El tercer día

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Amaneció un día negro, como el día que entré aquí, pero con la diferencia de que una tormenta de fuego se acercaba cada vez más a la Ciudadela. La prisión estaba desocupada de guardias, excepto Zeco, que ahora era nuestro constante guardián, nos daba conversación, jugábamos todo lo que podíamos, en fin, toda una utopía dentro de una prisión. Hablaba con los miembros de las otras cinco celdas especiales, sólo yo me quedaba fuera. Había recuperado todo lo que había Amaneció un día negro, como el día que entré aquí, pero con la diferencia de que una tormenta de fuego se acercaba cada vez más a la Ciudadela. La prisión estaba desocupada de guardias, excepto Zeco, que ahora era nuestro constante guardián, nos daba conversación, jugábamos todo lo que podíamos, en fin, toda una utopía dentro de una prisión. Hablaba con los miembros de las otras cinco celdas especiales, sólo yo me quedaba fuera. Había recuperado todo lo que había perdido en aquel encierro: la forma física, la costumbre a envenenarme o a pasar hambre e incluso el dormir sin nada que me cubriera.

El día esperado por todos por fin llegó, la rebelión estalló en la Ciudadela, los prisioneros pensaban que así tendrían oportunidad de escapar, pero la realidad es que se los llevaron para ejecutarlos. De esta forma, al final de la semana solo quedábamos los seis del fondo. Los soldados habían sido llamados, incluyendo a la élite, aquellos que llevaban magia en las venas, no os penséis que es una frase ñoña de las que aparecen en cuentos, esta es la realidad, los que son capaces de hacer magia tienen otra sangre, su sangre es verde. Creo que es muy obvio el por qué lo sé. El día en que todos rezan, escuché una explosión en la primera celda especial, y así sucesivamente, hasta que se detuvo en el mío. Escuché a cinco personas discutir en mi puerta sobre liberarme o no, me reí en voz baja, en un momento tan crítico aún tenían dudas. Al final, gritaron para hacerse escuchar, que me pusiera de espalda a la pared, soy imbécil y suicida, pero no tanto, hice lo que me dijeron y al momento la puerta explotó. Me quedé plantado en la pared que había elegido como cubierta, había muchos escombros, no es que me diera miedo, es que no sabía si podría correr después de caminar descalzo por allí. Me quedé quieto en un rincón hasta que vi a un hombre musculoso entrar por la puerta, sin pensar en otra cosa que en defenderme, le agarré del brazo y le inmovilicé. Tuvieron que entrar otras dos personas para separarme del otro. Eran un grupo de cuatro chicos y una chica, ella era la maga, le caía una gota de sangre por el lateral de la cabeza. Me hicieron arrodillarme en el suelo y pensé que me iban a ejecutar, nadie lleva a una maga a una prisión si no es para eso. Me agité en vano, el chico al que le hice la llave me estaba sujetando y era imposible separarme de él, al final me calmé y miré a la chica a los ojos, parecía desconcertada. Me resigné a morir, ya había hecho demasiado y no tenía nada que me atara a ese mundo. Entonces me hablaron.

— Entonces este es el gran asesino, temido por toda la Ciudadela y por los reinos del Oriente. Me habría gustado encontrarte en una situación más agradable – Masculló un joven con los ojos verdes oscuros, al principio con voz queda, después con algo de tristeza –. Cuéntame, ¿cuál es tu nombre? Sé que tienes muchos, pero quiero saber el tuyo.

— Si te piensas que se lo voy a decir a uno de la capital, estas muy equivocado –. Le escupí en la cara.

— Ya me parecía raro que estuvieras tan dócil. No soy de la capital, soy tu vecino de celda, los cuatro que vienen conmigo también estaban encerrados aquí. Y respecto a tu nombre, imagino que es el que está grabado encima de la puerta de tu celda -Noctis-, buen nombre para un asesino. Me llamo Enl, un placer. Será mejor que nos vayamos cuanto antes, nos gustaría que nos acompañaras, pero eso ya es decisión tuya.

— ¿Crees que por un nombre ya me voy a ir con vosotros? En circunstancias normales, pediría toda la información, pero como no lo son solo pediré el nombre de todos y que el grandullón me suelte de una puta vez.

Al escucharme, el que me agarraba por fin me soltó, seguidamente, todos se empezaron a presentar, Atnar, el que entró a mi celda; Sheen, la maga que nos había liberado a todos tenía acento del norte; Ploit, uno de los que me separaron de Atnar; Karn, el otro que me separó, tenía una constitución de asesino, delgado pero fuerte, tendría que andarme con cuidado; Enl, el "cabecilla" del grupito. Me miraron expectantes y al final cedí:

— Noctis, asesino en la noche, ladrón de la magia, azote de la Capital y de los Reinos del Oriente, residente de las ruinas, y, demonio.

Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - NoctisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora