Extra 3: Francis

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Había estado en una gran desventaja desde el inicio, no era militar ni tampoco tenía progenitores insertos en el ámbito de la política. Sus amigos no lo ayudarían a él, sino a Craig.

Nunca había tenido ni siquiera la posibilidad de acercarse a Tweek. Solo podía enviarle mensajes y esperar a que él mismo se contacte. Nunca ocurrió.

Craig lo halló primero, con ello se corrió la noticia de que esperaban un hijo. Habían visto su vientre abultado, por lo que Craig había renunciado a utilizar la fuerza para hacerlo volver con él.

Solo debía olvidarse de aquel amor tonto y desesperado que había sentido a primera vista.

—Esta es tu oportunidad, hijo —aconsejó su madre. Le había permitido sufrir algunos días, pero ya era hora de seguir adelante. —Thomas está destrozado, su madre está desesperada para que encuentre un buen hombre.

Se secó las lágrimas de los ojos y respiró profundo. El matrimonio era muy conveniente para ambas familias, especialmente para Thomas. Necesitaba a alguien capaz de administrar sus empresas.

Nunca lo había considerado antes, el doncel tenía algún tipo de sello fantasma que indicaba que le pertenecía a Craig. Dudaba que tuviera muchos pretendientes de su edad por esa misma razón. Incluso ahora, después de saberse todo lo ocurrido con Tweek, nadie querría meterse con un doncel enamorado de otro hombre.

Fue junto a sus padres a la mansión, la mujer los recibió sin sorprenderse y se sentaron en la mesa hablando directamente del acuerdo de matrimonio.

—Ahora es solo decisión de Thomas, yo estoy de acuerdo con ustedes —dijo su madre.

El doncel que no había aparecido en el tiempo que estuvieron conversando de pronto alzó la voz desde el otro extremo del salón.

—Quiero casarme con Francis, mamá —confirmó.

Por primera vez lo había visto en pijama, su cabello estaba desalineado y poseía unas profundas ojeras rojizas que mostraba cuan dolido estaba.

Sintió pena por él, le parecía demasiado pequeño para tanto dolor; aunque sabía bien que había sido el responsable de su propio sufrimiento.

Ya no tenía importancia.

Sus condiciones fueron que el casamiento debía ser en privado, sin difundir la noticia y nada de amigos ni familiares lejanos que pudieran presenciar la firma del acta. Por último, quería quedarse a vivir en la mansión junto a su madre. La única condición que pidió a cambio Francis fue vivir junto a él.

Thomas aceptó, el matrimonio se realizó un día después sin volverse a dirigir la palabra.

—Busca la habitación que quieras y pide que te ayuden a acomodarla —le dijo el rubio.

No le gustaba para nada la idea de dormir separados, era lo que hacía la gente mayor cuando ya no se soportaban. No se amaban, pero estaba dispuesto a hacer lo posible para ganarse su corazón y así obtener un matrimonio lleno de amor.

Ignoró sus palabras para meterse en su habitación, Thomas lo miró con enfado y sorpresa.

—Quiero dormir contigo, no iré a ninguna otra parte —dijo con firmeza.

Lo que menos deseaba era ser intrusivo, pero conocía a Thomas desde pequeño y sabía cuan duro podía ser con las personas.

A pesar de su mirada furiosa, Francis se acostó en su cama sin tener su consentimiento. Thomas abrió la boca para protestar, pero luego se rindió y tomó uno de los bordes dándole la espalda.

Francis esperó algunos minutos antes de acercarse y sorprenderlo con un abrazo. El doncel gritó del susto y lo observó como buscando una explicación.

—No finjas que te agrado, tú te querías casar con Tweek y yo solo fui su reemplazo.

—Tú eres único, ¿cómo podrías reemplazar a otra persona? —dijo sin soltarlo.

Lo afirmó en sus brazos a pesar de notar su temblor.

—Yo... Hmm. No quiero tener hijos aún, eres demasiado feo para mí —habló sin nada de convicción.

Fue cuando supo que el rubio estaba malinterpretando su acercamiento.

—Sé que nuestros hijos serán tan hermosos como tú. Y van a ser los más lindos que hayan visto en este planeta.

Vio el preciso momento en que el rostro de Thomas se ruborizó, su boca temblaba, pero de alguna forma Francis supo que le gustó escuchar aquello. El rubio apretó sus brazos, no de una forma violenta, sino buscando cierto refugio en él.

No mentía, Thomas era precioso. Sus actitudes también le parecían lindas y hasta tiernas. Quizás solo era porque se trataba de su esposa, no lo sabía. Solo tenía claro que no podría envidiar a nadie y que Thomas debía ser la persona más hermosa a sus ojos.

—¿Crees que soy lindo? —preguntó con inocencia y timidez.

Francis estaba muriendo por experimentar todo lo que conllevaba un matrimonio, quería besarlo y hacerlo sentir bien de todas las formas posibles. Pero debía darle su tiempo para que confiara en su cercanía, así que se limitó a dejar un gran beso en su mejilla.

—Eres perfecto, Thomas.

¡Eres mío! (Censurado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora