Capitulo 31.

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Fuerte como la marea.

Alexander.

Como todas las mañanas de la última semana, me despierto con un enjambre de cabello rubio esparcido sobre mi pecho y un leve ronquido escapando de los labios de mi prometida. Su melena esta esparcida sobre mi piel generándome pequeñas cosquillas, pero por más incomodo que pueda estar, no pienso mover a Marena de esta posición. En los últimos días algo cambio entre nosotros, y la pequeña desquiciada comenzó a ser medianamente agradable conmigo; por ejemplo, dejo de llamar a la habitación su cuarto y ahora es el cuarto, es un avance, espero que para el mes que viene comience a llamarlo nuestro cuarto, dedos cruzados.

Todas las noches ambos realizamos nuestra pequeña rutina en la que ella se peina, se coloca su pijama y lava sus dientes mientras que la espero en la cama; en el segundo en que se recuesta y apaga la luz, se coloca los más lejos posible de mi, mientras que yo, pacientemente, espero unos minutos para tomarla de la cintura y arrastrarla hasta pegar su cuerpo al mío; los primeros días Mare oponía resistencia, pero últimamente deja el orgullo de lado y se permite relajarse y acoplarse a mí.

Dejo escapar un largo suspiro, comienzo a acariciar lentamente los mechones rubios y pienso en cómo a partir de mañana podre ser llamado un hombre casado. A partir de mañana Alexander medio nombre censurado Meyer Schwarz estará casado con Marena Nicoletta Di Rinaldi. Seré el esposo de la persona más terca, exasperante y caprichosa que podría existir, y no podría estar más feliz con eso. Al comienzo del acuerdo, detestaba la idea de estar con alguien sin amor, tener que ser forzado a estar con alguien que no podía siquiera estar en una misma habitación que yo y generar que ambos seamos miserables; pero ahora... creo que hay una pequeña posibilidad de poder llegar, algún día, a amar a la mujer que esta sobre mí. No me mal entiendan, me vuelve loco. Su capacidad de rechazarme y alejarme a cada oportunidad que tiene me pone histérico, pero esos extraños y peculiares momentos en los que deja caer todos los muros que la rodean y me permite ver a esa persona que se encuentra escondida en lo más profundo de su corazón, esos son los momentos en que contemplo la posibilidad de amarla por el resto de mi vida y no dejarla nunca, esos son los momentos en los que me permito olvidar la situación que nos llevo a contraer matrimonio, y me permito disfrutar.

Mi yo de quince años estaba obsesionado con Marena, y no de una forma sana. En su momento creía que era por lo irritante que se volvía estar en una ambiente académico con ella. Constantemente era comparado con la pequeña rubia con cara de ángel, que era mejor en todo lo que hacía, y lo odiaba. Mi padre la admiraba, siempre hablaba de lo brillante que sería su futuro y lo grandiosa que sería como jefa, mientras que a mí no me dirigía ni siquiera un bien hecho. Los profesores de la Academia la alababan y aumentaban ese ego enorme que tenia, y eso solo alimentaba mi odio y envidia. Detestaba que sin siquiera intentarlo, me superara en todo; entonces comencé a esforzarme y competir con ella, también infravaloraba todos y cada uno de sus esfuerzos, intentando romperla por dentro, y ser el mejor. Mi yo de veinticinco quiere partirle el rostro a ese imbécil que intento quebrar a Marena. El asco que siento hacia mi yo de hace diez años es monumental. La sola idea de intentar lastimarla me da ganas de cortarme las pelotas. Actualmente entiendo que no solo buscaba su caída, también quería su atención. Con cada insulto, comentario y burla solo la alejaba más, y mientras más lo hacía más quería que ella me viera. Ahora solo pienso en lo inalcanzable que era ella para mí.

Podre ser el bastardo más suertudo del mundo, porque mañana la mujer que más deseaba y no tenia, será mia.

- ¿Qué hora es? – pregunta con voz adormilada.

Levanto mi muñeca izquierda y veo el reloj.

- Nueve y media.

De un brinco levanta la cabeza y me mira con los ojos como plato.

Iluminame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora