Paladas de dolor

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Esta vez, la mañana transcurrió de forma calmada y tranquila, siguiendo una rutina; como toda buena ciudad que se precie, tenía un orden que regía por encima de todo: los ricos podían apuñalar a los pobres; la media clase podía dar o no dinero a los vagabundos; y los pobres de la clase baja merodeaban con la esperanza de encontrar a alguien de la clase media y no a los putos nobles. La parte baja del escalafón vivían en el quinto y cuarto círculo; el pueblo llano vivía en el cuarto y tercer círculo, junto con los mercaderes; los nobles, la prisión y los barracones se encontraban en el segundo círculo, puede incluso que hubieran construido alguna biblioteca mientras estaba encerrado; y el último círculo era la residencia de la familia real.

Pero no os equivoquéis, lo interesante no fue la mañana, aunque hubo algunas muertes, lo que realmente importa sucedió por la tarde. Era la primera vez que conseguía dormir hasta la tarde en mucho tiempo, pero tranquilos, no os estoy señalando esto porque pudiera dormir bien, no, os lo señalo porque es el momento en que en las villas de los bosquejos se armaban para una revuelta. Imagino que el día se podía resumir así: "El día transcurrió como un riachuelo tranquilo recorriendo su cauce, a media mañana comenzó a llover, y a la noche, el río salía de su cauce". Bueno mejor pensado se podía comparar con una chimenea, el fuego cuando está dentro está bien, pero cuando sale, lo consume todo a su paso. Sí, esta comparación es mejor. Pero volviendo a lo importante, que soy yo, aquel día un guarda que no era Zeco me trajo la comida. Nuestra conversación se podía clasificar de corta y específica:

— ¿Te crees que soy imbécil? No me voy a comer esa mierda – Me di un momento para olerla a pesar de que el vacío de mis entrañas me empujaba a comérmelo –. Ni siquiera has dejado que se pierda el rastro del veneno, pensaba que era yo el que estaba desesperado, pero fíjate tú, la capital también quiere verme muerto. Cómete tú tu asqueroso veneno, que encima será barato, al menos me podríais haber traído cianuro, moriría con un sabor delicioso a almendras amargas, o incluso a arsénico, no me daría cuenta de que me estoy envenenando, pero no. Me tuviste que traer la bazofia de la antrofermía – El sarcasmo salía solo por mi boca –. A mí matadme con clase anda, o si no me voy a negar a morirme.

— Vas a morir tarde o temprano, solo voy a acortar tu sufrimiento...

— ¡Ja! Esa sí que es buena, no, tú lo que estás haciendo es darte a ti, y a tus superiores el gusto de quitarme de encima, pues que sepas que si me queréis matar necesitaréis más que esto – Después de terminar de hablar me comí el plato que tan malditamente se presentaba frente a mi hambruna –. Realmente sabe a mierda, no me lo creía cuando me lo dijeron.

— Acabas de firmar tu sentencia de muerte, monstruo – Su voz aflautada no encajaba con la supuesta amenaza que había dejado flotando.

— Si de verdad crees eso, ven en media hora, que es cuando se supone que ya tendría que estar muerto; o mejor, no te vayas y juguemos a las cartas. O a los dados, he oído que las apuestas no te van bien.

— Volveré en media hora, y me reiré de ti al ver tu cadáver en el suelo –. Sentenció con la cara enrojecida por la rabia.

Me volví a quedar sólo, sabía que ese veneno no me podía matar, lo habían intentado otras veces, la putada es que dolía bastante. No era inmune al veneno, seguramente vomitaría sangre por una semana o me colapsaría un pulmón. De todas formas, no es lo peor que me ha pasado. Tuvieron que pasar otros diez minutos hasta que empezara a sentir las paladas de dolor que me provocaba el veneno al pasar por mi organismo.

El cabrón del carcelero volvió para ver si estaba muerto, al ver que no lo estaba intentó mover la puerta. Obviamente no pudo, ¿quién carajo podía mover una puerta de piedra pura, por muy cincelada que esté? Se limitó a lanzarme miradas de odio durante otros veinte minutos. Al ver que no estaba por la labor de morirme se marchó con la mirada fijada en mi rostro sonriente e irónico. Aquel día no pude dormir, el dolor en el estómago me recordó al día en el carro...

Historias de un Origen: Las Crónicas del Caos - NoctisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora