...Un mal reencuentro

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Menos mal que ya has despertado, pensaba que habías empezado a hibernar o algo; fácilmente han pasado tres días en los que has dormido sin parar.

— ¿Y por qué no me has despertado antes? Siento que he perdido demasiado tiempo. Supongo que ahora ha llegado el momento de cazar, ¿no?

Así es. Esta vez nuestro objetivo está en el primer círculo. El rey es un etéreo.

— Tienes que estar bromeando. ¿Cómo se supone que podamos eliminarlo en el sitio más seguro de todo occidente?

En mis tiempos esto sería apenas una pequeña guarnición. Durante la guerra en la que eliminé a Rontas, la señora de tu amada, Había más del triple de soldados por enclave de los que hay aquí; estábamos todos unidos: elfos, enanos y humanos... Buenos tiempos aquellos – Guido se dio cuenta de que estaba divagando y se volvió a centrar –. La cuestión está en que tienen una brecha de seguridad, los que patrullan el perímetro son soldados, pero el interior está lleno de magos. Si consigues que llegue hasta una de las salas centrales, puedo hacer que nadie pueda usar magia.

— ¿Eso no nos afectará a nosotros también? De todos modos, ¿por qué insistes tanto en matar a este? Seguramente haya más ángeles.

En eso no te equivocas, en lo que erras es en los motivos. Este ángel no es ni más ni menos que Deriny, otro de los comandantes que se nos escapó en la guerra. Es poderoso y eso implica que al vencerlo nosotros lo seremos también.

— No entiendo que tiene que ver una cosa con la otra, pero a lo que llego es que si matamos al rey, la revolución triunfa. Esa es una baza que podemos utilizar a nuestro favor. Si convencemos a los rebeldes para que ataquen hoy las puertas del primer círculo, nosotros podríamos infiltrarnos más fácilmente.

Es un buen plan, me parece que ahora toca ponerlo en marcha, ¿no crees? Te aviso que esto implica otro salto.

— Cuando quieras, pero debes de saber que la base está en el oeste del tercer ensanche.

Esa vez, cuando dimos el salto lo que aparecía no eran los monstruos que había visto la vez anterior; sino una guerra en la que todos mataban a todos, miles de hojas y espadas teñidas de un amarillo y un rojo tan intensos que parecían rayos de sol comprimidos; cientos de cuerpos desperdigados por el suelo, con alas o sin ellas. Cuando quise ver más, ya habíamos llegado al oeste del cuarto círculo.

Ahora la cuestión estaba en encontrar a los rebeldes o que ellos dieran conmigo. Me dediqué a pasear por las calles esperando a encontrarme con alguien, pero no había ni un alma por allí. Me senté en el escaparate de una panadería que estaba vacía a esperar por si veía a alguien moverse. De repente, unas manos que agarraron por detrás y tiraron de mí, traté de resistirme y salieron más manos que me sujetaron los brazos, me cerraron la boca y tiraron más de mí.

— Quieto, sabemos quién eres y queremos evitar que nos mates.

— ¡Mph! – Mordí la mano que me tapaba la boca –. ¡Soltadme de una puta vez, cabrones! Si queréis hablar me lo decís, pero no me agarréis de esa manera –. Me giré y los miré fijamente, estaban desnutridos, cascados y asustados.

— Era para asegurarnos que no vinieras de parte de la Capital. ¿Has venido a unirte a nosotros? – Algo parecido a la esperanza pareció resurgir en lo más profundo de su alma.

— Nada más lejos de la realidad. En cambio, vengo a deciros algo que os podría interesar, ¿qué tal si me lleváis ante el que esté al mando?

— Por supuesto, señor. Se lo traemos en un momento, usted no se mueva.

Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - NoctisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora