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La mirada de Catherine era de alguna manera aterradora, pero no era la ira la que hacía que se viera diferente, sino la nostalgia. La rubia siempre parecía estar ausente, pero al mismo tiempo estaba pendiente de todo y de todos. En ese punto de su larga vida se preguntaba, ¿que sería diferente si Sara no hubiera entrado a ese internado?, y aunque creía que tenía las respuestas, no era así, Catherine no sabía nada, a pesar de tener más de un siglo, no sabía nada de la vida, ni si quiera de ella misma.

—¿vas a ejecutarlos?. — su tía abrio los ojos con asombro, no podía creer lo que su sobrina decía —pensé que no querías hacer eso

La ojiazul miraba el reloj que colgaba en la pared, estaba ausente y fuera de sí, no se sentía ella misma, nunca se sintió ella misma.

—tengo que hacerlo

—Sara no está incluida en el plan ¿o si?

—no. — miró los ojos de aquella mujer con desdén —no lo sé

—para hacer las cosas debes de estar segura

Catherine mostró la palma de su mano en señal de silencio, su tía la miraba esperando su próximo paso, pero ella no sabía que hacer

—tienes miedo. — su tía afirmó, Catherine no respondió, sólo miraba el reloj, como si aquellas manesillas moviéndose le dieran la respuesta, pero no fue así. Ni si quiera ella tenía las respuestas, pero ¿que respuestas?

—no. — la miró tratando de descifrar algo en la mirada de su tía —no tengo miedo, solo tengo la necesidad de proteger a Sara. Es lo único bueno que me ha pasado en toda mi jodida vida

La directora del internado sacó una paleta de un cajo y la desenvolvió, todo esto mirando a su sobrina, después comenzó a saborear aquel dulce de cereza. Catherine la veía, pero en realidad no lo hacía, ella estaba en otro lado

—tienes miedo por ella, sabes que algún día morirá y eso de alguna manera te aterra. — la mujer sacó la paleta de su boca haciendo un sonido extraño

—no, mi miedo no es ese

—¿entonces?. — volvió a lamer su paleta

—tengo miedo a enamorarme de ella

—eso es algo que no podrás evitar. ¿Te preocupa dejar de ser demonio?

La rubia se encogió de hombros

—tengo cosas que hacer

Catherine salió de la dirección y comenzó a caminar sin rumbo, sus pensamientos iban demasiado rápido y no había manera de frenarlos.

Por otro lado, Sara estaba sentada en su cama, miraba la puerta desgastada, como si quisiera atravesarla y salir de ahí, de su habitación, de aquel internado, salir y experimentar. La sensación de querer no le agradaba, no le gustaba pensar que ahora su estado de ánimo dependía un poco de otra persona o de lo que hiciera, aunque lamentablemente, en su caso no era una persona, era un demonio.
Un ruido de bajo de la cama de Sara la hizo reaccionar, se levantó deprisa, tropezando y cayendo. Se acercó lentamente a su cama y observó.
Una mano fría, con uñas largas y muy espeluznante la tomó del cuello y la jalo, la muchacha se dio un par de golpes, pero eso era lo de menos en ese momento, ella tenía miedo, trataba de gritar, pero no podía. Aquella cosa sin forma humana la llevaba a un tipo de agujero negro, las lágrimas de Sara resbalaban por su rostro, cuando aquel demonio la soltó, ella se dio cuenta que había salido de aquel internado o algo parecido.

—¿que hago aquí?. — su cuerpo temblaba y las lágrimas no dejaban de salir, de pronto varias imágenes comenzaron a reproducirse frente aquella jovencita, personas que eran violadas, maltratadas por sus padres, muerte escalofriantes, suicidios, sobredosis. Cada imagen que pasaba era peor que la anterior y ella no podía apartar su vista, por más que quería hacerlo, no podía. Su voz no salía y sus lágrimas tampoco, cada imagen le calaba hasta los huesos y la estremecía. De pronto se desmayo, se golpeó fuertemente la cabeza, y comenzó a sangrar.
En esta ocasión no hubo Catherine que la salvará.

ENTRE PAREDES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora