat – Susurro más para mí que para ella

– Sí, siempre, aunque ahora es más por Luz. Ella los ama. – Luz, su hija.

– De tal palo... – Bromeo. La miro y está tensa. Le miro disimuladamente, la mano. No tiene anillo. ¿Qué habrá pasado? Quizás el padre de Luz y ella terminaron y por eso volvió, para escapar de él. ¿Se habrá enamorado de alguien más en este tiempo que estuvimos separados? Decido que no quiero saber. La veo bien y está muy dura. – Sol, Relajáte che, estas re dura, parece que tuvieras un fierro metido en el culo – Se ríe sonoramente. Su risa, hacía tanto que no la escuchaba. Me hace feliz, le sigo la risa. – Extrañaba escucharte reír. – Se me escapa sin querer y ella se pone cómo tomate – Te pusiste roja. – Me mira cuando paramos en el semáforo. Está tan linda como siempre. El breve recuerdo de ella con los ojos rojos por llorar tomando las valijas para irse me hace desanimar un segundo. La bocina de un auto detrás de nosotros nos asusta y sigue conduciendo.

– Y te rendiste con el auto – Digo para hacer tema de conversación

– Sí, era necesario, – Se ríe ligeramente. Su risa hace que me recorra un escalofrío de satisfacción. – gastaba mucho en taxis y ubers. Además, ya sabes cómo es mi mamá le encanta insistir. – Sí, sé bien cómo es tu vieja. Me río – Hablando de, tengo que llamarla si no te molesta. – Niego con la cabeza.

– Hola hija ¿cómo estás? – Dice con alegría. Trato de no escuchar, aunque es imposible.

– No muy bien la verdad, estoy algo molesta. – Frunce el entrecejo y mira al camino.

– ¿Qué pasó? – La preocupación en su voz es casi palpable.

– ¿Le has dicho a Luz que si alguien la molestaba debía recurrir a los golpes? – Silencio – Mamá... Hoy ha golpeado a una compañerita y me han llamado a la oficina de la directora. Se salvó de una suspensión por un pelo.

– Pero hija, esa pendejita de su curso la estaba molestando hace rato. – Trato de aguantarme la risa y me tapo la boca para que no se note. Mi ex suegra se defiende como si fuera una nena.

Nosotras ya lo hablamos, yo soy quien cría a Luz, no puedes enseñarle cosas que yo no le he enseñado ni desautorizarme. Mamá yo te quiero, pero no puedes enseñarle esas cosas a ella, le generas problemas a ella y a mí. Por favor no lo hagas más. – Está hecha toda una madre. ¿La habrá criado sola? Se habría venido antes de vuelta o ¿Tal vez volvió el padre?

– ¿Estás con León? – Pongo atención de pronto en la conversación. ¿Cómo carajo supo?

– MAMÁ. – La reprende con vergüenza.

Nunca es tardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora