Como y cuando yo quiero.
Marena.
Tenía miedo de la reacción de mi hermana ante la noticia; pero en el segundo en que me abrazó y me dijo que se alegraba por mí, todos mis miedos desaparecieron. Lo único que me molestaba eran las palabras de Eva. "Sé porque lo hacen, y es una decisión correcta por más razones de las que te permites creer cariño". No había más razones que la seguridad de las personas que amamos, no entiendo porque todos esperan que haya más de lo que realmente hay. Esta unión es por el resto, no por nosotros.
Necesitaba alejarme unos minutos de todos y pensar, así que actualmente me encontraba sola en la biblioteca de los Schwarz apreciando el cuadro que colgaba en una de las paredes. En la imagen se encontraba una mujer enredada en una enorme tela blanca, que parecía estar sofocándola. Creo que lo que llamo mi atención e hizo que me quedara analizándolo, fue mayormente por el sentimiento de identificación con la imagen.
Mi relación con Alex toda la vida fue complicada, pero los límites siempre estuvieron definidos y ambos los respetábamos; pero ahora todo está borroso. Los besos en mi casa fueron un error muy grande, y yo no cometo errores, y lo peor es que eso no es lo que más me molesta, sino que lo que más me enoja de toda la maldita situación, es que disfrute cada segundo que sus estúpidos labios estuvieron sobre los míos. La gota que rebalso el vaso, fue cuando el imbécil pensó que por el solo hecho de poner un anillo en mi dedo anular, poseía algún tipo de derecho sobre mi persona.
Y hablando del rey de los idiotas, siento como una mano toma mi cintura y su cuerpo se pega al mío. Desconecto mi mirada de la obra y me concentro en el. Su perfume es lo primero que noto y me fastidia, su aroma es adictivo.
- Ya es oficial Prinzessin. – murmura con malicia en mi oído. Una corriente eléctrica atraviesa toda mi columna.
- Lo es. – digo volteándome e imponiendo distancia entre nosotros. – Mañana Alessandra hará público el anuncio.
El simplemente asiente y vuelve a cerrar la distancia entre nosotros, intento alejarme pero no me lo permite.
Alexander pone los ojos en blanco e impone más fuerza en su agarre. Juro que estoy a un segundo de quebrarle todos sus preciados dedos.
- Cariño, en un mes serás mi esposa y tendrás que aprender a acostumbrarte a mi cercanía. –suelta con ironía.
- Tienes razón. – empiezo y el sonríe con satisfacción ante mi repentina sumisión. – En menos de un mes le venderé mi alma al diablo, así que mejor aprovecho mi tiempo libre y mantengo mi distancia. – termino empujándolo fuertemente para recobrar mi espacio personal.
Espero ver furia en su mirada ante mi rechazo, pero lo único que hayo es diversión.
¿Qué mierda hay que hacer para que este el idiota se enoje?
- Marena en menos de lo que crees, estarás rogando por mi cercanía. – dice con demasiada confianza para mi gusto.
Lo miro y vuelvo a cerrar el espacio que nos separa, vamos a ver que hay que hacer para que Alexander Meyer Schwarz se enoje.
- Si, ese será el día en que pierda completamente mi salud mental. – comento besando lentamente su mejilla. – Tienes que empezar a entender que tu solo recibirás los contactos que yo quiera darte. – beso su otra mejilla y él solo cierra lentamente sus ojos y aprieta sus puños sobre mi cintura. – Como y cuando yo quiera. – mi mano reposa en su pecho mientras que mis labios quedan prácticamente sobre los suyos. – Nunca seré tuya Alexander. – susurro y beso suavemente la comisura de su boca.
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Iluminame.
Romance"Ninguna gran historia de amor comenzó con una buena decisión." - En serio, ¿Que quieres Meyer? - digo con molestia. - Nada, solo estaba yendo al baño y una niña mimada iba demasiado distraída consigo misma como para ver por dónde camina. - ¿Cómo me...