Capítulo 1

29.1K 1.2K 1.4K
                                    

El silencio exterior hacía que sus pensamientos resonaran con más intensidad. Tweek llevaba días sin dormir y sin comer correctamente.

¿Qué clase de vida llevaría? El mundo había acabado, era la única persona que vivía. Tenía total libertad de tomar lo de que deseara de cada casa o tienda, pero Tweek ya no tenía ningún motivo para querer si quiera respirar.

A pesar del gran dolor, sentía miedo de morir. De que el método que eligiera para terminar con su vida fallara y lo dejara agonizante por más tiempo del debido. Le llevó días tomar la decisión final, buscó la soga que su padre siempre llevaba en su auto y la colocó con los nudos correspondientes en el techo de su casa.

Había imaginado múltiples veces el fin del mundo, pero jamás pensó que sería tan sangriento. Era sabido la existencia de esas razas alienígenas que solían atacar a los planetas pequeños con menos tecnología, sin embargo, nunca pensó que llegarían a destruir toda la vida existente.

¿Qué sentido tenía seguir? Sus padres, amigos y vecinos habían sido despedazados por sus brazos en forma de cuchillas y el veneno que inyectaban de esa forma. Él se ocultó en vano, solo para alargar su agonía.

Luego de varias idas y vueltas, Tweek se subió a la silla. Ya no sentía miedo, hambre o sueño, así que puso su cuello en el aro que armó con la soga. Cerró los ojos para pensar una última vez en sus amados padres, en la tienda de café que tanto habían hecho crecer y el que los condenó en el día del ataque.

La música que había dejado sonando pasó a ser un sonido insignificante en otro plano, lentamente se iba apagando mientras el latido de su corazón se aceleraba y golpeaba contra sus oídos.

Solo tenía que empujar la silla debajo de sus pies para quedar suspendido.

El sonido mecánico que parecía cortar el aire en el cielo lo hizo abrir los ojos nuevamente. Dudó en si debía apurarse para morir, no quería ser torturado por nadie, pero la curiosidad era persistente.

Se acercó a la ventana rota, vio en la calle algunas naves que no correspondía para nada a su planeta. Su estructura tampoco correspondía con un estilo de otra raza que no sea humana. Cuando vio que los hombres se agrupaban en una determinada formación, Tweek supo que lo estaban buscando a él.

No era extraño que lo rastrearan con su tecnología tan avanzada, lo que no concordaba es que llegaran varios días después del ataque, cuando ya no había nada que salvar.

Cuando ya no tenía nada que perder.

Caminó hacia ellos con pasos firmes, más específicamente hacia el hombre que poseía un traje militar más oscuro que el resto, Tweek supo que era el que tenía más poder, el que sería el jefe de aquel escuadrón. Todo su odio fue dirigido hacia ese hombre de cabello negro.

Lo miraron acercarse, sus armas no dudaron en apuntar hacia el rubio. No hubo advertencias porque el líder no pronunció ninguna orden, sino que parecía tener deseos de un encuentro con la única vida humana que había quedado en el planeta número 36.

Tweek supo que iba a provocar su muerte, pero no dudó en lanzar un golpe hacia el rostro del líder. Este, y ninguno de los presentes esperaban que hiciera alguna acción en contra de alguien que pertenecía a un alto rango de la seguridad interplanetaria.

—Eres un completo inútil en tu trabajo —expresó con odio. —¡Ya no queda nadie aquí!

Los ojos verdes del hombre permanecieron neutrales ante su insulto. Tweek supo que le importaba poco lo que había ocurrido.

Un golpe metálico en su cabeza lo dejó tirado en el piso con mucha facilidad. Había sangre brotando, pero no estaba seguro donde estaba la herida por el dolor sordo. Tweek alzó la mirada, el hombre de cabello pelirrojo lo miraba con ira. Era quién lo había golpeado y ahora lo apuntaba con su arma.

¡Eres mío! (Censurado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora