Realidades mentirosas.
Marena.
- Eres un arma, y las armas no lloran. – grita desde la terraza de la mansión mientras cesa los disparos – En nuestro mundo no hay lugar para la debilidad, ¿está claro Marena?
- Si señor. – enjuago mis lagrimas levanto el mentón hasta conectar mi mirada con la suya, sus ojos no son tan verdes como los míos, los de él tienen manchas marrones que se entremezclan con el color esmeralda.
La lluvia cae cada vez con más fuerza dificultando mi vista, y el cielo se oscurece aun más con cada momento que pasa. El barro me llega hasta las rodillas y el frio se cuela por mi piel, adormeciendo mis miembros.
Llevábamos horas en el jardín trasero practicando tácticas de escape y defensa; mí padre utilizaba los días de peores condiciones climáticas para que el peor escenario posible, sea más realista en el caso de un ataque. En la última hora mi cuerpo comenzó a fallarme y el cansancio comenzaba a pasarme factura. Los más recientes intentos habían terminado siendo completos desastres que me dejaron más cerca de la muerte que del éxito, resultando en la caída de mis lágrimas. La frustración y decepción de mi padre eran innegables. Una bala había rozado mi brazo y me dejo una pequeña herida que ardía con cada gota de lluvia que caía sobre ella.
Padre seca su rostro y bufa.
- Si quieres sobrevivir tienes que ser la mejor Marena, no hay otra forma de que una mujer pueda tomar el mando del clan italiano sin que se la coman viva. – sus ojos negros me penetran y me obligan a dejar de temblar. – Tal vez termines odiándome, pero algún día sabrás que lo hice para cuidarte y no lastimarte. – suspira y velozmente dirige su mirada hacia mí herida. – Puedo vivir con tu odio, pero no con el peso de saber que deje este mundo y te deje desarmada.
Trago grueso y asiento con la cabeza. Aunque parezca imposible de creer, no odio a mi padre, creo que una pequeña parte de mi lo hacía, pero el resto de mi comprendía en la posición en la que se encontraba; la trágica muerte de mi madre había dejado un trauma incorregible en su mente, y el peso del clan italianos recaía completamente en él, todo dependía de mi padre, y el sabia que un día, ese peso recaería en mí. Ni Mellea, ni yo nos encontrábamos en condiciones de seguir con su legado, estos entrenamientos solo eran una ínfima parte de lo que tendría que atravesar una vez que me convierta en jefa.
- ¿Lista?
Miles de escenarios posibles atraviesan mi mente, y la gran mayoría termina con la sangre de mí familia y mis hombres en mis manos. Me trago absolutamente todas las posibles dudas que podría tener, y asiento con firmeza.
- Sí, señor.
Padre realiza un corto movimiento de cabeza, y vuelve a colocar la ametralladora en posición, mientras inicia el cronometro. Rápidamente me pongo en acción y me lanzo cuerpo a tierra, mientras que los disparos estallan a mí alrededor.
Abro los ojos y me concentro en analizar mi paradero. Estoy en un avión, con Alexander, volviendo a Sicilia. Largo un suspiro y me enderezo en mi asiento. Volteo hacia mi derecha y veo como Alexander descansa con sus ojos cerrados y su cabeza apoyada sobre su puño. Nuestra luna de miel solo duro unos cuatro días, ya que ambos sabíamos que esas vacaciones eran un engaño y un escape de nuestra realidad. Esos días en la montaña quedarían grabados en nuestras memorias como la paz antes de la tormenta. La guerra se avecinaba, y el silencio de Volkov solo significaba una cosa, problemas. El ruso lleva años creando alianzas y formando vínculos con clanes pequeños, ganándose a todo aquel que podría ser un enemigo, su silencio no era cobardía, no, era estrategia. No solo estaba utilizando su tiempo sabiamente y planeando algo grande, sino que también estaba jugando psicológicamente con nosotros; sabe que al alargar el ataque, la espera comienza a dejar de saber a ansiedad, y comienza a cobrar tintes de tortura. Al especializarme en psicología, aprendí cosas muy valiosas, y una de ellas, fue que si logras insertarte en la mente de alguien, puedes hacer lo que quieras. Es fácil mutilar, quemar y desmembrar a alguien para obligarlos a hablar, pero lo difícil es entrar en su psiquis, revolver cada recuerdo doloroso, inseguridad y miedo más profundo, para someterlos y llevarlos a un punto de completa sumisión. Esta técnica no suele ser sencilla, y no puede ser aplicada a todos los individuos, cada persona conforma un universo, y descifrar que método aplica a cada uno, equivale resolver un rompecabezas sin imagen de referencia, honestamente, es todo un desafío, pero eso es lo que lo vuelve tan atractivo, esforzarse e intentar cosas, hasta ese momento en el que escuchas su voluntad quebrarse, su boca abrirse, y la información que buscas, fluye como una presa de agua siendo abierta por primera vez. Los católicos utilizamos esa frase tan curiosa, "la verdad te liberara", algo creado con buenas intenciones, se retuerce hasta convertirse en el uso del mal. Es divertido, ver la voluntad quebrase, y la verdad liberarse. El ser humano es una criatura de hábito, y una vez que se descubre dicho hábito, el punto débil, uno puede hacer con esa persona lo que quiera.
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Iluminame.
Romance"Ninguna gran historia de amor comenzó con una buena decisión." - En serio, ¿Que quieres Meyer? - digo con molestia. - Nada, solo estaba yendo al baño y una niña mimada iba demasiado distraída consigo misma como para ver por dónde camina. - ¿Cómo me...