Capitulo 32.

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Para arrancar el año les dejo el capítulo más esperado.
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Ni la muerte nos va a separar.

Alexander.

Todavía recuerdo la primera vez que la conocí. Mis padres, un diminuto Dominik y yo volamos a Italia para el cumpleaños de la hija de uno de los miembros de la Alianza. Al llegar fuimos recibidos por Lia y Luca Di Rinaldi, y detrás de ellos descendía lentamente las escaleras de la mansión una larga y espesa cabellera de rizos rubios. Su madre le insistió para que se presentara frente a sus invitados y dando un paso a delante con su vestido blanco y azul a cuadros perfectamente alisado y la cabeza en alto dijo "Soy Marena Nicoletta Di Rinaldi Montemurro y hoy cumplo cuatro años". Creo que ese día descubrí lo que era sentir que mi corazón se detuviera, porque en el segundo en que hablo, este se freno por un momento y dio un salto para luego comenzar a latir a mil revoluciones por hora.

Frente a mi tenía una diminuta criatura con ojos verdes, que deslumbraban a cualquiera que se atrevieran a mirarlos, y se encontraban recubiertos por una gruesa y oscura capa de pestañas; estos solo podían ser comparados con los de Medusa, porque, aunque en diferentes circunstancias, ambas poseían el mismo efecto en las personas. Ese día descubrí que Marena podía cautivar a las personas, pero no solo con su presencia, sino que también con sus acciones, y creo que eso solo contribuyo para que me volviera adicto a ella, porque desde ese instante en adelante, intente volver a presenciarlo en todos y cada uno de nuestros encuentros. Aunque no siempre demostraba el placer que causaba en mí su presencia, no podía negarme a mí mismo el deleite que era.

Desde ese día en adelante, mi corazón comenzó a latir por ella y solo por ella. Podía acariciar, besar y follar a todas las mujeres que quisiera, pero Marena Nicoletta Di Rinaldi Montemurro era la única con la capacidad de acelerar mis latidos y cortarme la respiración. Odiaba que ella fuera mi peculiar debilidad, pero adoraba consumirla como mi pequeña droga, pero siempre debía hacerlo en mínima dosis para no alimentar al hambre que era mi adicción por ella; pero en el segundo en que nos comprometimos, mi autocontrol se fue a la mierda, y se me hizo imposible mantenerme alejado de la pequeña hija de puta que me hacía sentir vivo con cada paso que daba junto a ella. Esa diminuta mujer que se asimilaba a una diosa griega, era la peor mejor persona que alguien podía conocer; una mente brillante para los negocios y una agilidad para matar tan delicada, que se volvía elegante, ella podía ser el monstruo más grande de la historia del crimen organizado, pero también era alguien que sangraba por su familia sin siquiera pensarlo; y eso solo lograba que mi orgullo aumente al decir que en unas horas estaría uniendo mi vida a la de Marena y extrañamente me encontraba más feliz de lo que había sido alguna vez. Podía rechazarme y alejarme todo lo que quisiera, pero estaba confiado en que al final del día siempre terminaríamos juntos.

Observándome frente al espejo de pie, en mí traje negro con pañuelo blanco de seda, le sonrío levemente a mí reflejo con orgullo, hoy es nuestro día.

Marena.

Recorro de arriba abajo la mirada por el espejo. El vestido no tiene corset, pero extrañamente se siente como si lo tuviera, mi respiración es cada vez más débil. Siento el sudor frio en mi columna y el bombeo constante de mi corazón acelerándose a cada segundo. Las voces de mi hermana y mi mejor amiga solo son un simple murmullo en el fondo de la habitación debido al irritante pitido que captan mis oídos.

Cierro los ojos e intento ir a mi lugar feliz.

La imagen del cráneo de Alexander siendo perforado por una bala suele calmarme en momentos de estrés, pero actualmente mi lugar feliz no está funcionando. ¿Qué me está sucediendo? Mi respiración se vuelve cada vez más pesada y la sensación de estar atrapada se hace presente. Por los síntomas puedo deducir que estoy teniendo un ataque de ansiedad. Comienzo a realizar ejercicios de respiración inhalando una vez y exhalando en dos. Cierro mis ojos con aun más fuerza y pienso en Alexander esperándome en el altar, y no puedo evitar la débil sonrisa que toma mis labios. Detesto no detestarlo y desear su muerte. La Marena de unos meses atrás estaría decepcionada. Usualmente podía visualizarlo muerto y eso me causaba alegría, pero actualmente solo siento... ¿tristeza?

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