Una separación abrupta...

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Bailé al son del agua y del canto de los insectos. Bailé al son de la música del silencio. Bailé al son de la tormenta contenida en los ojos de Naia. Danzamos por mucho tiempo, sin saber si habían pasado minutos u horas, y en todo momento solo pensábamos en quien teníamos delante. Y al caer desfallecidos por el cansancio acumulado y el frescor de la noche, nos derrumbamos en el suelo, juntos, tomados de la mano sin ninguna otra preocupación que la de estar unidos. Pero la conciencia me reconcomía la cabeza, ladrándome sin descanso lo que tendría que hacer; y entonces escuché una respiración pesada, lenta y acompasada a mi lado, parecía que Naia se había dormido.

Decidí llevarla al campamento y marcharme al amanecer, quería aprovechar el tiempo de la noche que me quedaba para cumplir parte de una promesa. La tomé en volandas y la llevé hasta donde guardaban guardia Karn y Atnar, que jugaban a los dados mientras levantaban la mirada de tanto en tanto para confirmar la ausencia de posibles enemigos, por eso no los asusté al llegar y al dejar a Naia tendida en uno de los catres que habían hecho a base de hierba aplastada y algo de paja húmeda con telas por encima. Y ante su desconcertada mirada me volví a marchar al interior del bosque, esta vez con ambas manos armadas con dagas.

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Y otra vez había vuelto al lago. Mi sombra se erizó peligrosamente y algo emergió de ella, lento pero constante, sin color en la cara y con el terror desfilándole frente a los ojos.

— Hola, Rap. ¿Qué tal con tus demonios? Imagino que la mayoría han tomado mi forma – Hice una pequeña pausa para dejarle intentar hablar, aunque no me decepcionó, me desinfló levemente que no me contestara –. Bueno, retomando el hilo, me alegro de que aún no hayas intentado escapar, así todo será más sencillo, aunque para ti no, claro. Comencemos con la primera parte de mi promesa.

Imagino que ya no habrá gente sensible que lea esto, al menos desde la parte en que destruí a un pequeño ejercito; y si se os retuerce el estómago, ¿qué haces aquí?

— Abre la boca, no me seas tozudo, venga, di aaaaaah... – al fin abrió la boca enseñándome una dentadura extremadamente poco cuidada y una lengua bastante echada a perder por todo el alcohol y tabaco que había tenido que soportar –. Muy bien, sólo por eso tu castigo va a ser algo más rápido –. En un rápido movimiento de mano, le agarré de la lengua y con la mano libre que tenía, se la amputé casi hasta la mitad, dejando salir un torrente de sangre que bebía o escupía mientras sus ojos se anegaban de lágrimas y dejaba escapar gritos sueltos.

Me eché algo para atrás para evitar que me manchara de su sangre y limpié mi daga con la hierba húmeda de rocío y escarcha que recubría todo el suelo. Cuando se calló y dejó de sangrar como un cerdo, me acerqué y le eché sal haciendo que otra batida de lágrimas resbalaran por su cara. Entonces tuvo la genial idea de salir corriendo, me lo esperaba, así que tomé carrerilla y lo embestí con la rodilla por delante para dejarlo postrado en el suelo.

— No, no, no, con lo bien que lo estabas haciendo, me has decepcionado – Me había extrañado que no lo hubiera hecho antes, pero no había llegado a bajar la guardia por completo –. Ahora vamos a tener que volver a tu condena original, me has decepcionado – Guardé la daga en su funda y saqué de la vaina de la cintura un karambit, un nombre extraño cuanto menos, aunque el forjador era de los Reinos del Oriente, así que tendría su significado en aquellas tierras –. Ahora ha llegado el momento de que te despidas de tu capacidad de moverte.

Para que me entendáis, el cuchillo era curvo, casi como el pico de un halcón, lo suficientemente afilado como para cortar ramas no muy gruesas de árboles; no iba a tener dificultad alguna en cortar los tendones de sus piernas y brazos.

— Vamos, extiende tus piernas, no te acurruques. Como tenga que hacerlo yo, te vas a arrepentir –. Y terminó por hacer lo que le dije.

Le di la vuelta como a un escarabajo y le corté los tendones de sus rodillas por la parte suave, para que nunca más pudiera correr y le eché más sal para cerrar la hemorragia y evitar infecciones. Lo giré verticalmente para ahora tener a mi disposición sus brazos, e hice lo mismo que con las piernas. Ahora era una marioneta a mi merced, una que podía romper en cualquier momento y sin preocupaciones.

— ¡Muy bien! Esta sesión va a terminar aquí, el sol ya casi sale y no te voy a dar el gusto de verlo. Espero que mañana estés más dispuesto a hacerme caso o me mosquearé bastante, pero hasta entonces puedes seguir disfrutando de tus miedos – Me miró con los ojos exorbitados mientras se volvía a sumergir en el pozo de negrura que era mi sombra –. Y ahora de vuelta al campamento para hablar con el druida antes de que se despierten los demás. Sí, mi cuerpo me va a odiar después de esta noche –. Me quejaba de mí mismo y para mí mismo mientras limpiaba el cuchillo con más hierba.

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Para cuando volví estaban Sheen y Enl de guardia. Estaba molido de toda mi actividad nocturna y aun así no podía descansar todavía. No me habían visto llegar y casi me atacaron por accidente, aunque podría decirse que fue mi culpa por ponerle las manos en los hombros a Enl.

— ¡Eh! Tranquilos, no voy a hacer nada esta vez – Entonces bajé el tono y los miré seriamente –. Tenemos que hablar.

— ¿De qué? Si es importante, podemos despertar a los demás.

— Precisamente por eso no quiero despertarlos, prestadme atención; me marcho, vuelvo a la Capital, tengo asuntos pendientes ahí. No me sigáis, que nadie lo haga. Buscaos un lugar seguro, Karn se puede encargar de las criaturas nocturnas con vuestra ayuda – Empecé a girarme cuando me acordé del porqué había ido a decirles aquello –. Bajo ningún concepto, y quiero que os quede claro, bajo ningún concepto me entere que habéis permitido que Naia venga a buscarme. Si en algún momento llega a mis oídos cualquier información relacionada, aunque sea mínimamente con ella, daos por muertos –. Para asustarlos lo suficiente como para que aceptaran el trato, hice que la luz dejara de brillar y que el fuego se extinguiera, apenas un segundo, pero lo necesario para que no dudaran en ejecutar mis órdenes.

— Entendido. Ha sido un placer viajar contigo, aunque haya sido complicado a veces... –. Enl se había empezado a despedir.

— Trataré de consolar a Naia y hacerle compañía... – Tomó la palabra Sheen.

— Cierto, casi se me olvida. Que nadie que no tenga buenas intenciones se acerque a Naia, eliminadlo si hace falta.

— Lo haremos. Otra vez, tus ojos, han vuelto a cambiar desde esta mañana –. Me adelanté a cualquier pregunta, y me marché por los Bosquejos, tratando de llegar a la vía de comercio antes del amanecer.

Sus voces quedaron amortiguadas por el silencio y los árboles y yo seguí mi camino, no sin antes parar a mirarme en el mismo lago que ya había visitado dos veces esa noche.

Volvía a tener los ojos disparejos.

Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - NoctisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora