Despertar

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Me desperté y dejé a Naia aún dormida en la cama; ciertamente, me enterneció ver como intentaba encontrar la ausencia de vacío a su lado.

Bajé, preparé algunos suministros y bolsas de viaje y fui terminando de organizar las armas: arcos, dagas, cuchillos, espadas cortas y alguna alabarda. Todo en silencio y sin despertar a los que dormían en el salón. Apenas empezaba a brillar el sol desde el fondo del horizonte, salí de la casa para verme con mi contacto. No intenté cambiar mi forma ni pasar desapercibido, paseaba tranquilamente por las calles hasta llegar a la taberna donde conocí a Naia y donde siempre podía encontrar a mi contacto, al fin y al cabo, él era el dueño del lugar.

— ¡Hola! – Salieron unos cuantos asesinos, para nada pacíficos, que conocía al escuchar mi saludo –. ¡Dejad de apuntarme imbéciles, soy yo! Vengo buscando a Rap – Me ignoraron –. Es urgente y al primero que me lo traigo le doy dos hierros –. Con esa sola frase, toda la multitud empezó a moverse para ser el primero en traérmelo. No pasaron ni dos minutos y ya tenía a uno que me estaba ofreciendo a Rap.

Como buen negociante que soy, le di los dos hierros, y después le mandé a que nos dejara en paz. aunque no le di mucha importancia.

— Es una forma de decirlo, ¿qué quieres? Ha sido venir tú y alterarme a todos mis muchachos.

— Una salida, limpia. Somos siete. A ser posible, antes del mediodía y por el este.

— Pides demasiado para haber estado fuera de línea tanto tiempo – Me susurró mientras me miraba de arriba abajo –. Te mandaré a uno de los míos antes de que empiece la hora del mercado. Dime, ¿es que ahora trabajas en grupo?

— Lo espero donde siempre. Y nunca trabajaría en grupo, me interrumpirían, pero a estos me interesa sacarlos de la ciudad. Nos vemos dentro de otros tantos años. Y que no me entere que uno de los nuestros ha aceptado la recompensa por mi cabeza o si no, me aseguraré de pagarle de vuelta –. Me despedí. Hice el camino a casa igual que la ida, silenciosa y tranquilamente.

Cuando llegué, vi que todos estaban despiertos y terminando de armarse, menos Naia.

— Buenos días gandules, ¿dónde está Naia?

— Buenos días, aún no ha bajado, así que supongo que está dormida aún –. Me devolvió el saludo Enl.

— Dadme un momento y estamos con vosotros.

Subí los escalones y entré a mi cuarto, recorrí las cortinas y zarandeé levemente a Naia.

— Pequeña, despierta. Es el día –. Me salió una voz dulce y tranquila.

— ¿Noit? ¿Ya es de día? – Se desperezaba como un gato –. ¿Ya nos vamos?

— Aún no, pero hay que prepararlo todo.

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Llamaron a la puerta acerca de la hora de actividad de la ciudadela, era uno de los chicos de Rap, debíamos ponernos en marcha ya hacía la salida este. La noticia resultó como una chispa a un barril de pólvora, la emoción y adrenalina corría por sus cuerpos; yo tenía miedo de que algo saliera mal. Usamos un carro que tenía y compré dos caballos para poder irnos como comerciantes para levantar menos sospechas. Tardamos bastante poco en llegar al punto que había acordado, pero algo estaba mal. Algo me pinchaba por dentro, mientras estábamos llegando me acordaba más nítidamente de aquella mañana. Rap tenía mi cartel de forajido en las manos cuando me lo trajeron. Era una trampa.

— ¡¡Enl!! ¡Azuza a los caballos, tenemos que irnos ya! ¡Es una trampa! – Ni terminé la frase cuando empezaron a llover flechas del cielo –. ¡Todos a cubierto! ¡Enl! ¡Vámonos ya!

Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - NoctisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora