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Sara despertó desorientada en su dormitorio, su cabello estaba desordenado y su trasero dolía, aunque eso era obvio, después de aquel castigo a quien no le dolería.
Su olor era extraño, ni si quiera podía definirlo. Se incorporó de su cama y se deshizo de su ropa, se metió a la ducha y en cuanto el agua cayó en su cuerpo cerró los ojos relajada, pero su momento de paz le duraría poco.

—no debes de decirle a nadie. — la voz grave de Catherine hizo que pegara un brinco, como pudo se cubrió con sus manos

—¿pero que carajo? ¿Por qué entró así?

—por qué quiero y puedo

—¿cómo entro?

—acabas de ver que soy un ángel según tu, puedo hacer lo que yo quiera

—¿como?

—Soy celestial Sara, supuse lo sabrías

—a

—no le digas a nadie. — advirtió y tal como había llegado, desapareció

La peliazul quedó temblando después de la visita de Catherine, se ducho de manera rápida y en cuanto salió cayó al suelo al verla sentada en su cama

—¿por qué hace eso?, joder. — dijo enojada

—no quiero que le digas a nadie

—ya me lo dijo. — se levantó —puede irse

—tu no eres como los demás

—pues no, soy la única Sara

—no niña, me refiero a que tu no me temes

—¿Quien dice que no?, estoy que me cago de miedo, claro que le tengo miedo. Yo sabía que este lugar no era normal, todos aquí se comportan como subnormales y todas las noches hay ruidos extraños

—nadie es subnormal

—si lo son, más ustedes los profesores, la directora, usted y la profesora Anne se comportan como gente retardada

Catherine se estaba poniendo de mal humor, así que cerró los ojos e inhalo un par de veces

—mira niña, lo único que quiero es que cierres la boca y no digas nada a nadie, ni a tus padres, ni a tus amigos ni a la maldita almohada

—¿soy la única que sabe esto?

La subdirectora asintió

—eres la única que husmea por las noches, nadie se enfrenta a nosotras

—deberian, creen que por jugar a ser monjitas nosotras debemos de respetarlas o tratarlas como santas, no lo son y no lo serán

Catherine dejó de ser la dulce humana "monja" y se convirtió en algo parecido a un ángel. Sus alas eran gigantes y rojas, su rostro seguía igual, pero sus ojos se veían más resplandecientes, Sara se hinco ante ella, no sabía muy bien por qué

—repite lo que dijiste. — ordenó con voz grave

La chica no podía verla al rostro, le parecía demasiado hermosa, definitivamente alguien celestial.

—mírame

Sara obedeció

—Es la última vez que tu nos ofendes a mi o a cualquiera, la última vez que husmeas por el lugar y la última vez que te excitas viéndome

De alguna manera Sara logró dejar de estar ensimismada y rio con ganas

—tiene putas agallas y al parecer también poderes

ENTRE PAREDES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora